Annabel Lee y otro poemas

Annabel Lee y otro poemas
Por:
  • antonio rivero

VERSIÓN DE ANTONIO RIVERO TARAVILLO

ILUSTRACIONES DE KIKE DE LA RUBIA Y NEREA PÉREZ

Un sueño dentro de otro sueño

Ten un beso en la frente,

y, al alejarme de ti ahora,

déjame confesar solo esto:

no estás equivocada si piensas

que mis días han sido un sueño;

mas si la esperanza ha volado

en una noche, o en un día,

en una visión, o en ninguna,

¿acaso se ha ido menos?

Cuanto parecemos y vemos

solo es un sueño dentro de otro sueño.

Estoy de pie, en medio del rugido

de una orilla herida por las olas,

y mi mano contiene

granos de la dorada arena.

¡Qué pocos! ¡Cómo se deslizan

entre mis dedos a lo hondo,

mientras yo lloro, mientras lloro!

¡Oh, Dios! ¿No puedo salvar

uno tan solo de la inclemente ola?

¿Es cuanto parecemos y vemos

tan solo un sueño dentro de otro sueño?

El lago

En mi tierna juventud fue mi sino

frecuentar un lugar

de todo el ancho mundo

que no pude por menos que querer,

tan encantadora era la soledad

de un lago agreste rodeado de rocas

negras, y de pinos dominándolo.

Mas cuando la noche tendía su velo

sobre ese lugar, igual que en todos,

y pasaba el místico viento

murmurando melodías,

entonces, oh, entonces despertaba

al terror del lago solitario.

Pero el terror no era miedo,

sino un trémulo goce, un sentimiento

que una mina de piedras preciosas

no me enseñaría o sobornaría

para definir. Ni el amor, aunque fuese el tuyo.

La muerte estaba en esas ponzoñosas

ondas, y en su seno una tumba en consonancia

para aquel que podía hallar solaz

allí para su sola fantasía,

cuya alma solitaria pudo hacer

un edén de aquel lago apagado.

A alguien en el paraíso

Tú eras para mí, amor, todo aquello

por lo que mi alma suspiraba,

una isla verde en el mar, amor,

un manantial, un sepulcro,

con guirnaldas de frutos y de flores

mágicos, y las flores eran mías.

¡Ah, demasiado brillaba aquel sueño para durar!

¡Ah, estrellada esperanza, que te alzaste

para nublarte!

Una voz del Futuro exclama:

“¡Adelante! ¡Adelante!”, mas se cierne

sobre el Pasado (una sima sombría)

mudo mi espíritu, inmóvil, espantado.

Pues, ay de mí, ay de mí, que conmigo

¡la luz de la Vida se termina!

¡Jamás, jamás, jamás

(ese lenguaje esgrime el mar solemne

contra la arena de la orilla)

florecerá el árbol que hendió el rayo,

o el águila abatida volará!

Y todos mis días son trances,

y todos mis sueños nocturnos

están donde tus ojos verdes miran

y allí donde relucen tus pisadas...,

en qué danzas etéreas,

junto a qué eternos arroyos.

El silencio

Hay cualidades, seres incorpóreos

con una doble vida, que está hecha

de esa entidad gemela que es creada

de materia y de luz, sólido y sombra.

Hay un silencio que es doble, mar y orilla,

cuerpo y alma. Uno habita soledades

que ha cubierto la hierba; los recuerdos,

o las gracias solemnes o las lágrimas

borran su horror. Se llama Nunca Más.

¡Al silencio corpóreo no le temas!

En sí mismo no alberga maleficio,

mas si un premioso azar (¡inoportuno!)

te lleva hasta su sombra (elfo sin nombre,

que acecha en las regiones que no ha hollado

planta humana) ¡encomiéndate a Dios!

Annabel Lee

Hace muchos muchos años

en un reino junto al mar

vivía una doncella a quien quizá

conozcáis como Annabel Lee

y esta doncella no vivía con otra idea

que amarme y ser amada por mí.

Yo era un niño, y ella era una niña

en este reino junto al mar,

pero amábamos con un amor más que amor

mi Annabel Lee y yo,

con un amor que los serafines del cielo

nos envidiaban a los dos.

Y por este motivo, ya hace mucho,

un viento sopló desde una nube, helando

a mi hermosa Annabel Lee,

así que vinieron sus nobles parientes

y la apartaron de mí,

para encerrarla en un sepulcro

en este reino junto al mar.

No tan felices en el cielo, los querubes

no nos dejaban de envidiar.

¡Sí! Por ese motivo (como todos saben

en este reino junto al mar)

vino el viento una noche de una nube

helando y matando a mi Annabel Lee.

Pero nuestro amor era mucho más fuerte

que el de aquellos mayores que nosotros,

de tantos que eran mucho más sabios,

y ni los ángeles arriba en el cielo

ni los demonios del mar en su confín

podrán jamás mi alma escindir

del alma de la hermosa Annabel Lee.

Pues jamás riela la luna sin que sueñe

con la hermosa Annabel Lee,

y jamás salen las estrellas sin que sienta

los brillantes ojos de Annabel Lee;

y así toda la noche yazgo al lado

de mi amada, mi amada, mi vida y esposa,

en el sepulcro aquel junto al mar,

en su tumba junto al sonoro mar.