Utopía y desengaño: Análisis comparativo de los libros de viajes a la URSS

Utopía y desengaño: Análisis comparativo de los libros de viajes a la URSS
Por:
  • javier-sanchez

La influencia de la Revolución Rusa sobre el mundo fue uno de los acontecimientos de mayor importancia del primer cuarto del siglo XX.

Los sucesos acaecidos entre 1917 y 1921 atrajeron la atención de las sociedades occidentales, convencidas de encontrarse ante el cambio social y político más importante de la historia del mundo desde la Revolución Francesa.

Así lo manifestó el literato español Pedro Garfias, quien interpretó la toma del poder por parte de los bolcheviques y las consiguientes reformas aplicadas en la sociedad rusa como “la experiencia más vasta y de interés más definitivo que ha acometido nunca la humanidad”. Del mismo modo, André Gide señaló en 1935, durante el Congreso Internacional de Escritores celebrado en París, que la transformación ocurrida en Rusia gracias a los sucesos revolucionarios liderados por Lenin ofrecía “un espectáculo sin precedentes, de una importancia inmensa (e) inesperada”.

El Dato: Bernard Shaw, H. G. Wells, Dos Passos, Henri Barbusse, Halldor Kiljan Laxness, Stefan Zweig, Max Aub, Rafael Alberti... son algunos de los autores que visitaron Rusia

Inmersa en una crisis de valores de dimensiones insondables desde finales del siglo XIX por el agotamiento de la fe en el sistema positivista y el convencimiento generalizado de que ni el desarrollo técnico, ni el progreso ni la adopción de los principios capitalistas como criterios rectores del mundo habían sido capaces de generar la felicidad y el bienestar esperados, la comunidad internacional concibió la revolución como la definitiva anulación del sistema de valores decimonónico. La experiencia fue interpretada como un ejemplo para buena parte de las sociedades occidentales, que, además de presenciar la primera implantación práctica de los postulados teóricos de Marx y Engels, veían en lo ocurrido en Rusia la constatación de que otro ordenamiento del mundo era posible. La URSS representaba así una alternativa al sistema capitalista, reprobado y considerado por muchos causante de las graves desigualdades y problemas existentes. De ahí que la Revolución no pueda ser analizada sólo como un mero proceso político, sino, más bien, como un acontecimiento global con ramificaciones de todo tipo. En los órdenes social, económico, moral, artístico, estético o industrial hay un antes y un después delimitados por la Revolución Rusa.

Un amplísimo número de creadores e intelectuales procedentes de todo el mundo se adhirió al ideario comunista y apoyó desde el primer momento los cambios que se estaban produciendo en el país soviético. Escritores como André Malraux —para quien los sucesos de Rusia eran “herederos de la Revolución Francesa” y una forma de “asunción del pueblo”—Jean Paul Sartre, Pablo Neruda, George Orwell, André Gide, Arthur Koestler o Rafael Alberti mostraron su ferviente entusiasmo por la Revolución y por los cambios introducidos por el poder bolchevique. Su apoyo, materializado en manifestaciones públicas, colaboraciones con el régimen comunista e implicaciones ideológicas de sus obras literarias, se produjo en el contexto de las primeras décadas del siglo XX, cuando existía en un amplio sector intelectual la convicción de que el libro, y todo el arte en general, había de instrumentalizarse para la concienciación ideológica de las clases medias y populares. Así se explica que, además de por su carácter cosmogónico, la revolución alcanzara su halo mítico y su condición de utopía materializada gracias a la gran cantidad de comentarios que sobre ella se publicaron en todo el mundo.

Hacia una nueva realidad

Debido al impacto fueron muchos los intelectuales y artistas que viajaron a la URSS durante los años siguientes a los sucesos de 1917 para poder comprobar in situ cuál era la realidad del país y cómo estaban afectando a la sociedad los cambios impuestos desde el poder bolchevique.

El foco de atracción que suponía el nuevo país soviético forjado sobre los escombros de la vieja Rusia fue gráficamente puesto de manifiesto por André Gidé, quien manifestó que “para presenciar la renovación, bien valía la pena vivir”.

Muchos de los intelectuales que viajaron a Rusia escribieron, bien de forma inmediata, bien tras el paso del tiempo, sus experiencias y sus impresiones sobre el país soviético.

 

"Reprocho a la URSS habernos dado gato por liebre al presentarnos como envidiable la situación de sus obreros. Y reprocho a nuestros comunistas haber mentido a los obreros, inconsciente o deliberadamente y en tal caso por consideración política”

 

En algunos casos, como el de Alberti —para quien su estancia en la URSS en 1932 fue “como realizar un viaje del fondo de la noche al centro de la luz”— los testimonios sirvieron para alabar el régimen, relatar al resto del mundo bondades de los sistemas sociales, productivos y políticos instaurados después del triunfo de la Revolución y convertirse de este modo en los “ingenieros de almas” que demandaba Stalin.

La condición novedosa de lo que estaba ocurriendo en Rusia dota a estos libros de viajes de un tono similar al de las crónicas del Nuevo Mundo, en las que los navegantes y los soldados españoles intentaban relatar las características de las nuevas sociedades descubiertas allende los mares. Plantear el fin de las divisiones sociales, la aniquilación del sistema capitalista y la industrialización de una sociedad eminentemente agraria como era la de la antigua Rusia suponía concebir un nuevo modelo tan diferente al convencional.

