Vencidos

Vencidos
Por:
  • raul_sales

El anciano entró a dar su clase desganado; de un tiempo para acá, se había convencido que convencer que no éramos vencidos era inútil. La espiral descendente de su sociedad donde los valores eran palabras huecas y los principios tenían solo la acepción de inicio y no la de piedra angular de nuestro ser nos había dejado en este catastrófico estado que llamábamos vida.

Pasó lista de manera automática, pidió abrir el libro de historia avalado por la secretaría de educación y empezó a leer mecánicamente lo ahí plasmado.

Los integrantes de su clase sabían reconocer, como lo hacen todos los alumnos del mundo, cuando un maestro no tiene ganas de dar su clase lo que, desde su perspectiva de recipiente a ser llenado, es el permiso requerido para hacer cosas más de su interés. Aparte, eran firmes en la postura de afirmar que conocer historia no tiene sentido si ya pasó y eso de que no conocerla nos condena a repetirla era para ellos de lo más absurdo pues cuando se dieron los hechos, no había redes sociales, ni internet, ni televisión HD, ni nada que los alertara.

"Cuando se realizó la conquista de Tenochtitlan, los peninsulares lo lograron gracias a la unión de los pueblos que habían estado bajo el yugo de los Aztecas. 240,000 mexicas murieron a manos de un puñado de peninsulares y sus aliados..."

 Disculpe maestro.- Se alzó una voz dentro de la cacofonía de ruidos de charlas.- ¿Esto es necesario? Gracias a eso es lo que somos ahora.-

El silencio se hizo dentro del salón de clase, no por lo interesante de la pregunta, sino porque nadie hacía preguntas, era una regla no escrita de los alumnos.

El anciano sonrío, se quitó con calma los lentes de lectura y dijo. -La historia la escriben los vencedores.

 Entonces, si es sólo una parte de la verdad. ¿Para qué contarla?

 Para que puedas formarte tu verdad.

 No hay verdad, en media verdad.

En el intercambio de palabras, los alumnos asentaron sus teléfonos inteligentes, algunos incluso escribieron en el buscador "Caída de Tenochtitlan" para saber de que se estaba hablando.

 La verdad -continúo el anciano- es una perla en el desierto.

 En el desierto no hay perlas, es imposible pues no hay mar.

 El desierto fue mar.

La carcajada de burla fue sonora y se propagó como fuego sobre hojas secas.

 Es cierto.- intervino una señorita. -El desierto fue mar. Todo, fue mar.

 Déjenme contarles un cuento - Interrumpió el anciano.

Hace cientos de años, cuando los canales de Tenochtitlan tenían un vívido color rojo gracias a la sangre mezclada con lo que había sido límpida agua y el olor a pólvora, fuego y hierro, impregnaban los antes refrescantes aires del valle. Cuauhtémoc, que era un gran guerrero y mejor estratega, sabía reconocer la derrota y sabía también, que el riesgo de dejarlos vivir era demasiado y el odio entre pueblos estaba demasiado arraigado para que a pesar de que se rindieran, les perdonaran.

Cuauhtémoc llamó a los sacerdotes,a los titici, nahualli e incluso a los tlacatecóltl y les pidió que usaran sus artes para convertir a su más culto y fiel consejero, a su maestro en el calmécac, en el depositario de la esperanza de supervivencia de su raza.

Tres días con sus noches llevaron los preparativos en el templo mientras fuera, se luchaba casa por casa, se sacrificó a los nobles traidores y no fueron suficientes por los que se pidió voluntarios entre los leales y era tanto su amor que todos dieron un paso al frente. Cuauhtémoc con lágrimas en los ojos fue seleccionando y despidiéndose de ellos, uno a uno, su corazones aún llenos de energía vital fueron entregados para prolongar la vida de uno. Vida por vida, cientos de vidas para que uno viviera cientos de ellas.

El fiel consejero lloraba por sus pares, por sus hermanos, por su raza y por el peso de verlos morir mientras él viviría para que sus conocimientos, su historia y su esperanza de resurgir algún día, fuera una realidad.

El 1 Coatl del año 3 Calli del mes Xocotihuetzi la poderosa Tenochtitlan se rindió y Cuauhtémoc fue muerto.

El consejero vagó por su devastada tierra, luchó incontables batallas, fue esclavo, mendigo, soldado, líder, independentista, porfirista, revolucionario, juarista, fue consejero de generales, presidentes, fue precursor de cambios... que no lograban cambiar nada.

495 años han pasado y ha visto morir a amigos y enemigos, lo han tentado para que el tomara las riendas pero esa nunca ha sido su función, su misión, su condena.

La historia la escriben los vencedores y a los vencidos se les enseña como fueron derrotados, se les inculca desde la más tierna infancia que no fueron capaces de defenderse y que no serán capaces de hacerlo, trastocan su psique y su autoestima. El consejero vio generaciones perderse en la indolencia, en la autocomplacencia e inactividad. Supo que debía cambiar eso si quería que su raza resurgiera y se hizo maestro para salvar a los niños de su propia mentira pero era demasiado tarde, fue acusado de enseñar mentiras, vejado por su apariencia, perseguido por reaccionario pero seguía creyendo que la educación como lo había sido antes salvaría a estás generaciones.

Ahora no creía, tuvo tanto tiempo y lo desperdició. Ahora habría que empezar desde cero una vez más. Cientos de años como vencidos solo se podrían revertir si aprendiéramos a vencer.

Los alumnos guardaron silencio e hicieron la pregunta que llevaba años esperando.

 ¿Cómo cambiamos?