El arte clown

El arte clown
Por:
  • alicia_quinones

Este fin de semana se estrena en el Teatro Orientación del Centro Cultural del Bosque Risas de papel, de la compañía Circonciente, un espectáculo clown cuyo título podría ubicarnos en un simple espectáculo para niños, pero su propuesta va mucho más allá. La obra, galardonada con el premio Coup de Couer en el Festival de Avignon Off 2018, es una muestra de lo que está sucediendo en las artes escénicas en América Latina, donde la interdisciplina gana terreno y el teatro tradicional se renueva sin parar. En Risas de papel se integran el clown, el teatro gestual y la ilustración en vivo, además de otras herramientas escénicas. Esta creación colectiva de la compañía Circonciente, producción binacional entre Chile y México, se encuentra bajo la dirección de Camila Aguirre Beltrán, de origen chileno. La interpreta Jorge Reza Cisneros, actor, director y productor mexicano, fundador de esta agrupación teatral y circense con más de once años de trayectoria artística. Circonciente ofrece una apuesta escénica centrada en abrir un diálogo multidisciplinario, al mismo tiempo que apuesta por crear una identidad teatral latinoamericana y desarrollar contenidos que despierten procesos críticos en el público. La idea, comenta el actor, es contribuir a la construcción de una sociedad más justa, equitativa y activa. Algunos de los montajes que ha presentado la compañía son El circonciente (2007), Jugar a la vida (2008), El coto cirquito (2010), Delirio culinario (2012) y Caras vemos (2015).

¿Qué pasa en escena cuando inicia Risas de papel?

Encontramos cuarenta y dos cajas de cartón, sobre las que se proyecta una imagen. En la imagen está una mujer, Isabel Gómez, quien en realidad es una ilustradora que está trabajando en tiempo real y su trabajo se aprecia en las cajas. También vemos la historia de Botón, un vagabundo que vive en un callejón rodeado de cajas de cartón y elementos que ha rescatado de la basura, desechos de otros, pero tesoros para él. Está junto a su compañera Chawana, una planta que recién florece. Los dos comparten esta historia enfocada en la importancia de habitar el mundo desde el apoyo al medio ambiente. Ambos tratan de sobrevivir a la expansión inmobiliaria de la ciudad, que no es sólo un problema a nivel latinoamericano sino global: los proyectos inmobiliarios acaban con el espacio público, con el entorno natural y no consideran a la naturaleza dentro de su visión. Los dos amigos luchan contra esa amenaza.

¿Por qué arrancar con un tema que podría parecer trillado?

La decisión de abrir esta conversación entre los dos personajes obedece a que, como compañía, creemos que es importante ser sensibles y no dejar de tener al ser humano en el centro del planeta.

"Los clown latinoamericanos estamos llenos de vida, de un juego muy particular, muy fresco. Le damos al humor un lugar en el mundo”.

¿Cómo integran la interdisciplina?

Ésta es una propuesta que mezcla varias técnicas, entre ellas el clown, el teatro gestual y la ilustración en vivo. Forma parte de lo que la compañía ha desarrollado a través de los años. Apostamos por reflexionar sobre temas específicos y transmitir contenidos que consideramos necesarios para una mejor sociedad, pero sin dejar de lado el contenido crítico y el humor, junto con la búsqueda de nuevos lenguajes, nuevas formas de expresar. En este espectáculo interdisciplinario unimos los lenguajes del teatro gestual físico con la ilustración, que lleva su propia narrativa y su propia manera de aportar sin que ilustre la escena o las situaciones. Mostramos que también hay un mundo poético. Todo esto, por supuesto, con el humor del clown, que es espontáneo, directo y juega con la gente.

Esta es una producción de dos países, ¿cómo se logra pasar de un teatro local a un teatro latinoamericano?

En efecto, es una coproducción entre México y Chile, que nace del Programa Iberescena. En Risas de papel participan once artistas, entre ellos Eduardo Jiménez, connotado escenógrafo chileno; Rocío Troc, vestuarista y directora de diseño teatral de la Universidad de Chile; Alejandro Preisser, compositor mexicano, parte de la banda Circus Band; Isabel Gómez, ilustradora con diversos reconocimientos; Camila Aguirre, directora; y yo, que este año cumplo dieciséis de hacer teatro y clown. La pregunta que nos planteamos al principio fue cómo hablar del mismo tema en diversos sitios y culturas. Con este tipo de eventos latinoamericanos nos centramos en los contextos y empezamos a homogeneizar el discurso o la historia en distintos niveles: cultural, económico y comercial, entre otros. Otro punto es el humor latinoamericano, que se reconoce por ser cálido, cercano a la gente, energético, desinhibido, joven. Es un humor juvenil, poco esquematizado, poco cuadrado.

¿Cómo es el movimiento del clown en América Latina? ¿Qué lugar ocupa México en propuestas como la tuya?

Los clown latinoamericanos estamos llenos de vida, de un juego muy particular, muy fresco. Le damos al humor un lugar en el mundo. El principal movimiento de este género está en Sudamérica, sobre todo en Argentina, donde levantas una piedra y salen tres clowns. También es muy vital en Chile y Colombia. Latinoamérica y su público han descubierto el clown de tal forma que cada día hay más festivales y encuentros, sobre todo en las últimas dos décadas.

¿En qué momento el teatro para niños deja de ser un divertimento y se convierte en un acto de reflexión y educación?

Creo que hacer buen teatro familiar es fundamental. Si queremos que la gente regrese a las salas es importante fomentar en los niños el gusto por el teatro y que los papás también disfruten de la experiencia. Solamente así crearemos públicos verdaderos. En relación con el entretenimiento, creo que el teatro no debería ser meramente diversión, aunque sin duda es necesario que resulte entretenido: la gente que va al teatro debe pasarla bien, no hay de otra. Sin embargo, las compañías tienen una gran responsabilidad que, en mi opinión, consiste en hacer un teatro que realmente toque al espectador, lo enganche y no le ofrezca únicamente entretenimiento vacío. A la vez debe importar la profundidad de los temas que aborde; hay que darle contenido a la vida, al trabajo y al quehacer teatral. De otro modo la gente no regresa.