“El cuento es el núcleo de la literatura”

“El cuento es el núcleo de la literatura”
Por:
  • carlos_velazquez

Entrevista con Etgar Keret

Por Carlos Velázquez

Traducción del inglés Eduardo rabasa

El cuento tiene un súper héroe en México: Etgar Keret. En un país donde el género goza de cierta impopularidad, el israelí ha conquistado miles de lectores y se ha convertido en una estrella del género. Ha revertido la creencia de que el cuento no vende. Con tan sólo cuatro títulos es un éxito de ventas y ha cosechado el favor de la crítica y del público. Keret desembarcó en nuestro país gracias a la editorial Sexto Piso. Que acaba de publicar una versión ilustrada por David Polonsky de Romper el cerdito (2016). La historia pertenece a Extrañando a Kissinger. La primera colección de relatos de Keret que circuló en el territorio nacional.

Etgar es una sensación. Sus libros son todo un acontecimiento. Sus lectores los esperan así como los fans de Tom Waits aguardan cada nuevo álbum del artista. Confeccionar un público hambriento por un libro de cuentos es toda una proeza. Pero Keret además de un talentoso escritor es una persona carismática. Pese a la gran cantidad de seguidores que ha acumulado a lo largo de los años es un hombre sencillo. Y sumamente agradecido. Para él lo primordial son sus lectores. Y las ocasiones en que ha visitado nuestro país no se detiene hasta firmar el último libro de las largas filas de autógrafos a las que convoca.

Los cuentistas son una estirpe extraña. Detrás del nombre Etgar Keret se encuentra una figura fascinante. Ha despertado tal admiración en nuestro país que ya fue objeto de un tributo por parte de los moneros mexicanos que ilustraton Keret en su tinta, una selección de sus relatos.

México es territorio Keret. Ha sido adoptado con entusiasmo por una nueva generación de lectores que lo ha acompañado a lo largo de la publicación de su obra en español. La arrebatadora personalidad de Keret impregna toda su obra. Los siete años de la abundancia, su libro de crónicas, posee la misma capacidad de sus relatos para burlarse del absurdo de la vida mundana.

La materia prima de su narrativa se caracteriza por una aguda observación de lo cotidiano, con chispazos de crueldad y no exenta de ternura. Abordado todo con una sencillez que abruma. Lo cual no significa que Keret no tenga preocupaciones estéticas. En sus historias se observa una devoción por la transparencia. La honestidad que se respira en su obra desarma a los lectores. Pero el fenómeno Keret se sustenta todo en un manejo maestro del relato. Una habilidad que en décadas pasadas perdió veneración. Hasta que la figura de Keret surgió. En la historia reciente de la literatura la figura del cuentista como súper estrella había sido escasa. Los nombres que todavía sonaban hasta hace unos años eran los de Borges, Cortázar, Hemingway, Cheever, etcétera. Pero así como Pacquiao vino a revolucionar el box, Keret ha revolucionado el cuento.

El arte de Keret contradice al mercado. En varias ocasiones ha declarado que no escribirá una novela. Lo que todo editor espera de su autor. Y lo que todo mercado desea de un escritor. Pero esto no ha atentado contra el trabajo de Etgar. Su franqueza es valorada. Keret no la tiene fácil. Como todo cuentista nada a contracorriente y está consciente de ello. Y se encuentra en una posición más peligrosa que la de cualquier novelista. Mientras que las novelas pueden fracasar y eso no afecta la carrera de un autor (escribe la siguiente y listo), el cuentista no puede permitirse el lujo de fallar. Lo que hace cada vez más complicada la escritura del siguiente libro. Y Keret es consciente de esta presión.

El cuentista, esa raza extraña, y que parecía en peligro de extinción, ha cobrado preponderancia a raíz de la popularidad de Keret. En México cada vez es más frecuente que un autor llegue a una transnacional con un libro de cuentos, fenómeno que antes no se producía. La obra de Etgar no sólo es de una calidad literaria inigualable sino que arroja luz sobre el género y le inyecta cierta esperanza. En nuestro país nunca han dejado de escribirse cuentos. El género ha sobrevivido en ediciones del Estado, principalmente, pero eso comienza a modificarse. Cada vez es más común que las editoriales comerciales se interesen por publicar libros de cuento.

