Rius de carne y hueso

Rius de carne y hueso
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  • Pacotest

Por Daniel Herrera

Existen personajes que producen reacciones maniqueas. Cuando mueren, esas opiniones se vuelven más extremas. Nada como la muerte para que el mundo juzgue alevosamente.

Así le sucedió a Eduardo del Río el mismo día que falleció. Las opiniones acerca de su vida y obra se ubicaron en los extremos. Por un lado, lo llevaron al altar de los personajes célebres mexicanos. Pero también hubo opiniones que minimizaban las contribuciones del dibujante a la cultura popular nacional.

No olvidemos que la fama no quita lo humano. Rius alcanzó, con su trabajo, de alguna u otra manera, a todas las clases sociales mexicanas, por lo menos durante un periodo específico. Pero también estaba lleno de virtudes y defectos, como todos nosotros, y apoyó de forma abierta ciertas políticas tanto nacionales como internacionales que cayeron, con el tiempo, en desgracia o que, desde un principio, no era de sabios sostenerlas. Aun así, ¿acaso no es mejor tomar una postura en lugar de ser tibio y mezquino?

Rius comenzó a dibujar desde muy joven, la historia de cómo fue descubierto mientras era un sencillo empleado en una funeraria tal vez es bastante conocida, pero su acercamiento al cartón político y a temas más polémicos como la religión o el socialismo tiene que ver con una conciencia adquirida poco a poco, más las dificultades propias de los sesentas para ejercer la libertad de expresión en este país.

En el otro espectro, el artístico, la influencia de Steinberg quien dibujaba economizando lo más que se pudiera las líneas, es palpable.

Con este bagaje, Rius participó en múltiples periódicos y revistas. Desde sus inicios en la revisa Ja-Já, pasando por Novedades, La Prensa, Excélsior, La Nación, Política, Siempre!, La Garrapata, La Jornada, El Universal, La Gallina, El Mitote Ilustrado, La Gaceta de México hasta El Chamuco.

Con el paso del tiempo comenzó a escribir libros, algo que tuvo su raíz en sus primeros cómics: Los Supermachos y Los Agachados.

En 1965, Los Supermachos apareció como una original opción editorial. Combinaba el humor y la crítica social. Logró vender 250 mil ejemplares a la semana y se convirtió en una molesta piedra en el zapato de Díaz Ordaz. No sorprende, entonces, que el editor despojara a Rius, quien sólo pudo hacer cien números, de su obra.

Tal vez lo anterior sí fue una orden del presidente. Existe una anécdota contada por el mismo autor: afirmó que fue secuestrado por unos policías, quienes después de amarrarlo, taparle los ojos y llevarlo a un descampado para simular que lo asesinarían, lo devolvieron sano y salvo a su casa. En el camino de regreso, ya sin ataduras, los policías se portaron muy amables y le dijeron que a ver si hacía un número de Los Agachados con ellos como personajes. Era 1969.

Los Agachados se convirtió en el cómic más importante de su obra, porque lo publicó desde 1968 hasta 1977 y además, por su formato, se convirtió en una introducción a distintos temas. Así conocí en mi niñez el trabajo de Rius.

Tengo en mi poder números recopilatorios publicados por la Editorial Posada a finales de los setentas. Mi madre, comunista en su juventud, los compró quién sabe cuándo y aquí siguen.

El formato fue novedoso en su momento. Rius, a través del humor, explicaba un tema de manera sencilla y ligera. No importaba que no fuera un especialista, el autor hacia su investigación y la presentaba a través del cómic. Los libros que siguió publicando a lo largo de su vida mantuvieron el mismo formato. No me gustaría exagerar como Monsiváis quien afirmó que Rius es más importante que la sep, pero tampoco se puede negar que no hubo muchas opciones similares a esta durante casi tres décadas. Sus libros y revistas podían aterrizar en las manos de todo mundo sin demasiadas complicaciones. He ahí su gran legado.

Aseverar que no cometió errores sería un despropósito, por ejemplo, antes de que Echeverría arruinara el país, Rius hizo un número de Los Agachados celebrando al presidente porque parecía encauzar la política económica

hacia el socialismo. Nadie me contó esto, aquí tengo el cómic para probarlo.

También son célebres sus opiniones optimistas e ingenuas sobre la Unión Soviética, Cuba y el comunismo en general, por otro lado, es ventajoso y mezquino juzgarlo tan duramente sobre estos temas cuando observamos el contexto en que vivió y la ideología preponderante en su momento. Lo simpático fue que cuando publicó Cuba para principiantes, la izquierda del mundo lo elevó al paraíso comunista, pero años después, en 1994, cuando publicó Lástima de Cuba, esa misma izquierda lo acusó de ser agente de la cia.

Daniel Herrera (Coahuila, 1978) es autor de Con las piernas ligeramente separadas (Instituto Coahuilense de Cultura, 2005), Polvo rojo (Ficticia, 2009), Melamina (Tierra Adentro, 2012) y Quisiera ser John Fante (Moho, 2015). Ha sido colaborador de Letras Libres, Moho, Tierra Adentro, Punto de partida, Milenio Semanal, La tempestad, Etcétera y Milenio. Twitter: @puratolvanera