Picasso en México

Picasso en México
Por:
  • miguel_angel_munoz

Para Pedro Guerra Ochoa, amigo y cómplice de siempre

Picasso y Rivera: Conversaciones a través del tiempo es una exposición organizada entre el Museo del Palacio de Bellas Artes y Los Angeles County Museum of Art, la cual ofrece una serie de diálogos artísticos entre estos dos personajes representativos del siglo XX. Picasso: genio y artífice clave de toda la vanguardia artística de las últimas 100 décadas; Rivera un buen pintor que en México aporto mucho al muralismo y a la cultura de nuestro país. La muestra presenta las “coincidencias” estéticas entre ambos creadores desde su formación académica, la fase cubista - Picasso, Gris y Braque sus creadores-, que los dos proyectaron en París, hasta la forma en que reinterpretaron sus propias culturas originarias, la mediterránea y la mesoamericana, en la primera mitad del siglo pasado. Se pueden ver más de 147 obras, algunas expuestas por primera vez en México. Dividida en cuatro secciones, que abordan los estudios de piezas greco-romanas que desarrollaron los artistas durante los primeros años de formación (1894-1908); los años cubistas en París (1911-1915), y el desarrollo de lenguajes a partir de su interpretación una estética clásico y prehispánica (1921-1950). Más que atractiva, la muestra es didáctica en su museografía y cronología, pues estable ciertas comparaciones – que en momentos no son ciertas, ni necesarias-, para demostrar – según los curadores- semejanzas visuales entre ambos artistas que lo único evidente que podemos descubrir es la infinita superioridad creativa de Pablo Picasso. Diego Rivera es un petit maitre no sólo en la escena cultural del París de principios del siglo XX, sino lo es también, en el mundo del arte, y más al lado de Picasso.

Para Picasso su arte es su Mediterráneo –como estos dos cuadros se presentan en la muestra: La gran bañista, 1921; La flauta del pan, 1923-, su horizonte de utopía y plenitud – la Suite Vollard (1933-1937)-, el abismo de sin sentido y negatividad. En el momento en que nació Dadá, nos sorprende con un universo clasicista de formas figurativas. Los ballets, el teatro, el circo, el mundo antiguo lo conducen de nuevo a la figura humana equilibrada, pero siempre en diálogo con ese mundo de formas que es la historia del arte. Rivera asimila sus orígenes- La niña de los abanicos, 1913; Día de las flores, 1925, que se exhiben en Bellas Artes -, los vive y los recrea, descubre las vanguardias europeas y las copia- como el cubismo- y a su regreso a México desarrolla diversos murales importantes, sobre todo en Palacio Nacional.

“Si examinamos de – dice Eugenio d’Ors- cerca el fenómeno de Picasso, lo que desde el principio nos sorprende más no es la duración ni la persistencia, ni esta carrera sin altibajos, sin alternativas. Más bien la pureza…” [[Pablo Picasso, Eugenio d’Ors. Editorial Acantilado, Barcelona, 2003.]] Y esa pureza es, sin duda, uno de los escasos puntos estables que han caracterizado las diversas épocas creativas del pintor español. Recupero este texto para recordar no sólo la exposición en Bellas Artes, sino también como un homenaje a los 80 años de que Picasso creó el Guernica y los más de setenta años del nombramiento del artista como director del Museo del Prado. En este marco, la obra de Picasso siempre confirma la curiosidad por épocas específicas en su evolución, mismas que demuestran la severa recapitulación de la visión occidental del arte. Una presencia apabullante que la disolución del arte por vericuetos "gestuales –dice Calvo Serraller– y performativos, en el umbral de un nuevo siglo, no hace sino acentuar como una manera contundente de ser artista moderno". [[La invención del arte español, Francisco Calvo Serraller. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2013]]

Buscar precedentes del Guernica en la tradición del arte ha solido ser pasatiempo de los historiadores del arte. Picasso fue un pintor culto, nutrido por una biblioteca gráfica importante, fascinado siempre por los códices miniados del primer romántico catalán y las escenografías bélicas al clasicismo – Poussin, Rubens, Guido Reni-, sin descuidar el estigma de Goya y el fervor hispano del claroscuro que “constituye” los motivos artísticos en el espacio pictórico.

La recepción de Guernica fue polémica y despertó fuertes opiniones a favor y en contra. La reacción vasca fue belicosa. Una pintura elitista, incomprensible, decadente, totalmente aislada de la realidad, y eso que estaba situada en el más público de los espacios. Los reportajes de Luis Buñuel – Las Hurdes- y de Hemingway – Tierra española – fueron la contraparte a las críticas. Con todo, la reticencia mayor en torno al cuadro fue el juicio duro del historiador de arte Anthony Blunt, orquestada con toda intención durante la exposición del cuadro en la New Burlington Gallery de Londres, terminados los fastos de París. Blunt, ccerrado ideólogo del marxismo dogmático, criticaba en Picasso exclaustrado el significado elusivo y el estilo cubista de una pintura irritantemente elitista.. Solo el grupo surrealista, cercano a Roland Penrose, defendió la carga subversiva y comunicativa del mural. En el total de la obra de

Picasso el gran problema se llama "pintura", como argumento clave de su arte, y la investigación de Cowling lo aclara: "El estilo no es para Picasso la caracterización formalizada de su manera particular de construir la pintura, sino un repertorio abierto de acreditadas soluciones plásticas, cuajadas en el tiempo y siempre al alcance del artista capaz de someterlas a su proyecto figurativo." Ya lo decía Picasso: "El único paisaje y el único estilo que me interesa es la pintura.". Sabartés es el primer gran desconcertado por la infidelidad de Picasso. Matisse lo denunció como "oportunista depredador". En 1901 Celicien Fogus atribuía el desprejuiciado eclecticismo de Picasso a su inmadurez y "detectaba" claras influencias: Delacroix, Degas, Monet. El mismo John Berger entiende la carencia de estilo como el soporte de su fracaso: "Incapaz de establecer un lenguaje propio, el artista se desintegra en discutibles apropiaciones figurativas licuadas por una facilidad artística casi patológica. No hay duda de que es difícil disecar ‘el genio de Picasso.’ [[Ascensión y caída de Picasso, John Berger. Editorial Akal, Barcelona1973]] Y más delante Berger afirma en su libro Ascensión y caída de Picasso: “Para llenar el vacío dejado por la realidad es necesario inventar. La vida de Picasso está llena de fantasías y de dramas creados expresamente. No hablo de su vida subjetiva, sino de la vida cotidiana de su hogar…”.

Rosalind Krauss propone el año de 1914, cubista, como el más importante en el desarrollo de una lógica formal de su obra. En 1907 ya había pintado Les Demoiselles d’Avignon y le faltaban algunos años para pintar Guernica. Quizás por ello muchos coinciden en que el período cubista sea el juicio contrafáctico de la actividad entera de Picasso. El cubismo, nos dice el crítico e historiador J. F. Ivars adopta una sintaxis "visual coherente impulsada por la saturación naturalista de los ‘ismos’ es verdad, pero también por la progresiva demagogia que el expresionismo impuso al arte nuevo: mera estrategia de la publicística artística". Estilo es siempre significado para Picasso. Y gracias a ese “estilo” único Pablo Picasso nos regaló uno de los cuadros más importantes del arte: el Guernica. Hay que celebrarlo… Y descubramos algunos de sus cuadros en la exposición del Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México.