Ortega corta dos orejas en la décima corrida

Ortega corta dos orejas en la décima corrida
Por:
  • larazon

Por Guillermo Rodríguez

Las bajas temperaturas en el Valle de México no impidieron el segundo festejo taurino del presente año, décimo de la Temporada Grande, en el que el tlaxcalteca Rafael Ortega cortó dos orejas en su primer enemigo y se llevó la fria tarde en la Plaza México, donde se lidiaron toros de Teófilo Gómez.

Los alternantes, el francés Sebastián Castella y el mexicano Fernando Espíndola, entibiaron el ruedo con sus actuaciones, sin conseguir trofeos.

Ortega, en su primero, realizó faena completa en los tres tercios. Con el capote lució con verónicas. Colocó banderillas y, con la muleta, efectuó tres tandas de lucidos muletazos. Empezó la brega con dosantinas y, tanto con la mano izquierda como con la derecha, ejecutó finos y largos pases en redondo coreados por el respetable. Mató de certero estoconazo que dobló al morrillo, mas en el intento fue enganchado con el pitón derecho, que le provocó severo golpe en la pierna izquierda, sin consecuencias. Recibió merecidamente dos orejas y dio vuelta al coso. En su segundo toro no tuvo la misma suerte que con el primero.

Por su parte, Sebastián Castella obsequió al respetable una bella lección de elegante toreo que en mucho tiempo perdurará en el recuerdo de los aficionados. Con Maestro, el galo contribuyo a encender la plaza con gritos y olés. Excelente y noble toro que acudió al matador en todas las suertes, lo mismo chicuelinas ceñidas que dosantinas antiguas. Con la derecha y la izquierda, el burel respondió y nunca doblegó. Mostró bravura con los caballos. Su fino y elegante trasteo fue el mejor regalo. Su esbelta figura con los pies siempre juntos, al centro del ruedo, fue garantía del trabajo artístico y así justificó por qué recientemente salió a hombros en Las Ventas, de Madrid. Pero si la muleta estaba embrujada, la toledana fue de palo. Falló en dos ocasiones al matar y perdió orejas y posiblemente rabo. Recibió el calor del público y dio vuelta al ruedo.

En su segundo, el publico abucheó al morro; Castella aguanto el rechazó y la autoridad, inmutable, ordenó seguir la lidia. El francés aprovechó que el repudiado burel le ofrecía oportunidad de sacarle raja, sin embargo Pacheco no garantizaba nada, Falló nuevamente con la espada. Con el de regalo, Consejero, brindado a la afición, por tercera ocasión, la espada le robó los trofeos y se conformó con las palmas.

fdm