El lado siniestro del placer / A cien años de Caro Victrix

El lado siniestro del placer / A cien años de Caro Victrix
Por:
  • jaume

Por Diego José

El año de 1916 nos obsequió dos importantes publicaciones que pronto se convertirían en una balanza sobre el acontecer de la poesía en México: La sangre devota de Ramón López Velarde y Caro victrix de Efrén Rebolledo. El primero inauguró la poesía contemporánea; el segundo clausuró con su desafiante lírica el alto esplendor del modernismo. Ambos poetas coincidieron en la Ciudad de México: López Velarde se afincaba de nuevo en la capital tras un interludio potosino; Rebolledo regresaba de Japón, donde fungió como representante diplomático. Su relación debió ser estimulante porque fundaron junto con el poeta Enrique González Martínez la revista Pegaso. Era natural que sus conversaciones y afinidades ejercieran la mutua influencia que han señalado, entre otros, Allen W. Phillips, Carlos Montemayor y Octavio Paz, quien nos recuerda en su ensayo El camino de la pasión: “hay que volver a leer al olvidado Efrén Rebolledo; algunos de sus sonetos eróticos hacen pensar vagamente en los poemas de Zozobra”. Tal vez el puente fuera Lugones o Herrera y Reissig; o los franceses que frecuentaron en sus lecturas, con la figura de Baudelaire en el centro de su devoción.

Los dos poetas asumieron una voluntad de franco sensualismo: lo que se presenta en uno como contrición, en el otro es voluptuosidad; en ambos, el lenguaje busca encender los furores de una llama interna: una pasión espiritual macerada por las contradicciones que carcomieron el corazón atribulado de López Velarde; y el voyerista que se entrega al espectáculo de la lujuria carnal en Rebolledo. El sensualismo del autor de La sangre devota se concentra en una compleja emoción producida por el recuerdo, anhelante e hiriente; el de Caro victrix es racional, pero se trata de una inteligencia candente que nos deja helados. No digo que carezca de emotividad, al contrario; solo que ésta fue cincelada con la pericia escultórica de su pensamiento, por usar un atributo que Paz remite a Sade: “la fantasía razonante”.

Resulta curioso que los poemas del zacatecano, en apariencia cifrados en una simbología propia, nos revelan con mayor precisión la intimidad sufriente de su persona; a diferencia del impersonal acercamiento del hidalguense, que aun siendo más atrevido en el manejo del erotismo nos dice muy poco sobre el sentir de su autor. Acerca de la vida de López Velarde se sabe casi todo: sus desvelos, amoríos, su conciencia sacrílega y a la vez piadosa, sus dubitaciones políticas y sus lealtades; en cambio, sobre Efrén Rebolledo casi nada se conoce. José Félix Meneses Gómez elaboró un detallado documento crítico-biográfico: Efrén Rebolledo, diplomático cosmopolita y poeta sublime del erotismo que recrea las etapas de su vida, pero su personalidad se mantiene oculta.

La similitud entre algunos poemas de La sangre devota y Caro victrix es asunto de los sombríos tonos que condensan el sentir poético de una época dominada por “el misterioso libro del silencio nocturno” que dijera Enrique González Martínez en su poema “Tuércele el cuello al cisne”. Este sesgo de penumbra inquietante representa la paradójica unión mística que sugieren los poemas de López Velarde: “En las olas oscuras de la racha cortante / me das, al mismo tiempo, una pena y un goce”. Pero sobre todo, sirvió de inspiración gótica a los sonetos de Rebolledo, quien descubrió en el triunfo de la carne un intervalo de gozosa incertidumbre frente a la muerte:

El crespón de la sombra más profunda

arrebuja mi lecho afortunado,

y ciñendo tus formas a mi lado

de pasión te estremeces moribunda.

Aunque el erotismo es una afirmación del ser frente a la pulsión autodestructiva, no deja de expresar la desgarradura que nos conduce al otro extremo: la muerte. Los doce poemas que componen Caro victrix fueron concebidos en el umbral donde ambas dimensiones se confunden. Para George Bataille somos seres discontinuos y escindidos que respondemos al vértigo de esta separación con la naturaleza mediante el erotismo como “aprobación de la vida hasta en la muerte”. El atrevimiento y el hallazgo de Rebolledo fue asir sus poemas, no a la contradicción del deseo como en López Velarde, sino a la tensión del principio del placer en que se anuda lo erótico y lo tanático.

El erotismo busca disolver el abismo que separa al sujeto y al objeto. La paradoja del alma y el cuerpo. El yo y lo otro. Dice Bataille: “Somos seres discontinuos, individuos que morimos aisladamente en una aventura ininteligible, pero tenemos la nostalgia de la continuidad perdida”. El erotismo abre la herida situándonos frente a esa ilusión de continuidad y expansión de nuestro ser:

Vivir encadenados es su suerte,

se aman con un anhelo que no mata

la posesión, y el lazo que los ata

desafía a la ausencia y a la muerte.

Efrén Rebolledo no sólo introdujo la poesía de abierto contenido sexual en México, sino su lúgubre matiz. Las encarnaciones de sus sonetos representan a los agonizantes del deseo que se entregan a la única voluntad que conocen, la del cuerpo. Y en el placer del cuerpo anulan su individualidad, convirtiéndose en una pétrea estatua o en una fantasmagoría.

Todavía anhelante y sudorosa

de la danza sensual, la abierta rosa

de su virginidad brinda al tetrarca,

y contemplando el lívido trofeo

de Yokanán, el núbil cuerpo enarca

sacudida de horror y de deseo.

Esa mezcla de horror y deseo debió romper con la apreciación convencional de la belleza. Su modernidad radica en el contenido desafiante de sus temas más que en su construcción formal, demasiado modernista para el siglo XX; pero a decir de Carlos Montemayor: “Comparar la poesía modernista erótica o sexual de Rebolledo con la poesía erótica o sexual de otro modernista, podría darnos, ahora sí, el valor real de nuestro poeta”. Y más adelante, concluye: en “los sonetos de Caro victrix, nos encontramos al final del camino no con un poeta segundón, sino con uno de nuestros clásicos”.

Además, la ejecución poética de los sonetos de Rebolledo es impecable. Aún sigue vigente el oro melódico de su acentuación y el torbellino de sus metáforas. Sólo una forma clásica podría contener el mórbido deleite de un erotismo que

revela el lado siniestro del goce. Por la erotización del lenguaje que alcanza Efrén Rebolledo en sus poemas, el amalgama en que fusiona las pulsiones de Eros y la muerte, así como por los matices góticos de sus sonetos, Caro victrix debe considerarse una obra mayor en el canon de la poesía mexicana.

Diego José

(Ciudad de México, 1973), radica en Pachuca, Hidalgo. Autor de los libros

de poesía: Cantos

para esparcir la semilla (2000), Volverás al odio (2003), Los oficios de la transparencia (2007), y Cicatriz del canto (2014). También ha publicado las novelas: El camino del té (2005) y Un cuerpo (2008); así como el volumen de ensayos: Nuevos salvajismos:

la perversión civilizada (2005).