Pablo Neruda evidenció también este carácter edénico en su libro de memorias Confieso que he vivido al referirse a las sensaciones que le producía el recuerdo de la ciudad de Moscú.

“ Moscú (…) es para mí (…) la magnífica capital del socialismo, la sede de tantos sueños realizados.

Moscú es para mí una fiesta”.

La postura de estos escritores ha sido objeto de numerosas críticas, lanzadas en muchos casos después de 1989, cuando la caída del comunismo permitió un conocimiento global y exacto de las circunstancias que rodearon a la sociedad soviética. La falta de libertad, la violencia ejercida desde el Estado, las necesidades de la población o la absoluta imposibilidad de disidencia fueron algunas de las taras del régimen comunista que se esgrimieron como objeciones a la postura de absoluto apoyo.

Desengaño y crítica

Junto a esta visión mítica y sublimada, existen en la literatura de viajes a laURSS una serie de textos escritos por autores que experimentaron un profundo desengaño al comprobar de primera mano cómo se estaban realizando las transformaciones sociales, políticas y económicas en la antigua Rusia.

En algunos casos, las sensaciones provocadas por el descubrimiento de la nueva sociedad fueron incluidas en libros autobiográficos, como hizo Stefan Zweig, quien dedicó un capítulo de sus memorias El mundo de ayer. Memorias de un europeo a su estancia en Moscú en 1928. En otros, en cambio, la experiencia soviética fue tan intensa y produjo en sus autores una crisis ideológica de dimensiones tan vastas, que fue tema central de todo un libro. Es el caso de, por ejemplo, Retorno de la URSS, compuesto por André Gide en 1937 y ampliado y modificado poco después por Retoques a mi regreso de la URSS.

A pesar de ser la de más tardía redacción y publicación, la obra del francés fue la que más impacto causó en las esferas intelectuales, artísticas y políticas de la época por el fuerte compromiso comunista de su autor hasta antes de conocer la situación real de la Antigua Rusia.

 

"La mínima protesta, la mínima crítica, ya expuesta a las penas mayores, se ve inmediatamente ahogada. Y dudo que en ningún otro país hoy por hoy, ni siquiera la Alemania de Hitler, exista espíritu menos libre, más doblegado, más temeroso —aterrorizado—, más avasallado”

 

La denuncia y el descubrimiento al mundo de la verdadera situación de la URSS parecen ser los dos objetivos primordiales de estos textos, en los que es perceptible la aplicación de lo que Alain Finkielkraut ha denominado “imperativo moral de la memoria”.

Para el filósofo francés, en determinados momentos de la historia caracterizados por su nivel de tensión y dramatismo, los hombres —especialmente los intelectuales y, en general, todos aquellos poseedores de un lugar de privilegio y liderazgo en la esfera pública— que han sufrido o han sido testigos de la violencia, la intolerancia o la opresión han de ser conscientes de sus deberes éticos y denunciar lo vivido por ellos para poder hacer de su experiencia un testimonio de memoria activa al servicio de las nuevas generaciones.

En ese sentido, la obra de estos autores ha de ser concebida como una literatura que ayuda a hacer memoria, para poder entender cómo fueron o cómo pudieron ser las víctimas del régimen soviético, negados de voz y condenados al silencio por la interpretación única de la historia propuesta por los poderes comunistas.

Los libros de viajes a la URSS fueron concebidos por autores que presentan una misma evolución ideológica. Todos ellos partieron de un mismo sentimiento de admiración hacia la Revolución Rusa  y desembocaron en intensa sensación de desengaño al comprobar que el régimen soviético no estaba produciendo las transformaciones deseadas y ni siquiera era el modelo político y social ejemplar que se pensaba.

Retoques a mi regreso de la URSS

Andre Gide

“Ante nuestros ojos vuelven a formarse capas sociales por no decir clases, una especie de aristocracia; no me refiero a la aristocracia del mérito y del valor personal, sino precisamente a la del pensamiento correcto, del conformismo, la cual en la generación siguiente, se convertirá en la aristocracia del dinero. […] ¿Cómo no disgustarse ante el desprecio, o cuando menos la indiferencia, que los que están y se sienten del lado bueno manifiestan hacia los inferiores, los criados, los peones, los jornaleros, e iba a decir: los pobres? […] Esta mentalidad pequeño-burguesa que, me temo, tiende a desarrollarse allá es, a mi modo de ver, profunda y fundamentalmente contrarrevolucionaria. Pero lo que hoy día se denomina contrarrevolucionario en la URSS, no es eso en absoluto. Es incluso poco más o menos lo contrario. El espíritu que es tachado hoy de contrarrevolucionario, es aquel mismo espíritu revolucionario, aquel fermento que empezó por hacer saltar los diques semipodridos del viejo mundo zarista […] Lo que se pide hoy en día es la aceptación, el conformismo. Lo que se pretende y exige, es la aprobación de todo lo que se está haciendo en la U.R.S.S. […] Por otra parte, la mínima protesta, la mínima crítica[…]”

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