VOLADOS EN SOLEDAD

Volados en soledad
Volados en soledadFoto: Especial
Por:

La cinta envuelve las enormes rejas del parque, “precaución” se lee en las letras negras sobre fondo amarillo... precaución, precaución, precaución. Casi como una mantra dicha para alejar los malos espíritus o los virus que, para el caso es lo mismo en estos tiempos de un dolor callado y un miedo tragado.

Camino en silencio, quisiera que mis pasos resonaran y rompieran el silencio angustiante y expectante pero, la suela de hule se resiste a dejar de ser lo que es, quizá no se ha enterado que debemos reinventarnos, que ya nada será igual... ¡Resuena suela! ¡Que el hule sea piedra!... piedra, hiedra, sidra... no, este año no habrá sidra y mucho menos champaña, es más, así como vamos tal vez no valga la pena celebrar o sí, quien sabe, quizá celebremos que se termina el 2020 “pésimo servicio”. Río solo ante las idioteces que cruzan por mi mente, que más queda que reír, la risa aleja el llanto, al menos por un instante, antes quizá me avergonzara reír como loco o llorar como enajenado, ahora nada de vergüenza, nadie hay que lo vea y lo juzgue.

Recorro el perímetro del parque central, las seis enormes puertas permanecen cerradas y amarradas con la cinta de chillante color amarillo como lo han estado desde hace tres meses, un parque sin visitantes en una ciudad que se paraliza con el toque de queda y solo queda mi andar vacío en un set mudo que recuerda noches de algarabía. Velo el silencio para que no se tenga que guardar silencio.

Un auto pasa a mi lado y los ocupantes me enseñan el dedo medio, saludo universal que denota la buena educación de quien lo esgrime, escuché el bajo ahogado antes que el motor. Y se transforma en un espantoso regatón al bajar la ventana y gritarme un saludo al recuerdo de mi madre. Adolescentes, entiendo que no entiendan, acepto que no acepten, hasta perdono el sempiterno rechazo a la autoridad y las reglas que las hormonas provocan pero, a quienes no entiendo, no acepto y mucho menos perdono, es a los padres de estos jóvenes. Seguramente vienen bebiendo y eso en toque de queda más ley seca tendría suficientes consecuencias pero, aquí no pasa nada, si mis compañeros los detienen, sus conocidos e irresponsables padres les llamaran a mis jefes y mis atentos y siempre bien dispuestos jefes, los dejarán ir con una “enérgica” reprimenda...

No pasa nada, excepto que no salimos de esto y llego cada día temiendo darle un abrazo a un ser querido por mí, por ellos y la sana distancia es ansia. No, no pasa nada excepto que nos odian porque somos el recordatorio de lo que existe sin verse, de lo que no se cree hasta que toca y pasamos del no pasa nada al ¿por qué pasó? Y buscamos a quien echarle la culpa, al que no le atina a los picos, al gobierno, a la suerte pero no, es más fácil culpar al que nos lo recuerda a cada rato, al médico que ojeroso da la mala noticia, a la enfermera que sale de su empleo y acepta cuidar a alguien más porque su sueldo, poco de por sí, ahora parece insuficiente y lo es si se enferma, así que debe trabajar más y eso, aumenta los volados con la muerte, el policía que pide que se respeten las recomendaciones y que sufren la burla que acaban de endilgarme ¿acaso piensan que es por gusto? ¿Por amor a la adrenalina? ¿Qué somos inmunes? No debo quejarme, es mi trabajo y debo respetarlo aunque nadie más parezca hacerlo.

Eso dicen ¿no? Que es nuestro trabajo, que no deben de agradecer por hacerlo y la verdad es que no esperamos eso, al menos yo no, en lugar del gracias me gustaría que no complicaran más las cosas, ya de por sí es terrible como para tener que convertirnos en nana de una sociedad que parece hacer lo contrario al sentido común y un gobierno que parece pensar más en el año electoral que viene que en este perdido ya.

Debería llamar por radio para reportar al auto conducido por adolescentes pero, no quiero, me he sentido mal y por los síntomas seguro estoy contagiado, espero que no y si lo tengo que sea leve pues mis ahorros se reducen a la comida de mañana y un tanque de oxígeno es prohibitivo. Agradezco que el turno de noche hiciera que mi mujer se fuera con mi suegra y se llevara a mis hijos, así no tendré que preocuparme por ser el causante de algo más...

Carajo, estoy seguro que nos contagiamos en esa fiesta que fuimos a detener, una en la que recibimos insultos nosotros e indultos ellos, en la que tuvimos que aguantar gritos cargados de saliva alegando propiedad privada, empujones mientras recibíamos acusaciones de represión. Seguramente fue ahí, en el momento en que me arrancaron el cubreboca y yo traté de sostener a la dama que irónicamente, tenía alcohol suficiente para desinfectar un laboratorio...

No me contagié por irresponsable o por falta de cuidado, lo hice por la irresponsabilidad y la falta de cuidado de otros mientras hacía mi trabajo... ahora solo queda aventarme un volado con la muerte y rogar que me salga águila o sol y agradecer que aquí no jugamos con cara, muy, muy cara o cruz... simple y llana cruz...

Seguro tengo el virus, deberé informar y aislarme en soledad y así, en soledad, rezar por ganar el volado de las probabilidad porque, en caso contrario, estoy desamparado.

No, no quiero muestras de gratitud, hubiera preferido tan solo... sentido común.