Fraternidad y destreza, Ventura y Gamero quedan con un triunfo

Fraternidad y destreza, Ventura y Gamero quedan con un triunfo
Por:
  • larazon

Frío lluvioso, desalentadora la tarde trece de la temporada. Andaluz, Diego Ventura, charro, Emiliano Gamero y remendado el ganado de Los Encinos por accidente de desembarque, principió incierta por aguacerito una corrida sin entrada.

Notario, 485 de peso, acucharado largo rabón fue recibido pe Bombón y la montura de Ventura para el primer rejón de castigo. Listón entrepelado rodaba cómodo con la lluvia arreciando cuando con Bronce, caballo bayo, a una distancia muy corta, el rejoneador emocionaba con sus banderillas largas, alebrestaba con la grupa.

Cuatro rehiletes después, muy buena actuación al violín, colocó tres banderillas cortas al hilo y en redondo y, abrupto, colocó un espadazo final con muchos recursos y efectos instantáneos. Se desmontó el portugués y se despidió de su cornúpeta con un sentido beso. Enrique Brown inició enfadando al público y al torero a caballo otorgando solamente un trofeo, aunque una vuelta al ruedo.

Arriba de Ilusión, un dorado corcel, salió avivado un Gamero más emotivo que su bicho, Buen amigo, cárdeno rabicano de 480 kilogramos y fuerza muy justa, distraído rabonsón, poco más alto que su hermano precedente, pero corto, abadanado y querencioso. Déjá vu, Hijo del sol, Jaque Mate y Glamour fueron los caballos que montó en los tercios, pesados, dificultosos con un toro desentendido, al que concluyó con un espadazo sin oreja mayoritaria, de vuelta a la arena, eso sí.

El dato. Ésta es la primera vez que se da un mano a mano de caballo.

Girón entrepelado, morrillazo el de Anfitrión y su casi media tonelada vio la luz y se encontró con el primer rejón de castigo al galope de salida, inédito, temerario abordo Ventura de su Joselito. Montado de Bronce provocó ovaciones con un recule y su banderilla larga, pero levantó pitos cuando sacó una muleta, muy deslucido. Todo acabó con un metesaca por demás defectuoso, pero efectivo ante el aplomado, aunque espectacular de cara encino.

Cortés, bragado anovillado de armas, pero de peso cinqueño, 515 kilos, fue el cuarto de la apresurada y húmeda tarde, segunda suerte de un Gamero ganón, que, a pesar de su lentitud y paradez, provocó a los tendidos con un par de banderillas largas que quebró, heterodoxo, con su prieto Adame a cuestas ante un zapatito de toro que evadía cualquier encuentro, saliendo siempre a contrario. Padilla fue el caballo del tercer tercio, el de la conclusión que llegó mala, con un toro un punto venido a más, con dos pinchazos y un aviso con la cruceta, y había brindado cariñosamente a su rival peninsular. Emiliano se metió al callejón advirtiendo al respetable que su siguiente morrillo sería su consagración.

Protestado por su avacada estampa, rabo acardenado de apenas 480 de fuerza y desinterés, Agradecido salió bardeando las tablas, tocado del pitón izquierdo. Ventura le confió una vara para azuzarlo y no le salió, pero fue subiendo de tono hasta llegar, luego de exhibir el caballero a su tordillo chancaco, Gitano, a Dólar, que sin cabezada, se dirían desnudos torero y caballo, colocó a dos manos los rehiletes largos de aplauso que precedieron la actuación de Prestigio y sus levantadas. Sin buen último tercio, quedó el estoque en el rizado lomo del ojitos de perdiz.

A Gamero le quedaba Cerrajero, de la norteña ganadería de Julio Delgado, castaño de pelaje, pesado de quilataje, 557 kilogramos, paliaperto y corto de pitones, bajito de estatura, reunido de carnes. Aprovechando todos los terrenos, codicioso Emiliano, le buscó todos los perfiles a la cara del rancho de La Concepción, ojinegro de esplendor frente al que se distrajo agradeciendo al tendido de sol. Empiruetado, enamorado de sus cabalgaduras, Gamero arriesgó todo, se dejó tocar por el toro, muy de cerca, descarado.

Apostando con Padilla a la grupa, también le despojó del bocado para entrar, excepcional, con la última larga. Sin fuelle, el bichón se dejó colocar las flores de banderillas cortas, y, luego de desarmar a un subalterno dando el pecho donde no, no hirió sólidamente al cierraplaza que encendió los ánimos de un Emiliano que casi se iba con las manos vacías, pero entre vahos se le concedió al fin.

A 73 años de una gran bronca en La México

Un 19 de enero, pero de 1947, ante un llenazo, Lorenzo Garza protagonizó la que será recordada como la más grande batalla que se ha entablado en la Plaza México al enfrentarse a un valiente que desde el primer tendido de sombra juzgó mal lo que el regio coleta hacía en la arena, expresando una recia mentada de madre al de estoque que, ni tardo ni perezoso, lo amenazó con la toledana a que lo encarara en el callejón, en medio del tercer tercio del sexto de la tarde, luego de sendo rabo que había cortado previamente un Manolete en su punto al bragadito Boticario del fierro bravo de San Mateo.

Cuando Garza, también conocido como “Ave de tempestades”, estuvo a punto de subirse a la barrera insultando a diestra y siniestra al personaje que lo arengaba comenzaron a llover cojinazos por todos lados y el respetable, caliente, comenzó a tranquearse sin distingos. Granaderos, gases lacrimógenos y balas al aire finiquitaron la corrida en que Lorenzo trasnoche en charola y nadie notó que Vizcaíno, sutil tercer espada del cartel, pegó un estoconazo al toro de la bronca.

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