Creatividad y neurociencia

Creatividad y neurociencia
Por:
  • fernanda_perez_gay_juarez

¿Qué es lo que sucede en el cerebro, esa compleja máquina biológica dentro de nuestras cabezas, cuando una idea poco común estalla para convertirse en una obra de arte, o un postulado científico que cambia el rumbo de la humanidad? En su libro La era del inconsciente, el neurocientífico Eric Kandel dedica un apartado a explorar las nociones neurobiológicas de la creatividad.

Nos transmite un fenómeno complejo, cuya diversidad y espontaneidad limitan su estudio sistemático por parte de los neurocientíficos, quienes se han acercado a él desde dos perspectivas: la de las lesiones cerebrales que afectan o fomentan la creatividad en los pacientes que las padecen, y la de los estudios sistemáticos de la resolución de problemas y la improvisación, apoyados en los últimos años por métodos de imagen cerebral.

La batalla de los hemisferios. Todos hemos escuchado decir que el hemisferio izquierdo del cerebro es racional y analítico, y el hemisferio derecho es holístico y creativo. Esta dicotomía es una burda simplificación, pero se desprende de evidencia acumulada durante décadas que señaló un importante rol del hemisferio derecho en los procesos creativos. El primero en aludir a este fenómeno fue el neurólogo Hughlings Jackson, quien notó que los niños con afasia infantil adquirida —un trastorno de lenguaje tras una lesión del hemisferio izquierdo— aumentaban su capacidad musical. Posteriormente, el neurólogo Bruce Miller contribuyó a esta idea al estudiar a pacientes con demencia

frontotemporal, cuyo daño estaba circunscrito a los lóbulos frontal y temporal izquierdos. Al avanzar el daño al hemisferio izquierdo, algunos de estos pacientes mostraban un súbito desarrollo de talento artístico. Tanto Hughlings Jackson como el famoso escritor y neurólogo Oliver Sacks proponían que el funcionamiento del cerebro estaba basado en una interacción de mecanismos excitatorios e inhibitorios: por lo común, el hemisferio izquierdo —dominante— inhibe al hemisferio derecho, disminuyendo algunas de sus funciones. Las lesiones que interrumpen esta inhibición se traducirían entonces en arranques de creatividad, un fenómeno que el psicólogo Narinde Kapur llamó “facilitación funcional paradójica”.

De la rutina a la novedad.Encontrar novedad en cada situación u objeto del mundo nos llevaría a un mundo fragmentado y demasiado disperso para poder comprenderlo, algo así como lo que le sucede a “Funes el Memorioso” enel cuento de Borges. Tiene sentido entonces que nuestro cerebro haya desarrollado estrategias que contrarrestan la búsqueda constante de novedad. Para poder funcionar en el mundo, tenemos que hacer generalizaciones, asociar nuestras vivencias a algo conocido. Sin embargo, si no fuésemos capaces de detectar novedad en el mundo, nuestra vida se convertiría en una aburrida serie de repeticiones. El neuropsicólogo Elkhonon Goldberg se interesó por la relación entre la

detección de novedad y la creatividad.

Retomó las ideas de Jackson, proponiendo su teoría de “novedad-rutinización”, según la cual el hemisferio izquierdo se encarga de procesar información rutinaria o familiar, mientras el hemisferio derecho se especializa en la búsqueda de información novedosa. Con acceso a los métodos de neuroimagen que le hicieron falta a Jackson, los investigadores del equipo de Goldberg demostraron más tarde que, cuando una tarea se vuelve rutinaria, disminuye la activación del hemisferio derecho, mientras el izquierdo permanece igualmente activo. Sus hallazgos apoyaron el papel del hemisferio derecho en la creatividad.

¡Eureka! La revelación repentina. El científico Mark Beeman, ahora jefe del laboratorio Creative Brain Lab, ahondó en las teorías de Jackson y Goldberg en su juventud, cuando notó que algunos pacientes con daño en el hemisferio derecho podían comprender las palabras sin problema, pero tenían dificultades para detectar los matices lingüísticos determinados por el tono de voz, el contexto y el sentido figurativo. Concluyó que el hemisferio izquierdo se encarga de

la denotación y el significado literal de la palabra, mientras que el derecho trabaja con las connotaciones y las conexiones metafóricas. Fue también Beeman quien propuso que había dos formas de resolver un acertijo: tras un momento de revelación creativa (¡eureka!), o tras el ensayo metódico de posibles soluciones. El psicólogo Kounios puso a prueba esta hipótesis al medir la velocidad con que los sujetos asimilaban la información. Encontró que, en efecto, había dos formas de procesarla: súbita o continuamente. Beeman y Kounios colaboraron después en una serie de estudios para buscar las bases neuroanatómicas y funcionales de la resolución súbita de problemas. Los sujetos de su estudio debían resolver una serie de problemas simples. El estudio halló que una región del lóbulo temporal derecho se activaba en dos momentos: al inicio de la tarea y, posteriormente, en el momento de la revelación súbita de la respuesta. También encontraron que esa misma área mostraba descargas eléctricas de alta frecuencia —conocidas como ondas gamma— justo antes del momento clave para la resolución.

