Automatic en México

El corrido del eterno retorno

Automatic
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Caminaba con La Paleta Payaso por la Roma cuando nos topamos al Negro Fake con su Sugar Daddy. Nos lo presentó como su tío, el muy cínico. Ay sí, ajá. El don tenía la tez blanca y los ojos de color. Plus: boleto VIP para Bauhaus, playera oficial incluida, y noche de hotel. El Negro Fake se negó a echarse una chela con nosotros, para que no descubriéramos que su tío postizo es su pimpeador. Como si no supiéramos que siempre ha sido bien mayate.

Faltaba un chingo para el concierto. Para matar el tiempo, mientras esperábamos a que cayeran las cortesías, nos bajamos unas micheladitas en una marisquería, sin alimentos, sólo alcohol. Y no sé si es por la percha o por solidaridad etílica, nos regalaron dos mezcales peleones tamaño jumbo. Estaba emocionado, era mi regreso a los toquines. El último al que asistí fue en enero de 2020. Y tocaba Automatic, un trío postpunk de morras que es mi banda favorita de este año, junto con Sweeping Promises.

Pasamos de tener todo el tiempo del inframundo a que se nos hiciera tarde por quedarnos a chelear en el depa. Pero el metro nos depositó en el Parque Bicentenario en menos tiempo de lo que se tarda en venirse un eyaculador precoz. A nuestro arribo descubrimos que no figurábamos en la lista. Ni en taquilla ni en prensa. Nos la pelamos, pensé. Bien bonito. Y cuando ya comenzaba a perder toda esperanza apareció La Licenciada en nuestro rescate.

No sólo nos ingresó, sino que hasta nos consiguió pulseras all access. La vida es un carnaval gótico. Un día estás chupando streaming y al siguiente estás rodeado por miles de vampiros postizos. Morras de pelos de colores: rosa, morado, verde. Botas negras hasta la rodilla. Gabardinas. Peinados estrafalarios. Entre esta tribu se ha gastado más maquillaje esta noche que el que se invierte todo un mes en un teibol. Ahí el bicho raro era yo. El extranjero. El que desencajaba. Con mis fachas eternas de pantalón de mezclilla y sudadera Adidas.

El Bicentenario ya estaba aperrado cuando caímos. Divisamos a lo lejos un área que estaba despejada. Nos instalamos ahí sin saber que era la zona de minusválidos. No tardó en llegar un segurola a corrernos. Pero como La Paleta Payaso tiene una prótesis en la pierna después del madrazo que se puso por quererse brincar el torniquete del metro, quedó como Jimmy Darmody el güey, charoleó con su lesión y nos dejaron en paz.

Yo llegué a ellas por un anuncio en una revista que las promocionaba como rock sin guitarra

Esa pierna nos va a llevar muy lejos, le dije a La Paletota.

Hace unos meses alguien me dijo que el rock estaba muerto, me lo repiten a cada rato. Quien afirma esto es porque no ha escuchado a Automatic, entre otras bandas nuevas que la están armando muy sabroso. Yo llegué a ellas por un anuncio en una revista que las promocionaba como rock sin guitarra. Achingá, pensé, no mamen. Pero mi morbo me empujó a escuchar el disco, Signal, y se me cayeron los calzones.

Alrededor de las ocho de la noche salieron al escenario: Lola Dompé, Halle Saxon e Izzy Glaudini. La mayoría del público, como el noventa por ciento, no las conocía, pero se mostraron bastante respetuosos. Las morritas se la rifaron. En algunos años, con su mezcla de postpunk con un toque minimal y de pop oscuro, van a ser una de las bandas favoritas del grueso chilango. Se necesita de muchas agallas para enfrentarse a la ciudad del movimiento rockero perpetuo de teloneras de una banda que aquí tiene casa.

Se reventaron trece rolas. Un picar piedra que hubiéramos apreciado mejor si el sonido no hubiera sido tan deficiente. Les faltaba volumen. Sin embargo, aun y con eso en contra, le pusieron todo el empeño y sacaron la chamba sin rechistar. Lola Dompé se veía sensacional, montada en su batería con sus bombachas de cuero.

Las raíces de Automatic tienen varias fuentes, pero no hay duda de que están creando un sonido único. Con una economía musical que en su sencillez entraña una gran profundidad. No existe nada más estimulante que asistir al nacimiento de una nueva banda con este tipo de valentía. Leí por ahí que lo último que se escribe sobre rock es un desesperado intento por salvar el género. Se me podría acusar de lo mismo. Pero en este caso difiero. El rock no necesita que lo defiendan. Se defiende solo. Y Automatic es una prueba de ello.

Después de Automatic tocó Bauhaus (pero eso, como dice Mamá Clarita: es otra historia).