Sé tu cuerpo

El corrido del eterno retorno

Su cuerpo y otras fiestas.
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Decía Cioran: “En algunos todo, absolutamente todo, tiene que ver con la fisiología: su cuerpo es su pensamiento, su pensamiento es su cuerpo”.

La idea del cuerpo como alimento del pensamiento es una de las primicias que alientan Su cuerpo y otras fiestas (Anagrama, 2018), el debut de Carmen María Machado. Ocho historias en torno a lo corporal. Se aborda la anatomía como prisión. Como saco de complejos.  Como vehículo para el tormento. La relación que se establece es la exploración del mero corpus, es decir el recipiente del texto.

Pese a que en todas las tramas el cuerpo y su relación problemática con los personajes funciona como hilo conductor, no se trata de un volumen temático. El cuerpo funciona como elemento unificador, sin embargo, las historias trascienden los límites que la anatomía impone. Las entidades narrativas de Machado rechazan la materialidad como realidad última.

El carácter experimental de sus páginas convierte a Su cuerpo y otras fiestas en una obra difícil de clasificar. No es un libro de fantasía, tampoco de horror, aunque contenga estos elementos. Y otros más derivados de lo siniestro.

Con una clarividencia que se antoja espeluznante, Machado narra en “Inventario” una pandemia y lo que significa tratar de escapar de ella. El texto cobra un nuevo sentido a la luz de la pandemia que experimentamos en el presente. De cuerpo en cuerpo, la protagonista traza un mapa no de su vida amorosa, sino de sus contactos carnales. La biografía misma de su vida sexual. Y su convivencia con el temor del virus. La amenaza constante que la obliga a huir del contagio. Pero que no le impide ir sumando parejas sexuales a su catálogo.

El cuerpo, no el que sangra, el del texto: un laboratorio que fascina a Machado. El experimento más atractivo es “Especialmente perversos. 272 visionados de Ley y orden: Unidad de Víctimas Especiales”. Se trata, como el título lo indica, de 272 fragmentos sobre el programa de televisión cuya transmisión arrancó en 1999. De las 22 temporadas que duró la emisión, Machado toma once para contar pasajes de varios de sus personajes, particularmente de los dos protagonistas: Benson y Stabler.

No es un libro de fantasía, tampoco de horror, aunque contenga estos elementos 

Este movimiento, llevar personajes de la teleserie a la ficción, ya se había realizado. Pero nadie lo había hecho con la misma profundidad. Son rebanadas de unos personajes que ya tuvieron una vida en pantalla, y es normal que uno desconfíe de esta segunda vida en la página. Pero ahí radica la extravagancia de Machado. En más de sesenta páginas asistimos a esos fragmentos que poco a poco nos atrapan. Terminan por resultarnos familiares a fuerza de convivir con ellos. A tal grado que deja de importar si se trata de un cuento o un relato, si existe una trama o un conflicto claro. Hasta descubrir que nos sentimos a gusto aunque no pase absolutamente nada. Sin embargo, es un tanto engañoso, porque entonces parece que sí hay una trama subterránea, que sí habrá un desenlace. Pero al final descubrimos que no. Que el texto termina de manera abrupta. Exacto, tal y como si apagáramos la TV.

“Ocho bocados” es una interesante indagación sobre el fin de los placeres. En este caso, comer. La protagonista, una mujer obesa, se ve rodeada de cuerpos que no reconoce. Son los de su madre y sus hermanas. Quienes se han practicado el bypass gástrico que les ha cambiado la vida por completo. La protagonista está en esa enorme disyuntiva de seguir el camino de sus hermanas o continuar disfrutando de la comida.

En este texto Machado crea una conexión directa con Borges. Es una especie de reescritura de “El Aleph”. La protagonista toma la decisión de practicarse la banda gástrica. Pero su cuerpo se desdobla, su cuerpo gordo, y comienza a habitar el sótano. Será este ectoplasma el testigo de su muerte. Quien levantará un registro silencioso de cada una de sus acciones y que al final de su vida por fin se reconciliará con ella, con la mujer que decidió abandonarlo. La exdepositaria del espectro.

Uno de los rasgos que hacen memorable este libro es la calidad de su prosa, que se aprecia claramente pese a la traducción. Machado es gringa pero nieta de cubano, quizá eso explique la habilidad que tiene para manejar la cadencia del lenguaje.

Tener un cuerpo consiste en pelearse cada uno con su historia. Ésta podría ser una manera de describir el alma de Su cuerpo y otras fiestas.