Creatividad literaria y cambio de paradigmas. Un caso interesante para cuestionar la teoría del hemisferio-derecho-creativo es el de la creatividad literaria, cuya base, el lenguaje, se encuentra en el hemisferio izquierdo. En 2005, Alice Flaherty publicó un artículo en el que explicaba que la teoría del hemisferio-derecho-creativo no era capaz de explicar la creatividad en literatura o en matemáticas, cuyas destrezas se basan mayormente en la actividad del hemisferio izquierdo. Flaherty propuso un modelo neuroanatómico de la creatividad que consideraba la interacción de varias estructuras cerebrales, incluyendo las cortezas prefrontales asociadas a la búsqueda de novedad, los lóbulos temporales sugeridos por Beeman y Kounios como la base del ¡Eureka! y el sistema límbico, responsable de las reacciones emocionales. Las futuras colaboraciones entre Beeman y Kounios mostrarían que Flaherty tenía algo de razón, pues encontraron que el famoso momento de revelación en la resolución de problemas no responde a la actividad de una sola área cerebral, sino que es en realidad la culminación de una serie de estados cerebrales transitorios que operan en distintas áreas y distintos periodos de tiempo. Esta idea es consistente con la visión de la neurociencia moderna, que considera que las diferentes funciones mentales y tareas cognitivas no resultan de la actividad de una zona particular del cerebro, sino de circuitos o redes cerebrales de gran escala que incluyen varias estructuras interconectadas.

Diversos científicos en los últimos años han realizado estudios de neuroimagen, tanto en la resolución de problemas como en la improvisación o actividad creativa espontánea, y han identificado tres redes neuronales importantes que incluyen a las estructuras ya mencionadas: la red de la atención ejecutiva —cuyas estructuras nos permiten concentrar nuestra atención en una sola tarea por un periodo extendido de tiempo—; la red de la imaginación y la introspección —llamada red neuronal por defecto (Default Mode Network en inglés), que está activa cuando no realizamos tarea alguna, cuando soñamos despiertos y evocamos cosas que no están presentes, y una tercera red que capta rasgos sobresalientes, relacionada con la detección de novedad ya mencionada (Saliency Network en inglés).

El poder de la descripción. En un enfoque distinto de la creatividad, la psiquiatra Nancy C. Andreasen encauzó parte de su trabajo a las descripciones propias de las personas creativas, de quienes ha extraído elementos comunes para describir ciertos aspectos clave de la creatividad —considerando que, aunque menos objetivas que las pruebas psicológicas y los métodos de neuroimagen, estas entrevistas contienen información valiosa del modo en que las personas creativas piensan y trabajan. En su libro El cerebro creativo, Andreasen escribió: “La esencia del producto creativo no puede ser planeada conscientemente ni engendrada a voluntad. La noción de musa y la necesidad de inspiración son mucho, mucho más que simples metáforas”. Así como no puede ser engendrada a voluntad, la creatividad no puede estandarizarse ni predecirse, a pesar del avance continuo de los métodos neurocientíficos.

La neurociencia no es sino una parte del inmenso aparato que necesitamos para entender fenómenos complejos como la creatividad, y que necesita a la psicología, las ciencias sociales y las humanidades. Aunque podamos encontrar procesos cognitivos comunes y sus bases cerebrales, las experiencias y emociones que vive cada creador para consumar su obra permanecerán impenetrables para los neurocientíficos que quieran explicarlas basados únicamente en mediciones de la actividad

neuronal.

Manzanas de Chernobyl

John Bradley

VERSIÓN DE ANTONIO SABORIT

A Svetlana Alexievich

Una vieja ucraniana

vende su mercancía

en el mercado.

¡Lleve sus manzanas!

grita.

¡Manzanas de Chernobyl!

No diga eso,

alguien le advierte.

Nadie le va a comprar

manzanas radioactivas.

No se crea, le dice.

Todos las llevan.

Hay quienes las necesitan

para su suegra.

Otros para sus jefes.

Una vieja ucraniana

vende su mercancía

en el mercado.

¡Lleve sus hongos!

grita.

¡Hongos de Chernobyl!

John Bradley

es autor del libro And Thereby Everything (Longhouse Books, 2015). Y también es profesor en la Northern Illinois University.