Praxedis Razo
Luego de la tempestad poética llovisnista, con la enérgica muleta del inca Roca Rey se deja ver el primer rabo en 9 años rodar en el pandero de Insurgentes, y en la misma tarde las primeras cuatro orejas y rabo recogidos en 27 años por un mismo coleta, desde que Eloy Cavazos le dedicara a Zabludovsky aquella Luz de Luna de Fernando de la Mora, hoy ganadería que tanto ha dejado a desear.
Jefe Arana se llamó el quinto cárdeno de la tarde Xajay, segundo en suerte para el limeño, quien hizo las delicias de los tendidos, que se podría decir que fueron los que consiguieron del juez la nota más alta en corrida de La México.

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Gilberto Ruiz llenó el ruedo de suspenso con la actuación de pañoletas desde su apartado también. Luego de varias temporadas en que el hidrocálido y el peruano se enfrentaban, finalmente el joven Andrés se coloca por encima del autoproclamado primera figura mexicana, un añoso Joselito Adame, a quien le quedó claro que el público manda sobre lo que ve.
Gilio, tercer espada, se llevó otra malatarde consecutiva, luego de su cita en Guadalajara con un Valadez emocionante, pues aquí quiso, ansioso, algo que no consiguió. Primero desentendiéndose con Don Porfirio, luego queriéndole hacer algo al sexto de la tarde, Chilo, mejor estampa en cårdeno claro, aunque mansurrón insoportable, que en nada abonó contra el gran resplandor inca de la noche inesperada.
Muchas emociones en una tarde histórica
El lote completo, de la media tonelada promedio, dio tantos vuelcos como el de Aguascalientes. Menos ostentosa su pastueñez que todas las tardes pasadas de demás ganaderías, apenas con un filón de furia fue que Roca pudo conformar su toreo siempre en violencia, siempre alocada.
No obstante, fue de varios excesos la salida en volandas de Sordo Madaleno a quien le debemos grandes sinsabores, y apenas con estos apéndices recortados por Andrés Roca se endereza un poco su trama como administrador de un local que se ha vaciado notoriamente.
Vaya, pues, como una solitaria hazaña, el dejo de esperanza de esta tarde ante los muchos trabajos de subalternos y monosabios, homenajeados a 91 años de su presencia en nuestro toreo, que requieren, como los numerados, que la fiesta vuelva a ser vista y toreada ante la luz de las casi ocho décadas de un espacio siempre a punto de olvidarse sus para qués.