Un ser a imagen y semejanza

Un ser a imagen y semejanza
Por:
  • Vicente Quirarte

Frankenstein es una novela más admirada que leída. El ícono que el cine creó resulta tan familiar que constituye una ofensa para un símbolo que pretende ser siniestro.  Como sucede con The Lost Paradise de John Milton, donde la figura más atractiva no es la de Adán sino la de Satanás, debido a su calidad de ángel caído, la criatura creada por Víctor Frankenstein no sólo lo despoja de sus seres y valores más queridos, sino, con el paso del tiempo, se ha adueñado de su nombre. Frankenstein evoca de inmediato no al científico, sino al monstruo. Metafóricamente, la palabra Frankenstein denomina un ente fuera de la normalidad o se aplica a una estructura formada por elementos disímiles. En su primera acepción, el diccionario Webster registra el nombre de la autora y la novela, pero al incorporarlo como sustantivo, lo define como “una obra o agente que se vuelve incontrolable para su creador”. Aunque escribió otras novelas y libros de viajes y se convirtió en una pionera crítica literaria, al editar la poesía de su esposo, Mary Shelley ha pasado a la historia de la literatura como autora de un solo libro. Es la mujer que escribió Frankenstein. El desasosiego para sus lectores comienza desde la circunstancia en que nació: ¿cómo pudo una mujer de 18 años concebir la idea de un libro que fundía el mito fáustico con las discusiones más avanzadas sobre el misterio de la vida?

[caption id="attachment_731725" align="alignnone" width="696"] Gráfico: La Razón de México[/caption]

"Mary Shelley ha pasado a la historia de la literatura como autora de un solo libro. Es la mujer que escribió Frankenstein. El desasosiego para sus lectores comienza desde la circunstancia en que nació: ¿cómo pudo una mujer de 18 años concebir la idea de un libro que fundía el mito fáustico con las discusiones más avanzadas sobre el misterio de la vida?”

Ante un nuevo milenio, las preguntas que Mary Shelley se hizo en la espiral del huracán romántico son semejantes a las que ahora nos planteamos para establecer las fronteras entre la vida y la muerte, la intervención del hombre en la naturaleza y los principios éticos que determinan tanto la emergencia de nuevos conocimientos como su aplicación directa en el fenómeno de la vida.

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La obra clásica forma discípulos y obliga a una nueva lectura de sus antecesores. Mary Shelley no fue la primera en hablar de la creación de un ser artificial, pero sí la primera donde un hombre intenta crear a otro ser, a partir de la materia de seres humanos que alguna vez estuvieron vivos. No es la resurrección de un hombre por intermedio de un orden superior o divino, como la de Lázaro, sino la creación de un ser nuevo, de algo que intenta ser transformado en alguien. El rabino de Praga modeló su figura del Golem a partir del barro, materia común para la creación del hombre, de acuerdo con varias religiones. La primera transgresión de Victor Frankenstein es crear un ser a su imagen y semejanza, pero al mismo tiempo distinto al ser que denominamos hombre. ¿Por qué Frankenstein no toma un solo cuerpo y lo reanima? ¿Por qué construye un ser que pretende ser superior a los existentes? ¿Por qué la anhelada simetría se transforma en abominación?

"La criatura creada por Víctor Frankenstein no sólo lo despoja de sus seres y valores más queridos, sino, con el paso del tiempo, se ha adueñado de su nombre. Frankenstein evoca de inmediato no al científico, sino al monstruo”

[caption id="attachment_731727" align="alignnone" width="696"] Gráfico: La Razón de México[/caption]

Para buscar respuestas a semejantes preguntas, conviene recordar las diversas categorías que han tenido lugar la atroz y maravillosa aventura de intentar la suprema de las creaciones. Según advierte Isaac Asimov: “Se han empleado varios términos para referirse a los seres humanos artificiales. Por ejemplo, autómata (que se mueve por sí mismo), homúnculo (ser humano pequeño), androide o humanoide (parecido al hombre). En 1921, el escritor checo Karel Chapek introdujo en su obra teatral R.U.R. el término robot, una palabra checa que significa “esclavo”. El nacimiento de Frankenstein participa de estas tres clases de seres. Como el homúnculo, es producto de la manipulación biológica; como el autómata, nace con ayuda de la tecnología. En términos concretos y simbólicos, la criatura de Mary Shelley sigue “las fases estructurales del proceso creativo divino: modelado de un simulacro, animación a través de un procedimiento basado en la magia de la palabra, rebelión o desobediencia de la criatura y castigo o destrucción de ésta.”

[caption id="attachment_731728" align="alignnone" width="696"] Gráfico: La Razón de México[/caption]

Resulta inquietante que al referirnos a la criatura o monstruo del libro, indistintamente digamos que fue concebida por Mary Shelley y por Víctor Frankenstein. Mérito de la autora ha sido establecer este triángulo equívoco. A partir de los años setenta del siglo XX, surgen las lecturas interpretativas de la novela como símbolo de su sexualidad temprana y su continua y accidentada maternidad. Para Roberto Cueto, dichos estudios son una “metáfora de las angustias de la voz de la mujer que busca la autoexpresión en una sociedad misógina y patriarcal”, o “una suerte de expresión de sus terrores [de Mary Shelley] y depresiones ante el hecho de la maternidad -el miedo ante un hijo imperfecto, el deseo inconsciente de repudiarlo una vez nacido.” Sin embargo, autoras como Anne K. Mellor subrayan el papel de creadora activa —y no de espectadora pasiva— desempeñado por Mary en el llamado círculo de Shelley. Por su parte, Muriel Spark cita el fragmento de una carta del poeta, donde se declara como la primera creación de su mujer: “Nunca antes sentí la integridad de mi naturaleza, sus diversas dependencias, y aprendí a considerarme como un todo unido —en lugar de un conjunto de partes inconsistentes y discordantes”. Y continúa Spark: “los estudiosos de la mente creativa harían bien en considerar al poeta bajo esta luz. Pues en Mary, Shelley encontró combinados por primera vez elementos eróticos e intelectuales. Ella era una mujer con una mente”. Paradójicamente, este sentido de integridad que supera la dispersión, jamás podrá ser experimentado por la criatura de Frankenstein, y dicha carencia será el motivo del odio creciente contra su creador. En su oportunidad, la criatura de Mary Shelley, como el Adán de Milton, se rebelará contra el responsable de su vida una vez que se descubre hecho de materia humana, pero distinto a la normalidad: “Ni siquiera era de la misma naturaleza del hombre”. En otras palabras: me creaste a partir de la materia de los hombres, pero lo que me dio vida no es lo que a ellos se las otorgó. Víctor Frankenstein tiene 20 años la noche en que lleva a cabo su terrible y maravilloso experimento: la misma edad tiene la autora cuando nace la novela. Cinco meses dura la concepción del monstruo: cinco meses después de haber pensado su ficción, nació el hijo de Mary, quien se dio a la tarea de escribir la novela, mientras ejercía la maternidad en su hijo William, de seis meses de edad. Por una de las múltiples y terribles ironías que debería enfrentar a lo largo de su existencia, eligió el nombre de William para el niño que en la novela es asesinado por la criatura. Al año siguiente de la publicación de Frankenstein, en 1819, William Shelley muere de malaria en Roma.

[caption id="attachment_731716" align="alignnone" width="696"] Gráfico: La Razón de México[/caption]

[caption id="attachment_731722" align="alignnone" width="696"] Gráfico: La Razón de México[/caption]

El Dato: Elle Fanning interpreta a la escritora en un filme que se estrena en mayo próximo, bajo la dirección de Haifaa Al-Mansour.

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