Raúl Ortega edita poemario de sus vivencias en Miami

Raúl Ortega edita poemario de sus vivencias en Miami
Por:
  • larazon

Foto Especial

carlos.olivares.baro@hotmail.com

Raúl Ortega Alfonso arriba a México después de casi tres años de residencia en la ciudad de Miami. Viene con su hija Izumi, su esposa —la poeta mexicana Amada Hernández— y su reciente poemario, Sin grasa y con arena bajo el brazo. “Poeta tribuno” lo definió Osvaldo Navarro: los versos de Ortega Alfonso conforman una suerte de puesta en escena de improntas y conjeturas en la que soledad, dolor, rabia y odio se anidan en un insomnio perdurable. “Extrañaba a esta ciudad, me siento más tranquilo; sé que regreso a mi segunda casa”, aseguró el escritor en entrevista con La Razón.

¿Qué piensas de México? En 1995, con la ayuda del cineasta Ernesto Fundora, llegué al Distrito Federal, la ciudad más contrastante y grande del mundo. México es un país difícil y a pesar de todo puede uno “insertarse” en el ambiente literario si se lo propone. Llevaba en las maletas dos poemarios inéditos y un conjunto de relatos eróticos que fui publicando en una columna que me dieron en la edición mexicana de la revista Playboy. Más tarde comencé a escribir otra columna semanal para el suplemento cultural Sábado, del periódico UnoMásUno. En 1998 publiqué los dos libros de poesía que había escrito en Cuba. Después vino una reedición mexicana de Las mujeres fabrican a los locos en la editorial independiente Praxis.

¿Por qué decidiste abandonar el país? Un día, después de doce años en México, cuando tenía el mejor trabajo que pude haber conseguido, con todas las prestaciones habidas y por haber, excelente sueldo y buen ambiente laboral, renuncié a todo y, junto al poeta Ernesto Olivera, crucé la frontera en busca de Miami. ¿Por qué? Aún me lo estoy preguntando, no logro encontrar la respuesta.

¿Cómo surgió Sin grasa y con arena? Sin grasa y con arena es mi sexto poemario publicado. Dentro de mi obra no significa una ruptura, sino un recrudecimiento de la realidad poética a partir de las circunstancias que me tocó vivir en una ciudad como Miami. Los poetas, hablo de los verdaderos, no de los impostores en esa ciudad valen menos que un perro, y ya es mucho decir porque mira que en esa ciudad se ama a los perros. Los ejemplos sobran. Miami es una ciudad estupenda para aquellos que tienen un pent-house de lujo en Nueva York y una casa de veraneo en Miami Beach. La mayoría, el vulgo exiliado —al cual pertenecí—, tiene que conformarse con limpiar los azulejos de las piscinas de esas residencias.

¿Cómo es el ambiente cultural de Miami? Miami es indiferencia frente a la cultura cubana; es finanza y anticastrismo exacerbado. No puedo olvidar mis diligencias como acompañante de la poeta María Elena Cruz Varela, caminando largas avenidas de la ciudad en busca de alguien que le ofreciera trabajo. Pero nada. Ya ella había dejado de ser la protagonista de un suceso político que pocos recordaban. Ya era sólo la gran poeta que ha sido siempre. Había dejado de ser la candidata al Premio Nobel de la Paz por su probado coraje en las cárceles cubanas. Ninguna de las sagradas instituciones culturales del exilio, ninguna de las televisoras que lucraron con sus entrevistas, ninguno de los llamados mecenas que dicen arrodillarse ante la cultura cubana, se acordaó de que la poeta necesitaba trabajo, de que a la poeta le urgía comer. Tuvo que regresar a España. Los ejemplos sobran.

¿De ese contexto nacen los versos agrios que se leen en Sin grasa y con arena? Yo mejor diría que es el eje temático vital de Sin grasa y con arena. Un manual difícil, un libro que nace de la impotencia, de la rabia. Hablar del odio no debe ser tarea de un poeta, pero siempre lo ha sido y lo será porque es una de las maneras más auténticas que tiene para expresar su amor.

Sin grasa

y con arena

» Autor: Raúl

Ortega Alfonso

» Editorial: Velámenes

» País:

USA, 2011