Venden por quinta vez el hotel que vio nacer al sexteto de Miles Davis y a Gatsby

Venden por quinta vez el hotel que vio nacer al sexteto de Miles Davis y a Gatsby
Por:
  • marta_torres

El hotel Plaza no fue tan desmesurado como el Waldorf Astoria, ni cobijó la bohemia de Leonard Cohen, Joni Mitchell, Jefferson Airplane, Nico, Graham Nash y Bob Dylan, pero su monumental fachada sirvió como estandarte para la realeza, el glamour y la historia. En sus habitaciones respiró Jay Gatsby, el magnífico arribista, príncipe de la era del jazz, concebido por Scott Fitzgerald.

En Nueva York, donde nada resulta eterno y ningún monumento tiene asegurada la inmortalidad,  parece milagrosa la pervivencia del Plaza. Aunque sea una sombra del hotel que fue. Aunque más de la mitad de sus habitaciones fueran reconvertidas en departamentos. Su singladura es también la de sus especuladores, que lo compraban porque querían poseer el pedazo de hotel más fastuoso de Manhattan y acababan vendiéndolo como si fueran tenderos.

“Ella nunca te amo ¿me escuchas? Solamente se casó contigo porque yo era pobre y estaba harta de esperar por mí. Fue una terrible equivocación”. Jay Gatsby, Línea pronunciada en el Plaza

Como sucede cada pocos años desde que abrió en 1907, el Plaza está en venta. Su dueño actual, Subrata Roy, el multimillonario indio, dueño del imperio Sahara Group, acosado por las deudas y los jueces está urgido por ofertarlo. El Gastby que nació en Araria, no lejos de los bosques de Valmikinagar, donde todavía hay tigres, rinocerontes, búfalos y leopardos, necesita el dinero para apaciguar a sus acreedores.

Antes que de Roy, el edificio diseñado por Henry Janeway Hardenbergh, fue propiedad de la New York Life Insure Company, que pagó 8 millones de dólares en 1943 por él, pero cuyas reformas dignas de un marajá y lo llevaron a la quiebra y acabó por venderlo en el 55 a la cadena Childs, que también lo vendió, en 1975, a Western International Hotels. Todos estos negocios, que figuran en cualquier enciclopedia de la ciudad, alcanzan su punto de fusión en 1988, cuando lo adquiere un multimillonario rubio, colérico y sádico, rey de una telecomedia en tiempo real que protagonizaba 24 horas al día, ídolo del couché y coleccionista de wamps: Donald Trump.

“He comprado la Mona Lisa”, alardeaba el hoy presidente estadounidense.

Trump nombró presidenta a su esposa Ivana, con un sueldo de 1 dólar al año “más todos los vestidos que pueda comprar”. También alardeó de que el hotel incluía varios óleos muy valiosos, aunque nadie supo de qué hablaba, y adelantó su intención de forrar los baños del hotel con ónice, la piedra semipreciosa emparentada con la calcedonia. Trump estuvo obligado a venderlo en 1992 en una de sus épicas bancarrotas.

La propiedad parece maldita. Será porque no han vuelto los días de vino y rosas de la gran fiesta previa al crack de 2008.

La posible venta del emblemático edificio corona las páginas salmón de los diarios neoyorquinos desde hace días, pero el valor de la propiedad, descomunal, no sería nada sin su icónico historial.

Lo que sitúa al Plaza junto al Empire State Building, donde murió King Kong, y Ellis Island, en una diadema borracha de canciones, leyenda y estrellas, es su eterno protagonismo en discos y novelas y su casi inextinguible poder de atracción para los jeques, millonarios y otros dioses menores durante más de un siglo.

En el Plaza grabaron en directo Miles Davis, acompañado por John Coltrane, Bill Evans, Julian Cannonball Adderley, Jimmy Cobb y Paul Chambers (o sea, los mismos ases que lo siguieron al estudio medio año más tarde para registrar Kind of Blue) y Duke Ellington con su orquesta.

Los mitos del jazz tocaron en el salón persa, igual que Josephine Baker, la pantera Dietrich y la elegante Peggy Lee. Enfrente del hotel volvieron a encontrarse Kattie y Hubbell, es decir, Barbra Streisand y Robert Reford, en Tal como éramos, aquella melancólica cinta de Sydney Pollack.

También en Descalzos en el parque, de nuevo con Reford, acompañado por Jane Fonda. Son decenas las películas en las que el Plaza aparece, pero ninguna eclipsará nunca a Con la muerte en los talones, protagonizada por Cary Grant, Eva Marie Saint y Charles Manso, del compositor Bernard Hermann al director de fotografía Robert Burks y el genio de los créditos Saul Bass. Grant, por cierto, vivía en el hotel cuando rodaron la película. Y de ahí hasta llegar a American Hustle, de David O. Russell, con Jennifer Lawrence, Christian Bale y Bradley Cooper.

Sin olvidar que Carmela y Meadow, esposa e hija de Tony Soprano, acudían al hotel cada año para celebrar con una merienda el cumpleaños de la pequeña. Quién sabe si con la hipotética venta alguien recuperará el esplendor perdido, y con las renovaciones no abrirán de nuevo el Oak Room y el Oak Bar, dos de los restaurantes y bares más añorados de una ciudad.