Bendito seas futbol…

En días de mensajes religiosos, los feligreses futbolísticos hemos disfrutado de un nuevo recital del Disney Barça, comandado por su líder espiritual. El otro Papa argentino, Lionel Messi, sigue maravillando con sus pies y su magia. De tiro libre o hasta de penalti —suerte en la que suele tener números bastante terrenales— con pases geniales o fintas que se valen hasta del árbitro, lo del crack de nuestros tiempos es inigualable, con perdón de un monstruo como Cristiano Ronaldo.

Somos afortunados de disfrutar la plenitud de un jugador de los que la historia hará eco eterno, y por si no bastara, rodeado de la mejor manera posible.

Lo increíble es que aún haya quien se resista a semejantes encantos. Tendría que ser un neófito del futbol, un desertor de la Iglesia de la pelota, el que renegara de los atributos de uno de los mejores futbolistas de la historia. De que los hay, los hay.

Ahora resulta que ejecutar un penalti, como Cruyff en el Ajax en 1982, resulta una ofensa al buen gusto, una burla al adversario, y no un recurso para aprovechar el manchón del penalti, ese desde el cual el Barcelona no ha tenido el debido aprovechamiento tras fallar seis de los anteriores 14 penaltis que ejecutó.

Messi posterga su gol 300 para cederle el tanto a Suárez, y resulta que lo hace —según mentes maquiavélicas— para ayudar al uruguayo en su lucha por el Pichichi contra Cristiano Ronaldo. O sea, no falta al que se atreva a pensar que todo lo planeó para afectar al portugués. Cuánta pequeñez mental.

En estos tiempos de súper profesionales, el tridente ofensivo del Barcelona se encarga de devolver el balón de lujo al barrio bravo y pícaro.

Messi, Neymar y Suárez nos recuerdan que el futbol es un juego, que hay que divertirse para divertir y que aún en las pistas más rimbombantes de Europa, los mejores bailarines son ‘sudacas’, que emergieron de la pobreza o sus alrededores.

Bendito seas futbol por entregarnos muestras cotidianas de divinidad…

witkerjor@yahoo.com

Twitter: @JorgeEWitker