Paradiso, el monumento barroco de José Lezama Lima

Paradiso, el monumento barroco de José Lezama Lima
Por:
  • adriana_gochez

El poeta y ensayista cubano José Lezama Lima dedicó 17 años de su vida para escribir una obra monumental: Paradiso, la cual se convirtió en uno de los textos más importantes en lengua española. “Está colocada junto a obras como Cien años de soledad, La casa verde o El siglo de las luces, como una de las grandes novelas del boom latinoamericano”, destaca el historiador Rafael Rojas, en entrevista con La Razón.

Una obra que al cumplir medio siglo de su publicación sigue vigente, aunque “para el lector que se exija mucho, no para un lector habituado a novelas realistas o a un lenguaje simplificado”, ya que ofrece una riqueza del lenguaje “construido casi siempre con base en imágenes y metáforas. Es una novela de alto riesgo llena de referencias culturales; es como un tejido con muchísimos hilos de muchos colores, con muchas vueltas”, expresa Eduardo Casar González, escritor y académico de la UNAM.

Paradiso, publicada en 1966 por Ediciones Unión, también es una ola de referencias hacia lo cubano como las fiestas musicales nocturnas, lo culinario y el mar. Pero, “no es una novela que refleje la manera de hablar del pueblo cubano, todos los personajes hablan como si fueran filósofos o poetas, la cocinera habla de Aristóteles. Los elementos son de una cultura universal, aparecen elementos de la India, de China. Refleja el barroco cubano”, acota Casar González, quien participa en el programa La dichosa palabra.

En esto coincide Rafael Rojas, investigador del CIDE: “Como en otras novelas de la misma época, por ejemplo, Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante, en Paradiso hay un trabajo con el lenguaje de los cubanos, pero a través de una visión muy sofisticada de la historia de la cultura nacional. Lo que intenta Lezama Lima es colocar a Cuba dentro de un proceso cultural y civilizatorio mayor. Hay un interés muy marcado en que la Isla se vea inmersa en el mundo americano, hay una fuerte presencia de lo americano en la novela”.

El texto, cuyo primer capítulo apareció en dos números de la revista Orígenes en 1949, aborda la historia del joven poeta José Cemí Olaya, desde su infancia hasta sus años universitarios. En ésta el autor de

Oppiano Licario explora un sistema poético.

“Es un texto muy sui géneris, dentro de la nueva novela latinoamericana tiene un elemento de vínculo con otras, hay un intento de desarrollar la prosa desde la estética del neobarroco. Tiene una serie de peculiaridades relacionadas con el trabajo del lenguaje, con la vastísima cultura y erudición que se ponen en función de la trama, y por supuesto, la intervención constante de ideas de un sistema poético de la ficción, que la hacen muy única dentro de la historia de la literatura latinoamericana en el siglo XX”, comenta Rojas.

Para René Avilés Fábila, escritor y académico de la UAM, la obra de Lezama Lima es “un monumento a la literatura. Cautiva de inmediato en todo el continente americano y en Europa. Realmente muestra a un escritor que domina perfectamente el español, es de una gran riqueza, tiene ese énfasis poético que parece ser ausente en la mayor parte de las novelas latinoamericanas de la época, ése es uno sus valores”.

Por esta razón fue elogiada por autores del boom latinoamericano como Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y José Donoso, quienes a través de sus escritos la difundieron. Mientras que en Cuba, fue censurada. Se retiró de las librerías por sus pasajes homosexuales, sus alusiones a la religión católica y por estar “ligada a un mundo letrado”.

Al respeto, Rafael Rojas, abunda: “Cuando apareció en 1966 fue atacada por burócratas que dirigían la cultura en aquel momento, hubo una especie de escándalo, fue rechazada por los pasajes homosexuales que hay en algunos capítulos, la novela es intensamente erótica de principio a fin. También tiene otros elementos que molestaron a la burocracia y élites cubanas, por ejemplo, la defensa abierta de la formación católica, del protagonista José Cemí, hay muchas alusiones a la religión católica, también la defensa de un modo de vida letrado, intelectual, un mundo muy ligado a la literatura”.

Aunque después Paradiso volvió a la librerías de la Isla, Rafael Rojas señala, que aún no sabe si se pueda ahora “hablar de una ausencia total de censura”, respecto a las obras de José Lezama Lima, ya que hasta ahora no ha habido ningún proyecto serio para la reedición de sus libros.