A propósito de Romper el cerdito platicamos con Keret sobre el arte del cuento.

En México la novela es el género literario predilecto. Escribir cuentos es pelear a la contra. ¿En Israel ocurre lo mismo?

Sí. En Israel sucede lo mismo. Los editores prefieren publicar novelas porque piensan que van a vender más, y también porque los grandes premios literarios se restringen a novelas. Si fuera por mis editores, mi agente o mi ejecutivo de cuenta bancario, todos querrían que escribiera mi primera novela.

Para ser sincero, el hecho de escribir cuentos en una atmósfera en la que eso implica ir contra la corriente es algo de lo que, además de que me quejo, también me gusta. Se debe en parte, supongo, a que cuando publico un libro de cuentos sé que la motivación para publicarlo proviene solamente de mí, y no de ninguna fuente externa.

Juan Bosh afirmaba que el cuento es una cuestión de temperamento. El cuento es una especie de estallido. Tú eres bastante tranquilo en el trato, ¿te consideras explosivo?

Soy una persona muy explosiva y me tomó años reprimirme y aprender a controlarme para convencer a la mayoría de mi gente cercana de que no estallaría en cualquier momento. Cuando era niño, poseía un lado agresivo que no me permitía echarme para atrás, incluso si mi postura inicial era injustificada o si claramente llevaba las de perder. En algún momento aprendí a tragarme mis frustraciones, y por suerte descubrí la escritura, asunto que me permitió confrontar todas las emociones que intentaba ocultar de los demás, incluido yo mismo.

Estoy de acuerdo con Bosch en que el cuento es como una explosión, así que cuando la gente me pregunta

por qué no escribo historias más

largas, simplemente les explico que no sé cómo explotar lentamente.

¿Consideras al cuento como un mecanismo que una vez aprendido puede ser replicado con éxito según el antojo del autor?

Estoy seguro de que muchos autores pueden hacerlo de esa forma, pero yo no. Cada vez que me siento a escribir un cuento siento la misma emoción y el mismo temor al fracaso que la primera vez que escribí uno, hace treinta años.

Es como si toda la vida uno saliera constantemente en una primera cita con alguien. Es ampliamente gratificante, y muy emocionante, pero también provoca una ansiedad inagotable.

¿Es el cuento el primer artefacto pop en la literatura?

Creo que el cuento es el núcleo de la literatura. Es la forma más antigua y es más intuitiva que la novela, que advino como forma en una etapa mucho más tardía, y por razones de producción y mercadotecnia. Cuando conoces a una persona en la calle te cuenta una historia breve, es decir, un cuento, no una novela, así que creo que es imposible que el cuento sea una moda pasajera.

Creo que nos acompañará mientras perdure la raza humana, o al menos mientras continuemos teniendo lenguaje.

¿Crees que el cuento resurja como género dominante en algún punto, como ocurre en este momento con el boom de la crónica?

Creo que es posible. Me parece que el ritmo más acelerado de la vida, la cada vez menor capacidad de atención y, más importante, el hecho de que cada vez más gente consume literatura de manera diferentes, todo ello contribuye a crear una realidad proclive a que el cuento adquiera un lugar más preponderante en la literatura. Es un tanto irónico, pues parecería como si la industria editorial fuera la última en darse cuenta de lo anterior, y permaneciera atorada en la consideración de que el cuento no vende.

El cuento es a menudo calificado como un spring narrativo, como la música de un cuarteto de cuerdas, y la novela como la de una orquesta, ¿tienes alguna analogía para describir tu arte en el género?

Creo que el cuento es muy similar a la fotografía, en tanto busca capturar una sensación o un instante, mientras que las novelas se parecen más a las películas. El cuento y la novela son tan diferentes entre sí como la poesía y la narrativa. Así que no me gusta la analogía que traza la comparación entre un cuarteto y una orquesta, así que si tuviera que elegir una comparación musical para resaltar las diferencias entre el cuento y la novela, elegiría la diferencia entre una canción y un sinfonía.

Casi todos los grandes cuentistas han escrito manuales sobre el género. Tú no, a ti no te interesa la teoría.

