30 años de generación

30 años de generación
Por:
  • carlos_velazquez

Si creen que Mumm-Ra es inmortal es porque no conocen a Carlos Martínez Rentería. Generación, la revista que encabeza, cumple tres décadas. No se me ocurre logro semejante con que comparar tal hazaña que los seis campeonatos de Jordan con los Toros de Chicago.

Hace unos días, en una comida en compañía de otros escritores, los convocados reconocieron que todos (o casi) habíamos pasado por sus páginas. Pocas publicaciones pueden presumir de haber anidado a las mejores plumas de esos treinta años. A diferencia de otras revistas, reservarse el derecho de admisión no forma parte de su criterio editorial. Lo mismo ha albergado a Juan Villoro, José Agustín, Guillermo Fadanelli o Eusebio Ruvalcaba que a autores desconocidos.

No es mi intención abrumarlos por millonésima ocasión con la historia de lo tedioso que fue crecer en provincia, pero alegaré en mi defensa que gracias a Generación la vida era menos aburrida. Recuerdo un ejemplar en especial. Incluía un relato de Jack Kerouac. “Escenas de Nueva York”, del libro Lonesome Traveler. Sin Amazon, sin librerías, sin visa, era un salvavidas para no ahogarse en la arena de tanta tolvanera.

Era una época en que no tenía obligaciones. No pagaba pensión, clases de piano, renta, etcétera. Contaba con todo el tiempo del mundo. Y las revistas eran una parte importante de la cotidianidad. Recuerdo no sin melancolía cómo babeaba en los puestos de voceadores. No me alcanzaba el varo para comprarme todas las revas que quería. Paradójico, hoy me frustro porque tengo dinero pero no se me antoja casi ninguna publicación.

Aquellos días podía consagrarme por entero a la lectura. Leí las revistas de principio a fin. Con el tiempo ese deleite se arruinaría para siempre. En parte porque uno crece y contrae compromisos y en parte por culpa de los malditos smartphones distractores.

"El verdadero logro de estas tres décadas es contradecir el discurso oficial de manera puntual".

Cada cierto tiempo veo en Facebook que alguno de mis contactos pone a disposición de quien quiera su colección de revistas. Otros simplemente las tiran a la basura. Yo me resisto a deshacerme de ellas. Tengo un clóset atascado. Entre las cuales hay bastantes números de Generación. Si Carlos Martínez Rentería ha aguantado treinta años qué derecho tengo yo a botarlas. Forman parte de mi educación sentimental. No suelo ser acumulador, pero estas revistas son el recordatorio de una etapa feliz de mi vida. Y me cuesta decirles adiós. No importa que ya no sea más esa persona.

Como le ocurre a muchos personajes, hoy Carlos Martínez Rentería es más célebre por sus entradas y salidas del hospital y su afición a la fiesta. Pero detrás de su dipsomanía está un hombre comprometido con la contracultura. Y vaya que ha pagado el precio. Generación es una revista que ha contado con muy poco apoyo. Mientras otras publicaciones reciben publicidad gubernamental, Carlos ve pasar el dinero de largo. A cambio ha tenido la libertad de publicar lo que ha querido sin autocensurarse. Ha tocado los temas más espinosos para la agenda política. El verdadero logro de estas tres décadas no es imprimir una publicación, sino contradecir el discurso oficial de manera puntual.

Todos los que conocemos a Carlos nos hacemos la misma pregunta. De qué vive. Cómo mantiene sus vicios. Cómo sostiene la revista. El misterio permanece intocado. Sólo algo saca uno en claro. Nadie podría hacerlo mejor. El formato de Generación sigue siendo mi favorito para acercarme a la lectura de una revista. En la salud, pero más en la enfermedad, de pie y en silla de ruedas, Carlos ha mantenido a flote Generación. Es un ejemplo perfecto de matrimonio exitoso.

No recuerdo la primera vez que vi a Carlos en persona. Pero sí que me sorprendió su vitalidad. Esa misma vitalidad anima las páginas de Generación. No importa el estado en que se encuentre, su incansable labor es seguir fomentando el diálogo. El país se ha estado cayendo a pedazos desde que Carlos fundara la revista pero le vale madre. No va a tirar la toalla. Obvio que en algún momento el relevo generacional será necesario. Y ya se perfila como continuador su hijo Emiliano Escoto. No creo que vaya a pasarle lo mismo que a Chávez Jr. Se ve que sí va a dar el ancho. Y llevará la revista a una nueva época, igual de chingona que la que heredará.

A Carlos me gustaría decirle que celebrara por todo lo alto estos treinta años, pero el cabrón lleva haciéndolo todos los días desde que salió el número uno. No ha parado de publicar ni de festejar.