El sino de las ratas

El sino de las ratas
Por:
  • larazon

Como narró José Revueltas en su relato “El sino del escorpión” —al cual esta columna debe su nombre—, el alacrán muestra ahora algo sobre el sino de las ratas, tomado del ensayo “Rats Are Us”, de las investigadoras Kristin Andrews y Susana Monsó (https://bit.ly/391yNo6).

Ninguna fatalidad pesa sobre las ratas aparte de ser consideradas tales y  ser tan despreciadas por los humanos. Por ello se ven en la necesidad de vivir en las coladeras húmedas, entre las hendiduras de los edificios y en los rincones sin luz, una vida secreta y de enorme riqueza emocional. Las ratas se ríen y no sólo viven en el presente, son capaces de revivir recuerdos de su pasado y de planear una ruta a seguir en un futuro inmediato. Intercambian posesiones y de alguna manera comprenden si deben un favor a otra rata y si pueden pagarlo con un intercambio.

Cuando hacen una mala elección, sienten algo parecido al arrepentimiento. También se ponen metas a conseguir, utilizan herramientas para obtener comida, juegan a las escondidas con los humanos y se divierten. Se sabe de la enorme empatía prevaleciente en las ratas. Por ejemplo, se niegan a tomar acciones como empujar una palanca para llegar a la comida si esto ocasiona sufrimiento (descargas eléctricas o dolor) a otra. Prefieren tener hambre a satisfacerla a costa del sufrimiento de las de su especie. Se han negado a seguir un camino dentro de un laberinto si esto provoca sufrimiento a otra rata, más aún si ellas mismas han experimentado ese sufrimiento; es decir, reviven experiencias y se preocupan por sus congéneres. Incluso han liberado a ratas atrapadas en una trampa sólo porque les importa. Igualmente han tratado de salvar a alguna cuando se está ahogando, en particular si ellas mismas han vivido la angustia del ahogo.

"Las ratas utilizan herramientas para obtener comida. Se sabe de su empatía".

Y, sin embargo, se experimenta con ellas de maneras indecibles. A pesar de que sienten y sufren, se crean ratas mentalmente enfermas, traumatizadas, se les provoca dolor separándolas de su madre o analizando su reacción cuando ven morir a sus crías. Son herramientas de investigación baratas y desechables. Se les mata de formas horrendas, con gases, venenos, inyecciones, eutanasias sofisticadas y lastimosas. Se estudia su empatía para tratar psicopatologías humanas, se les inyectan ansiolíticos, paracetamol, heroína o se les aplican descargas eléctricas. La meta explícita es crear poblaciones de ratas mentalmente enfermas, traumatizadas y sufrientes para analizar sus reacciones.

Las autoras enumeran las violaciones éticas de estos casos y recuerdan la lucha para eliminar en definitiva la experimentación con chimpancés y otros animales. El escorpión vuelve a su nido.