Un elogio a la memoria de Pollock

Un elogio a la memoria de Pollock
Por:
  • miguel_angel_munoz

A: Pablo Ortega mi cómplice de memorias y batallas..

Le gran art est toujoun simplificateur

Voyez Cézanne.

-Balthus

 

 

Hace un par de años vi en el Museo Picasso de Málaga – un espacio que hay que descubrir constantemente-  una muestra inédita: Mural. Jackson Pollock La energía hecha visible.    Jackson Pollock (Cody, 1912- Long Island, 1956), creó este mural de más de dos metros de alto por seis de largo (242,9 x 603,9 cm) por un encargo de la galerista y coleccionista Peggy Guggenheim, quien deseaba una obra para su residencia que, a la vez, subrayara su apoyo a los jóvenes artistas americanos que había comenzado a mostrar en su galería. El encargo se formalizó en julio de 1943 y el resultado es una obra clave en el desarrollo del arte moderno norteamericano por una combinación única entre la energía de su pincelada, la libertad de los trazos, el tamaño del lienzo y una singular abstracción en la que deja espacio para una sugerencia abierta de formas. A propósito del tema, Pollock indicaría años más tarde: “Es una estampida... […] Cada animal en el oeste americano, vacas y caballos y antílopes y búfalos, todos a la carga a través de la maldita superficie”.

[caption id="attachment_792742" align="alignleft" width="300"] Foto: Pollock[/caption]

La gran retrospectiva de Pollock que disfruté en la Tate Gallery de Londres, fue de un impacto brutal, no sólo estético, sino tras décadas de silencio, pude ver un arte genial que difícilmente se ajusta a cualquier corriente.  Pollock vivió en Arizona una niñez difícil y en California una adolescencia marginal. Nueva York, desde 1930, lo sumergió en la cultura de la imagen, y a partir de 1940 era ya un representante figurativo del expresionismo, nunca tomado en cuenta en serio por la crítica. Sin embargo, a lo largo de la década fue capaz de vaciar una secuencia radical de influencias y transmitirla en unas interesantes propuestas mediante la extrapolación de la gestualidad extrema y el goteo de la pintura sobre la tela.  Son composiciones densas, ricas en tonalidades insólitas, pero que también pueden derivar en una saturación materia que las invalide significativamente.

A partir de 1950, Pollock representa la nueva pintura en la Bienal de Venecia – ya expresionista abstracto de gran valor americano-, y el mito se independiza del artista, cuya trágica muerte, lo convierte en una figura épica.

Ver su obra en retrospectiva nos obliga a volver sobre su pintura y descubrir las señas de identidad artística.  Sin duda su personalidad encarna a la perfección la figura del nuevo artista: era un norteamericano puro, y sin adherencias estéticas y culturales ajenas como Rothko, Newman Gorky, de origen y presencia europea.  La Bienal, además, en plena reconstrucción posbélica, acentuaba la imagen romántica del artista intuitivo que desbarata el discurso resentido del crítico ideólogo, empecinado en “imponer un arte de fuertes contenidos colectivos”.

La abstracción norteamericana pretendía así partir de cero y hacer cuenta nueva con París. En particular con la estética del informalismo que cubría el espacio artístico europeo de aquellos años. Pollock expuso en París y despertó más curiosidad que entusiasmo. El áspero sabor americano de la abstracción expresionista frente al informalismo español y francés. Su pintura fue admirada en Londres con sorpresa en 1956, a pesar de que representaba la constelación radical al arte europeo. Un arte que renunciaba a la historia lineal de la pintura occidental y reivindicaba la vieja tradición y mitos indígenas. El gestualismo abstracto norteamericano consiguió imponer una identidad cultural a los proyectos expresionistas de la era Truman. Pero los mundos del arte son complejos y cesan malamente con reconstrucciones históricas forzadas.  El Pollock de los treinta, del autorretrato Untitled       (1931-1935), nos muestra en registro expresionista un acertijo casi simbolista de presencia melodramático, demasiado cercano a Beckmann y Nolde. Un pintor psicologista, que ha visto demasiada pintura surrealista. “Cuando estoy – afirmaba Pollock-  no soy consciente de lo que hago. Únicamente tras un período de “familiarización”, por así decirlo, veo en qué he estado trabajando. No me asusta introducir cambios o destruir la imagen, porque todo cuadro tiene una vida propia, vida que yo intento dejar que aflore”. En Mural, Jackson Pollock resume muchas de las influencias artísticas que había recibido desde sus inicios, y su gran admiración por Pablo Picasso. Había visto en Nueva York el Guernica, que le causó una impresión total que afloró en trabajos como este gran lienzo, que Peggy Guggenheim donó años después al University of Iowa Museum of Art.  So años de constante aprendizaje.  Mujer luna de 1943 y Pintura de 1948, de impulso automatista y lúcido homenaje a André Masson, con Picasso, Miró y Kandinsky como creadores de promesas de un arte diferente y renovador sin tiempo ni límites.

En los años treinta, visita un taller que dirigió Siqueiros, y donde Pollock forja una mirada – indigenismo, materismo y acción-, que lo conduce al mural y al descubrimiento de Picasso (Birth,1941), como tributo al Guernica y de Miró que influyó persistentemente desde entonces con presencia potente en su obra cromática y lo aproximó al surrealismo formal. Sus lazos con el expresionismo abstracto neoyorquino vienen a ser una secuencia de complicidades.  Graham le descubre la pintura francesa y Hotmann la médula formal de la antitradición europea.  Imita a Roberto Matta.  Un artista sin grupo, quizá, peo una esponja ávida de sensaciones plásticas.

La conversión personal de Pollock a la pintura, debe mucho a su esposa, la también pintora Lee Krasner.  Willen de Kooning fue una amistad de entonces y después un incómodo contrapunto. Peggy Guggenheim lo invito a la legendaria “Art of his century” y consiguió, nada menos que en 1944 que el Museo de Arte Moderno de Nueva York comprara She Wolf. También con Lee descubrió el abismo del alcohol en el que a la larga habría de matarlo… Un arte gestual, la action painting que quería el crítico Rosenberg y estusiasmó a sus contemporáneos.  Un artista, siempre sometido a múltiples oscilaciones de humor, obsesionado por el psicoanálisis. Su estímulo, sin embargo, lo llevaría a descubrir los grandes formatos y la técnica de pintura envolvente que le ha dado un lugar clave en el arte del siglo XX.  Fue un icono del americano rebelde, instintivo y airado, mal anclado en su tiempo y en su ambiente. Pollock fue un pintor, como decía Antonio Saura de toque bravo,  creador de una pincelada: “brava, untuosa o notable”… Leer más