“El Ópera refleja la mejor época de mi vida, pero todo se acaba”

“El Ópera refleja la mejor época de mi vida, pero todo se acaba”
Por:
  • Miguel-Crespo

Cuando Elena Alvarado tenía seis años pasaba las tardes de sus domingos corriendo en el vestíbulo del Cine Ópera. Le gustaba reflejarse en los muros de espejo y subir las escaleras para mirar de cerca los candiles de bronce y cristal que colgaban dentro de lo que fue uno de los recintos más populares y lujosos de la Ciudad de México en los 50.

“Me la pasaba toda la tarde ahí metida, corriendo y comiendo palomitas; vi La cenicienta y La bella durmiente”, cuenta Elena  a  La Razón.

El Café Córdoba existe —en el número 6 de la calle Serapio Rendón— desde hace más de 70 años en su interior resaltan las paredes de color verde pistache, una cantina de madera vieja atiborrada de tasas, esculturas chinas y los recuerdos de Elena, de 50 años, que recuerda la etapa dorada del Ópera, el mismo que hoy mira con nostalgia a través de la ventana del café que heredó a su padre.

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El Ópera fue inaugurado el 11 de marzo de 1949 es obra de los arquitectos Félix Nuncio y Manuel Fontanals. El edificio estilo art decó tiene en la fachada un par de estatuas femeninas que visten túnicas griegas y sostienen las máscaras de la tragedia y la comedia, custodian la pared, que solía ser rosa, y las letras oxidadas que anuncian Cine Ópera.

Ahora el recinto es uno de los 36 inmuebles que el INBA escaneará con tecnología de punta para evaluar su estado   tras el sismo del 19 de septiembre.

El 13 de julio de  1997, el vocalista de El Tri, Alex Lora, se montó en la fachada del Cine Ópera y desde las alturas, junto a las dos estatuas, saludó a sus seguidores; “luego bajó y se tomó unos tragos con nosotros”, afirma Jaime Cruz, de 60 años, quien vive en la colonia San Rafael desde hace más de cuatro décadas.

Don Jaime es franelero de la calle Serapio y recuerda su mejor época.

“Eran unas filas inmensas que daban la vuelta hasta la calle de Miguel Schultz; ir a la matiné del Ópera era un lujo que me costaba 1.50 de los viejos pesos”.

“Ese cine representa la mejor época de mi vida —dice enérgico Jaime, mientras señala las dos figuras de piedra que custodian la fachada— y sus estatuas son mis amigas, las veo diario, todo el tiempo que estoy trabajando siento que me miran como queriendo platicar”.

Al glamur del Cine Ópera se lo llevó el tiempo. Sus muebles finos y sus sillones de terciopelo en el vestíbulo; sus muros de espejo y los candiles de bronce y cristal sólo sobreviven en los recuerdos infantiles de Elena y Jaime.