El mundo del revés

El mundo del revés
Por:
  • francisco_hinojosa

Según el artículo escrito por Andrés M. Estrada (El Universal, 4 de junio), “en los últimos tres años, cada día 215 personas fueron víctimas de robo en la vía pública y el transporte; 168 de esos delitos se perpetraron con violencia, indican cifras oficiales”. Hay que suponer que dichos números excluyen los delitos no denunciados, que multiplicarían por tres, cuatro o cinco este tipo de ilícitos. Habría que añadir otros que se cometen cotidianamente en la capital: homicidio, robo a casa habitación, extorsión, secuestro, narcomenudeo y un amplio etcétera, sin contar por supuesto los cientos de miles de infracciones de tránsito que se cometen al día sin que haya una policía de tránsito capaz de combatirlas.

Los delincuentes, por lo general, saben que el castigo por sus fechorías no durará mucho y estarán de nuevo en las calles para continuar con su bien remunerada labor de robar a los demás. A veces unas cuantas horas ante el MP o ante un juzgado. En pocas ocasiones pasan en prisión unos meses o un par de años antes de regresar a su condición

de ratas.

Dos jóvenes recogieron una flor que encontraron en una de las áreas verdes y le tomaron una foto al lado de una pieza de joyería.

Hace unas semanas, en el Parque México de la colonia Condesa, dos jóvenes recogieron una flor que encontraron en una de las áreas verdes y le tomaron una foto al lado de una pieza de joyería. Un policía observó la escena y procedió a decirles que estaban cometiendo una falta administrativa y que tendría que remitirlos a un juzgado. Llamó a un superior para que le enviaran una patrulla que trasladara a los “delincuentes” ante la autoridad competente. En poco tiempo, la gente que paseaba por el parque se enteró del motivo de la detención e increpó a los uniformados. Al verse rebasados en número llegaron al sitio otros elementos: en total catorce policías y tres patrullas para aprehender a los presuntos cortaflores. Mi amiga Astrid Ceballos pasaba por allí y decidió grabar con su celular los hechos. Al verse, no solamente superados por ciudadanos que pedían liberar a los jóvenes, sino videograbados, los guardianes del orden decidieron meter también a la patrulla a Astrid bajo la acusación de “resistencia de particulares”. Su video circuló en redes sociales y muy pronto se hizo viral. Una vez presentada ante el juzgado, pidió ser llevada a una revisión médica (en la detención le dislocaron un codo). Sin embargo, oh sorpresa para quienes pagamos impuestos, no había un hospital adscrito a la instancia de seguridad en la Ciudad de México con un traumatólogo disponible. Pasaron muchas horas desde que Astrid fuera llevada ante el juzgado y su liberación. Mientras, los tiras se echaban afuera unos tacos de tripa, satisfechos de haber cumplido con su labor de salvaguardar a los capitalinos de los peligrosos delincuentes que los acechan.

Más o menos por ese día, un joven tuvo el atrevimiento de entrar en la Biblioteca Benito Juárez de la estación Chabacano del metro para leer un libro. La encargada le dijo que no tenía derecho de usar las instalaciones ya que estaban reservadas a sus trabajadores. El joven José Luis Gallegos también grabó a la funcionaria mientras ella llamaba a los elementos de seguridad para acusarlo de ingresar a un sitio vedado a los usuarios del sistema de transporte colectivo.  Lo llevaron ante un juzgado cívico acusado de intentar leer un libro en un espacio supuestamente proscrito a los usuarios. La jueza en turno no solamente liberó al joven sino que, de acuerdo con la Ley de Bibliotecas de la Ciudad de México, autorizó el uso de dicho espacio a cualquiera que desee hacerlo.

A fines de los setenta, la poeta y cantante María Elena Walsh fue censurada por la junta militar que gobernaba Argentina. Quienes tienen la responsabilidad de defender los derechos de los ciudadanos le temen, además de a las imágenes grabadas, a las palabras de una canción para niños: “Me dijeron que en el Reino del Revés / nadie baila con los pies, / que un ladrón es vigilante y otro es juez / y que dos y dos son tres”.