OFICINA DE OBJETOS PERDIDOS

Secuestro positivo

Secuestro positivo
Secuestro positivo Foto: Cortesía del autor

La tarde del lunes 11 de junio de 1934 salió del imponente edificio que domina la esquina de 20 de noviembre y Venustiano Carranza empuñando una ametralladora. Le quedaba un poco grande el sombrero, pasaba de la mitad de su frente y le escondía los ojos en una sombra ya oblicua, ya horizontal, según hacia donde dirigiera la mirada.

El auto tenía el motor encendido, ambas portezuelas abiertas y su chofer, como un soldado, esperaba rígido a que lo abordaran. Entró con su acompañante y se pusieron en marcha.

Un resplandor iluminó el capó por dentro. Llevaba la ametralladora en el regazo y no le quitaba los ojos de encima.

—Es mejor que no lleves eso contigo cuando bajemos—le dijo su acompañante.

Elevó el ala del sombrero con el dedo índice para responderle con una mirada desconfiada. Llegaron a su destino, una casa blanca de dos pisos en la colonia Roma. Aparcaron justo enfrente del zaguán. No lo alertó el chirrido de un par de llantas en la esquina. Cuando intentó reaccionar, una manaza ya le tapaba la nariz y la boca con un trapo humedecido. A su acompañante lo despacharon con un cachazo en la nuca. El trapo, impregnado de algún solvente, lo mareó hasta el desmayo. Antes de perder la conciencia alcanzó a ver el destello de su ametralladora en la parte trasera del auto.

Una nota a ocho columnas consignó al día siguiente los hechos:

¿TENEMOS YA EN MÉXICO PLAGIARIOS DE NIÑOS? UN HECHO DE ESTA ÍNDOLE SE REGISTRÓ EN PLENO DÍA EN ELEGANTE COLONIA

No parece que se trate, en el caso, de desavenencias familiares, tan corrientes en estos días, sino de un secuestro positivo.

Un escandaloso plagio en pleno día fue cometido en la Colonia Roma. Y a juzgar por la atribulada madre del niño Roberto Sánchez, de siete años de edad, declaró en las oficinas de la 8ª Delegación, parece que no se trata de “líos familiares”, como ha sido muy común en la mayoría de estos casos: un padre o una madre separados de sus hijos por desavenencias en el hogar acuden a actos violentos por ver a éstos llevarlos a su lado.

En el que nos ocupa, parece que no hay nada de ello o cuando menos así se hace aparecer, por lo que surge la duda que posiblemente hará entrar la angustia entre los capitalinos: ¿Tenemos plagiarios? ¿Se inicia la industria de este negocio infame?

El caso es que la señora Deifilia Ramos de Sánchez, que vive en la calle número 24 de las calles de Minatitlán, acudió atribuladísima a denunciar la desaparición de su hijo, a las oficinas de la 8ª Delegación, relatando los hechos de la siguiente forma: “Acompañó a su padre a comprar un traje en el Palacio de Hierro, su padre le había prometido que irían y le permitimos ausentarse del colegio. Sólo volvió mi marido, que entró con la cara escurriendo de sangre y dando gritos que tardé en comprender”.