Rita Montaner La diva cubana que conquistó el cine mexicano

Rita Montaner La diva cubana que conquistó el cine mexicano
Por:
  • larazon

Ilustración Francisco Lagos La Razón

Nadie pone en duda la excelencia artística de Rita Montaner. Su prodigiosa voz y sus habilidades manifiestas en la radio, el teatro, el cine y la televisión, la llevaron a convertirse en la diva cubana del espectáculo. Sin embargo, el éxito le llegó más allá de sus fronteras. Directores de cine mexicano del nivel de Adolfo Fernández Bustamante, Joselito Rodríguez, Chano Urueta y Emilio Indio Fernández la buscaron para que fuera parte de sus películas más taquilleras.

Su primer acercamiento a la filmografía nacional fue en el año 1933, cuando participó en La noche del pecado. En el melodrama, dirigido por Miguel Contreras Torres y producido por los estudios México Films, tuvo una pequeña intervención en una de las escenas musicales.

Posteriormente, en 1948, se integró al reparto de María la O, como protagonista. La coproducción cubano-mexicana —bajo el mando de Adolfo Fernández Bustamante— estaba inspirada en la zarzuela cubana del mismo nombre, con argumento de Gustavo Sánchez Galarraga y música de Ernesto Lecuona.

Eduardo Héctor Alonso, cronista de Alerta, escribió: “por encima de todos se coloca Rita Montaner, con su gracia inigualable, ese talento suyo que ha debido poner más veces al servicio del cine”.

Sin embargo, Rita estuvo a punto de no terminar el rodaje de este proyecto. Su rival, la cantante mexicana Toña La Negra, le atribuyó expresiones antimexicanas que le costaron el apoyo del público local.

Otro trabajo conjunto entre México y Cuba le abrió las puertas a La Única. En Angelitos negros, de Joselito Rodríguez, compartió roles estelares con Pedro Infante y Emilia Guilú. La película tuvo un significado especial en el país, por ser la primera en tocar el tema de la discriminación racial y logró un gran impacto en la opinión pública. Su magnífica interpretación de una nana llamada Mercé le valió el premio a la Actriz del Año, otorgado por la Federación de Redactores Cinematográficos.

Luego fue el turno de Ritmos del Caribe, dirigida por el mexicano Juan José Ortega, con música de Gonzalo Curriel, donde predominó el mambo. Su estrellato lo alcanzó con la actuación en Víctimas del pecado, del Indio Fernández. En el largometraje, que contó con la participación de Gabriel Figueroa en la fotografía y con los mambos y boleros de Pérez Prado, Rita cantó.

En Al son del mambo, dirigida por Chano Urueta, tiene una intervención especial. La producción, estrenada en 1950, se centra en la figura de Dámaso Pérez Prado, su gran orquesta y cómo conquista con su gran ritmo a la población de México.

Su antepenúltima producción cinematográfica es Anacleto se divorcia, bajo la dirección de Joselito Rodríguez. En la cinta, Montaner no sólo actúa, también da muestras de su talento al revelar su rostro de comediante, su don de canto y baile y, sobretodo, sus dotes de virtuosa pianista.

Tuvo una gran participación en el largometraje Negro es mi color, dirigida por Tito Davison y rodada en los Estudios Azteca. La habanera aparece en la historia como una negra pobre y de buen corazón que ha tenido una relación marital con un sujeto, de la cual nace una hija de piel muy clara, prácticamente blanca, quien posteriormente la rechaza como madre. Su actuación fue considerada como la más extraordinaria dentro del filme, tanto así es que le valió una nominación a los Premios Ariel, en la categoría de Mejor Actriz.

Por último, en enero de 1954, Rita Montaner llega a México para la filmación de una nueva película de Joselito Rodríguez: Píntame Angelitos Blancos, un título escogido para recordar al público la exitosa cinta anterior (Angelitos negros) y en la cual Rita vuelve a interpretar a una madre de raza negra que ha tenido dos hijos con un hombre blanco de procedencia burguesa. La crítica no vio con buenos ojos esta puesta en escena por “lo forzado” de la trama.

Embajadora de ritmos cubanos

Por Paquito D’Rivera

Hay gente de la cual no hay que decir su nombre para que se sepa de quién se está hablando. Por ejemplo, cuando en el fabuloso ambiente musical de la Cuba de los años 40 y 50 del siglo pasado, se mencionaba a La Única, la imagen de Rita Montaner iluminaba el rostro de sus miles de admiradores; y cuando se decía: “Hoy dirige el maestro”, todo el mundo sabía que se trataba del pianista y compositor Ernesto Lecuona.

