La Fiesta Grande arranca con varias caras y sinsabores

La Fiesta Grande arranca con varias caras y sinsabores
Por:
  • praxedis_razo

Álgida la eterna tarde, el primer cartel fue dedicado a don Heriberto Lafranchi, historiador y entrañable juez de plaza que el sábado 10 de noviembre dejó de existir. Con un lleno en los tendidos, la trama inició con una vuelta al ruedo en denuesto al antitaurinismo por parte de todo el cartel de la tarde y allegados; trabajadores que piden públicamente no sojuzgar el mundo del toreo.

De la ganadería de Enrique Fraga surgió de las sombras Incansable, un meano de muy buena casta y hechuras con 476 kilos de mucha presencia, al que los rejones de Diego Ventura le armaron bonito lío, de cerca, arriesgado, lucidor, recortando con las grupas de su caballo lusitano Oro, con la cara del tordillo Toronjo. Herido en lo más alto, el rabón de Fraga fue a parar en un descabello muy eficiente del rejoneador.

El dato: 2 Toros de rejones han sido indultados en la historia de La México

Su segunda suerte, la estampa de jabonero, Fantasma, de 487 kilogramos de bravura, dio a la tarde sus mejores momentos, un poco por la solvencia del de a caballo y sus rocines, otro tanto por la dureza y el celo del de Fraga, que no paró de rodar, sin humillar, todo su rejoneo, poniendo en alto el fierro bravo que lo acuñó, saliendo avante e indultado sin muchas dudas.

[caption id="attachment_825576" align="alignright" width="234"] Fantasma engalanó la tarde de altibajos; se fue indultado con la prestancia de su rejoneador, Diego Ventura.[/caption]

Dorábase la tarde y el negrazo y bajito Don Luis, cuatreño ya del hierro Barralva, y sus 514 kilogramos de puras patas, tocaba en suerte a las calmadas verónicas, las luminosas medias verónicas de un rechiflado Enrique Ponce, magenta y hojas de parra adornándole el bordado, que inició su tercio de muleta andando la plaza, desinteresado al paso de embestidas con un cambio de mano inesperado.

La lidia no fue a más, al natural y por el pecho, jugando con los vuelos de la muleta, el valenciano tuvo una faena muy enfrentada con los tendidos que, ya hace rato, no le toleran ni una ponciña más. La estocada desprendida y trasera acusó pronto y le colgó una inmerecida oreja a Ponce, que Jorge Ramos apresuró ante la dividida opinión, ante la cual desfiló con cinismo el matador, con todo y fanfarrias que quisieron apagar los abucheos.

Malagueñito y sus 515 kilos de zaino y encaste fue la primera suerte de Octavio El Payo García. El bichazo llegó al borlote con los hermanos Morales, picadores que se la vieron difícil en su primer tercio, igual que Luis Alcántar, de banderillas dudosas en su segundo tercio. Con gran contundencia, el rubio García pasó por sendos naturales, pero luego del primer desarme todo fue cuesta arriba para el queretano, que se la jugaba, voluntarioso, ante un toro que se le fue vivo, incomprendido, dándole a sudar el terno.

Con larga cambiada de hinojos, en tablas, Clavellero y sus 470 kilos de fiereza, fue recibido por Luis David Adame, tercero de la tarde que se dedicó a lucir al quite por gaoneras impávidas un primer momento, para darle a Gustavo Campos un reluciente par de banderillas y permitirle unos largos y sentidos cambiazos a su matador, quien malpinchó para no redondear su suerte.

Abuelo, bajito bragado andarín, tocado de su lado zurdo y su media tonelada de puro suelto, fue la segunda suerte de Ponce; mala suerte que comprometió los dos primeros tercios y no dejó posar al figurín de magenta en ningún momento y hasta el fin, desajustado, deslucido.

Quinto malo, Licenciado, bragado melenudo enmorrillado, cortito de 475 kilogramos de fijeza, dio pelea a la puya de Érik Morales, pero no más que una media verónica le arrebató su matador de azul hielo, El Payo, antes de la suerte de rehiletes que alumbraron la noche para malherir el muslo del rubio, que ya no pudo pasaportar su suerte. Ponce, siguiendo el reglamento, finiquitó al de Barralva, renovando los pitos para su espada.

Con Desde arriba, mansazo capacho bragado igual de media tonelada, Luis David Adame, y su nacarado y brillante vestido, concluía la variopinta primera tarde grande con un par de tandas de naturales y unos redondos que persiguieron a lo poco que le quedó de burel, después de un aparatoso primer tercio que puso a salvo el picador Daniel Morales, bien salido al pandero a recoger su aplauso. Al final el barralvito se paró ante la daga del puntillero, revolcándolo.