Sin toros de lidia da inicio, fría, la temporada grande

Sin toros de lidia da inicio, fría, la temporada grande
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  • praxedis_razo

De Julián Hamdan, cabeza y rabo buenos, lustrosos y galantes, De todo corazón, zaino estrellado, fue la primera suerte cuatreña de temporada en tronar en el caballo de César Morales, encelado con toda su badana y puntas afinadas. Pequeño y corto de ni la media tonelada, también de mucho recorrido, medio lució, lento al quite por saltilleras sin solera, que la alternativa de veinticuatro años, José María Hermosillo, obispo y flores en oro, decidió propinar antes de los rehiletes de Juan Ramón Saldaña y Christian Sánchez, que recogieron los primeros aplausos de la concurrencia.

Ya en el tercio de la hora, solamente por derecha y muy cuidado respondía bien. Inmerecidos oles iba recogiendo por naturales el hidrocálido, con rumbo sin fijar, y del centro se fue haciendo de pura sombra hasta llegar, luego de un estatutario pasecito inclemente, pero reconocido, a un espadazo hondo sin pudor que le impuso el primer trofeo de la grisácea luz vespertina de la temporada con su vuelta y fanfarria novatadista.

Diego Ventura, por rejones, quería ocasionar el mismo resultado de la temporada pasada. Así cabalgó a Bisnieto, de Fernando de la Mora, un atemperado distraído de 556 de peso y banderillas que le reacomodó el de a caballo, que en todo momento le buscó una embestida que no tenía el burel. Ni con el gesto de soltar los arreos en su tercer jamelgo, Dólar, pudo sostener el pésimo final con algunas despistadas palmas.

Rajado, acaso mejor presentado que los dos primeros bostezos de la tarde, Recuerdo indeleble, hamdan negrazo bocinero de algún morrillo fue para la mucha expectativa de Antonio Ferrera, olivo y reflejos dorados, un débil falto de nobleza. Complicado en la pica de Héctor Delgado, enrollado en el segundo tercio, el asombrerado de pitones no quiso hacerse de la muleta impaciente del bunyolés y, sin dejar de mugir, acabó su inútil presencia en la primera tarde que no iniciaba aún.

El dato. Hermosillo confirma dos años después de haber sido triunfador del serial novilleril en la temporada chica de La México.

Deshonesto de nombre, Noble linaje, cornidelantero bajo, rabón corto no tardó tampoco en acusar ajustada fuerza, a pesar de la banderilleada que el segundo espada, Leo Valadez, oro y turquesa, le quiso poner con entusiasmo, mientras acomodaban los reflectores deslumbrando a los tendidos. Sin emplearse se paseaba en la tela el tonelaje rebrincón, pero algo en la entrega del juego por la espalda de Leonardo iba quedándose en la atención del numerado; pero el rey de la fiesta no se veía en el pandero para cuando empezó la rechifla.

Cárdeno, meano, con mucha cara y poco recorrido, Gandinguero de la casa brava Marrón apareció sin reseñar para un Ventura que porfió frente al más soso y pesado de la tarde. El portugués cambió de discurso caballar toda su faena. Irreconocible, se quedó con dos palos por rejones mal puestos y, para concluir, buscó a otro manso que nunca advirtió sus llegadas. La noche ya tapaba el frío y la temporada seguía sin comenzar.

Todos somos uno, lindo de arboladura, galopante, aparentemente tocado de su delantera derecha, fue reclamado por un público caprichoso, y Ferrera no tuvo más que conformarse con el reserva, Sueña en grande, corpulento cariavacado de 530 kilos de entrepelado y pura mansedumbre, que todo lo empeoró para el matador que venía con vuelos.

Otro rajado, meano entrepelado, nevado de sus cuartos traseros, cornivuelto astifino de 522 kilos no logró entonar con Valadez, por un lado por haberse lastimado al intentar comerse el callejón; por otro, porque parecía que Julián Hamdan no había traído lidia para la inaugural. Pasándose de faena, demasiado embebido en la desestructura, lo mejor del séptimo de la noche nublada fue como se salvó dos veces el coleta.

El cierraplaza para el confirmado, Ley de vida, musculoso entrepelado, alto, y sus 546 kilogramos llegó al palitroque de Morales con toda la fuerza que traía, al par de Juan Ramón Saldaña y su habilidoso recorte doble con pretensiones de ser un relance de peso; único pase que hubiera valido en una de las peores inauguraciones de La México, porque el noveno, Tabano de San Isidro, regalo impuesto del rejoneador, pasó como la obviedad circense esperada y desesperanzada.

Larga, mansa, porfiada tarde, inauguración de ferial mayor

Luego de una tan desangelada como apremiante temporada de novillos en La México, la tormenta que varias tardes recayó en los jóvenes espadas a lo largo de nueve tardes, de septiembre a octubre, se hizo presente ayer, a manera de metáfora y en lo literal con los cojines, en la primera cita de la temporada grande. Mal puesta, de un involuntario, queremos creer, desinterés para elegir los bureles a lidiar por parte de los organizadores ganaderos y empresa, con un frío desalentador abrieron las puertas del coso de la Nochebuena sin demasiado que esperar. Una de las peores inauguraciones de la fiesta brava tan esperada por su público aconteció anoche, con toros que de mansos y sosos lo tenían todo, desde la estampa, y no dejaron estar a los matadores que, se entiende, están en la mejor disposición de triunfar. Por si fuera poco, Diego Ventura llevó ya a extremos su actuación.

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