Tiempos irrepetibles: los ritmos cubanos se imponían en Estados Unidos y Europa. Rita era embajadora de esas cadencias. Popularizó “El Manisero” por todo el viejo continente: Moisés Simons tiene una tremenda deuda con ella.

En su voz escuchamos temas de los grandes compositores cubanos: de Eliseo Grenet a Ernesto Lecuona, de Felix B. Caignet a Jorge Anckerman, de Gilberto Valdés a Rodrigo Prats… Soprano que armonizó a Puccini y a Gian-Carlo Menotti. Recibió comentarios elogiosos del novelista y musicólogo Alejo Carpentier. Leyenda indiscutible de la crónica musical cubana.

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Simplemente La Única

Intérprete preferida de Eduardo Sánchez de Fuentes; de carácter fuerte mantuvo constante disputa con la cantante mexicana Toña la Negra

Por Carlos Olivares Baró

carlosolivaresbaro@hotmail.com

Nació escuchando el murmullo del mar en la Villa de Guanabacoa, La Habana, hace 115 años. Mulata, hija de Yemayá con el añil de escolta, ojos bulliciosos, pelo negro encrespado y lunar provocativo casi en el centro de la frente: Rita Aurelia Fulceda Montaner —sencillamente, Rita Montaner— es una de las figuras míticas de la música popular cubana.

Soprano “que acaricia el oído, así como por su mucha seguridad al atacar las notas altas” (Alejo Carpentier), nadie como ella ha vocalizado el son-pregón, de Moisés Simons, “El Manisero” (“¡Maní! / Si te quiere por el pico / divertir / cómpreme un cucuruchito de maní...” o el tango congo de Grenet/Lecuona “¡Ay!, Mama Inés” (¡Ay!, Mama Inés / todos los negros tomamos café...”).

Intérprete preferida de los compositores Eduardo Sánchez de Fuentes, Gónzalo Roig, Luis Casas Romero, Jorge Anckermann, Guillermo M. Tomás, Eliseo Grenet y Ernesto Lecuona. Sorprendió en 1926 con el aria de “Un bel di vedremo”, de la ópera Madame Butterfly del italiano Giacomo Puccini.

“¿Usted sabe quién soy yo? Entérese: Yo soy Rita Montaner”, decía con total desenfado frente a los curiosos que la esperaban con flores en la salida del teatro Blanquita de La Habana.

New York, Washington, Boston, Chicago, Filadelfia, París, Madrid, Caracas, Buenos Aires, Mérida, Ciudad de México... Cómplice de Ignacio Villa, hizo popular el apodo del pianista, que se vio por primera vez escrito en público en México cuando la cantante hizo que pusieran en la marquesina el cartel de presentación: “Rita Montaner y Bola de Nieve”.

Polémica, celosa y pendenciera parodiaba a Joséphine Baker. Sus encuentros en México con Toña la Negra siempre estuvieron marcados por la pugna en el escenario: la vocalista veracruzana se intimidaba frente a la habanera provocativa, bailadora sensual en el tablado. Dicen que fue amante del conguero de Dizzy Gillespie, Chano Pozo, quien la introdujo en las ceremonias yorubas de la santería cubana.

Éxito absoluto en el teatro Montmartre de la capital cubana con Son y Danzón —dirección musical de Felix Guerrero y coreografía de Alberto Alonso— y en el espectáculo La Calle, junto a Benny Moré y el Trio Matamoros. Miembro del elenco del show musical del estadounidense Al Jolson en 1931, y figura principal de la ópera, La médium, de Gian-Carlo Menotti, en 1956.

Se paseó por el pregón, el son, la guaracha, el bolero, el lamento, el tango, el aria, la guajira, la opereta, la zarzuela, el son-guaguancó... “Golpe de Bibijagua”, “Espabílate”, “Quiero besarte”, “Siboney”, “La mulata”, “Lamento esclavo”, “La chismosa”, “Ladrón de gallinas”, “Yuca y ñame”, “Rumba guajira”, “El jabonero”... “Rita Montaner ha creado un estilo: nos grita, a voz abierta, con un formidable sentido del ritmo, canciones arrabaleras, escritas por un Simons o un Grenet...” (Alejo Carpentier). Modulaciones vigorosas trazadas desde genuina raigambre afrocubana. La bata de serpentinas azules y blancas de Yemayá la arropa: sigue siendo La Única.