“En los años 80 y 90 Lezama comenzó a ser lentamente reivindicado en Cuba, pero parcialmente. Es cierto que se ha

reeditado la novela Paradiso sin mutilaciones; nunca más se han retirado los libros de poesía o ensayo de las librerías, pero no circula en Cuba una buena edición de las obras completas de Lezama, y no creo que su presencia sea constante en las librerías, ni en las revistas literarias de la Isla, en las bibliotecas universitarias sí, pero no es un autor que está al alcance de las mayorías lectoras dentro de Cuba”, asegura.

Avilés Fabila, señala que el poeta es un autor un tanto olvidado “no sólo en la Isla sino en el resto del continente, soy profesor universitario, estoy en contacto con los jóvenes y no escucho que hablen de Lezama Lima, recuerdan más a Cortázar, Borges, Cabrera Infante, Rulfo o Vargas Llosa”.

Rafael Rojas concluye que una reivindicación de este escritor cubano “debería ir acompañada de un reconocimiento de los errores que cometió el Estado al censurarlo y silenciarlo en la Isla, y al mismo tiempo, un reconocimiento más honesto sobre las diferencias que él tuvo con el socialismo cubano. A Lezama se le dejó de publicar hacia 1970 o 1971, hasta su muerte se convirtió en un escritor fantasma dentro de su país natal”.

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Deleite lingüístico

El poeta cubano José Lezama Lima publicó en 1966 Paradiso; la editorial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) hizo un tiro de cuatro mil volúmenes que era imposible conseguir en librerías. Yo me robé un ejemplar, en complicidad con Tomás Fernández Robayna, quien trabajaba en el departamento CD (libros de circulación detenida) de la Biblioteca Nacional José Martí. Todavía conservo esa edición, hoy leo mis subrayados, después de cinco décadas, y sonrío. Entendí poco en aquella primera lectura. Flujo narrativo en “la blancura transparente del oleaje”, en el centro de una espiral de frondas en la que el lenguaje protagoniza una recreación de humedades impregnadas en la secreción del caracol. “La mañana suda una palabra” que el poeta de Trocadero162 convierte en racha: vuelta a los esplendores de la representación. “La imagen es la realidad del mundo invisible”, repetía. El mundo es una sospecha: lo desconocido mancha la orilla. Estructuró un sistema poético de clarividencias esenciales: ruptura con el positivismo: transmutación expresiva de azares que descansan en la pulpa primigenia de la dicción del ardor gongorino. La escritura: erótica recóndita, esencial y oscura. Paradiso: elucidarios, arcanos, alusiones, metáforas y figurados en más de 600 folios cardinales en la cartografía literaria de la lengua española. Animador cultural, fundador de revistas literarias: Verbum, Nadie parecía, Espuela de plata, Orígenes. Incitador de un diálogo espiritual sin precedentes en la Isla: Gastón Baquero, Cintio Vitier, Eliseo Diego, Virgilio Piñera, Octavio Smith, Fina García Marruz, Julián Orbón, Cleva Solís, Justo Rodríguez, Lorenzo García Vega, René Portocarrero, Mariano Rodríguez. Muerte de Narciso (1937), Enemigo Rumor (1941), Tratados en La Habana (1958), Paradiso (1966)… El cosmos: cantidad hechizada. Orfismo en la encrucijada de “la palabra golosa, henchida de barruntos sobre las más extraordinarias imaginerías” (Rafael Fauquié). Culteranismo en los mapas del idealismo platónico. 50 años de la edición de una novela en “los cantares metafísicos de Purcell”: el barroco como una alegría proclamando “el secreto confortable / la reluciente cantina, diamante al mediodía”. Una prosa narrativa en borbotón de agua en los espejos. Leamos Paradiso: encontremos la extrañeza estimulante de lo sensual en un deleite lingüístico henchido y cabal. “El hombre que ve claro en lo oscuro, jamás podrá ser dañado, pero el que ve obscuro en lo claro, jamás tendrá misterio sexual, haga lo que haga, al cobrar conciencia de ese acto, tendrá una culpabilidad morosa, que es la única cosa que logra erotizarlo. Siente la culpabilidad, la presunta culpabilidad que sólo está en él, del acto de la madre al engendrarlo”, leo uno de mis subrayados de juventud: las palabras en Paradiso retumbando.

Carlos Olivares Baró