Mi proceso de escritura es muy intuitivo. Es como si existiera una anatomía de la escritura que tan sólo me permite escribir desde las entrañas. Muchos escritores geniales que conozco escriben desde el cerebro, y están mucho más en control y conscientes de su proceso de escritura. Me encanta leer escritores que parecen tener una idea de lo que hacen pero, por desgracia, no soy uno de ellos.

El modelo del cuento estadunidense es casi el que rige la escritura de cuentos a nivel global. ¿Qué lugar ocupa dentro de tu tradición?

Me gusta mucho el cuento estadunidense, pero tengo que decir que leí a maestros del cuento europeo como Babel, Kafka o Bashevis Singer, o latinoamericanos como Cortázar y Borges, mucho antes de descubrir a Cheever, Carver o Tobias Wolff.

Creo que el minimalismo de Kafka y Babel, aunado a la opción fantástica latinoamericana, tuvieron un efecto mucho más profundo en mi trabajo que la clásica forma estadunidense del cuento muy bien escrito.

Pero tú no provienes de ahí exactamente. El árbol genealógico de tus influencias es otro.

Creo que Kafka ha sido mi mayor influencia. Lo leí durante mi servicio militar obligatorio, que fue un momento difícil en mi vida, pues tuve que enfrentar el hecho de que soy una persona extraña, con pensamientos extraños que a menudo me metían en problemas durante el servicio militar. Al descubrir a Kafka encontré a alguien que era más extraño y estaba más dañado que yo, y sus pensamientos y miedos me reconfortaron, al mostrarme que no estaba solo en mi rareza, y me inspiraron a escribir. Otro escritor a quien le debo mucho es Kurt Vonnegut, cuyo libro autobiográfico de ciencia ficción (no se me ocurre una mejor forma de describir este libro que es un oxímoron de principio a fin), Matadero cinco, me hizo sentir que el papel de un escritor no es necesariamente mostrar a sus lectores una mejor forma de vida, sino que puede ser más modesto y tan sólo mostrarles que hay algo equivocado, en ocasiones de manera inherente e irremediable, en el mundo que los rodea.

Pareciera que el humor judío había sido monopolizado por Woody Allen, pero tú vas por otros caminos. ¿Te identificas con su figura?

Me gusta el humor de Woody Allen, pero veo pocas similitudes con el mío. Un crítico que reseñó mi primer libro de cuentos dijo que si Kafka hubiera sido un comediante de stand-up, su actuación sería parecida a mis cuentos. Creo que la diferencia fundamental entre mi humor y el de Woody Allen es que yo nunca trato de ser gracioso. Trato de hablar de cosas que en su mayoría son dolorosas y escalofriantes, y no lo logro, y en ese fracaso reside mi humor. Pienso que todas las partes graciosas de mis cuentos son simplemente un conjunto de fracasos para hablar de otra cosa.

¿Te gusta Lucia Berlin, la sensación cuentística estadunidense del momento?

No, soy tan ignorante que ni había escuchado hablar de ella. Pero la voy a buscar.

Qué opinas de que le hayan otorgado el Premio Nobel a Bob Dylan.

Creo que es, de lejos, uno de los mejores contadores de historias del mundo.

Cuando doy talleres sobre el arte de contar historias a menudo utilizo sus canciones como ejemplos, porque son muy breves y concisas, y son historias perfectamente redondas: son como la cristalización de instantáneas de emociones, o de un momento en la experiencia humana. Me dio un gusto enorme saber que le habían dado el Nobel.

¿Te dolió la muerte de Leonard Cohen?

No conozco ningún otro artista que hubiera preparado a sus seguidores durante toda su vida para la despedida mejor que Leonard Cohen. A juzgar por sus canciones, posiblemente sea de las pocas personas que murió estando listo y esperándolo.

Qué opinas sobre el triunfo de Donald Trump.

Es muy triste ver que alguien que nunca ha servido a nada más que sus impulsos egocéntricos y egoístas sea elegido para un puesto en el que se supone que tendría que atender los intereses de cientos de millones de personas. Si hay algo en lo que Trump nunca ha mostrado talento ni interés, es la empatía. Y sin empatía uno no puede ser un buen presidente electo. Ni siquiera un buen rey.