El recalentado me va a matar

El recalentado me va a matar
Por:
  • carlos_velazquez

A los cuántos días, después de Noche Buena, se debe tirar el recalentado a la basura. Tengo tanto en el refri que no me lo voy a terminar antes de Semana Santa. Una de las ventajas de ser soltero es que la gente te regala comida todo el tiempo. No importa lo panzón que estés para el mundo siempre serás un niño de la calle. En pleno siglo xxi la gente todavía piensa que la soltería es una desgracia. Nunca sabes cuanta lástima despiertas en tus familiares, tus amigos y tus vecinos hasta que no llegan a tu casa con una vianda. Uno siempre será el pobrecito (el pendejo) que arruinó su último matrimonio. Al que ninguna vieja soporta. Y por eso está solo. Y la soledad, lo sabemos, se mata con comida.

He llegado a la edad en la que nadie me regala nada. Yo sí tengo que colmar a mi hija de juguetes, darle a mi madre su aguinaldo y pagar la cena de navidad. Si no fuera por mi jefita, que me regaló no un cobertor, ni un edredón, una cobijita, me habría ido en ceros la pasada navidad. Pero lo que sí me llueve es el recalentado. A veces me he preguntado si tengo cara de “pícheme un pan”. O como soy gordo la gente que no se va a comer las sobras me las obsequia. Tengo el refri atascado de tamales. Y obvio no me los voy a comer. Los odio. Pero no le voy a decir a mi vecina métaselos por el culo. No exagero, mi refrigerador apenas cierra. Como todo soltero que se respete (y sea hetero) tengo el refri vacío todo el año. Menos en invierno. En esta época soy millonario en recalentado.

Soy un sentimental. Entonces me cuesta mucho tirar la comida. O regalarla. Los tamales sí, eso se los voy administrando a los pepenadores de cartón que hurgan la basura del edificio. Los primeros días de recalentado es pura felicidad. La noche de Navidad vienen a mi depa a cenar mi madre, mi hija y mi tía. Pero por mucho que coman es imposible acabarnos entre nosotros un pavo de ocho kilos, más relleno, más puré, más postre. Y entonces empieza el mito de Sísifo. Primero me debo comer el pavo y luego todo lo que me traen. Ah, tampoco como buñuelos. Y todos los años lo repito. Pero a la gente le divierte mucho surtirme de buñuelos.

Decía que los primeros días es pura dicha. Pero al tercer o cuarto día uno se aburre. Mortalmente. Los tacos de relleno ya no son tan excitantes como al principio. Y la sequedad del pavo crece cada día. Hasta que no baja por la garganta ni con varios litros de sidra Santa Claus. Y por extraño que parezca, la primera en protestar es el alma. Pero al quinto día el cuerpo se revela. Se instala en la pesadez. Es como si uno mismo se estuviera convirtiendo en pavo. Es como el Cisne Negro pero con los hipopótamos de Disney. Tras el pavo hay que aniquilar la pierna. Qué crush de la gente con la pierna. Año tras año lo mismo. Y esa sí no baja nunca. Parece que toda la pierna se atora en la garganta. Soy como los adictos a la droga. Me voy a dormir diciendo ni uno más. Pero apenas amanece me veo imposibilitado para tirar nada. Y me sirvo ensalada navideña. Y me llevo cucharadas a la boca mientras las lágrimas ruedan por mis mejillas.

Cuando era niño me expulsaron de los Boy Scouts. Me llevaban contra mi voluntad. Nunca he sido bueno para recibir lecciones. La fábula de la hormiga y la cigarra siempre me pareció un gran embuste. La prueba de que la cultura mexicana se brinca cualquier lógica y sentido común. En este país la cigarra no se muere de hambre al llegar el invierno. Le retacan el refri de tamales. No me considero una cigarra, se necesita una habilidad fuera de serie para vivir de los demás. A mí la vida me dio talentos, pero no soy un vividor. Ese es un don especial que me fue negado. Pero por suerte tengo la cara de pobre niño sin amor. Y soy el receptáculo de todo el recalentado a varios kilómetros a la redonda.

No puedo más. Me siento sepultado por el recalentado. La única solución posible es que me compre un refrigerador más grande. Para el diciembre próximo poder hacerle frente a la temporada. Eso o que definitivamente acabe conmigo. Ya veo el titular. Promesa (nunca cumplida) de la literatura mexicana muere intoxicado por recalentado. En fin, creo que después de todo, la navidad tiene algo bueno. Me acaba de dar una gran idea. Cuando ya no quiera vivir. Cuando me quiera ir de este cochino mundo, tragaré recalentado hasta la sobredosis. Será un muerte espectacular. Que esa gente que piensa que me va a salvar del desamor con comida sea el vehículo para mi suicidio. C