En busca de Amparo Dávila

En busca de Amparo Dávila
Por:
  • Mary Carmen Sanchez Ambriz

Es un mito viviente de la narrativa mexicana. En su estudio hay fotos de Kafka, Cortázar y obra de Pedro Coronel, quien fue su esposo. La escritora pertenece a varias generaciones literarias: hay quien la relaciona con Juan Rulfo, Francisco Tario y Guadalupe Dueñas; o con Inés Arredondo, Juan García Ponce, José Emilio Pacheco, Juan Vicente Melo y Salvador Elizondo. De sus amigos evoca con especial afecto a Juan José Arreola y a Luis Mario Schneider.

En 1977 le fue concedido el premio Xavier Villaurrutia por el volumen de cuentos Árboles petrificados. Es considerada como una de las cuentistas mexicanas más antologadas y varios de sus relatos aparecen en recopilaciones del alemán, francés, inglés e italiano —figura en más de cincuenta compendios de esa estirpe. Y a pesar de sus silencios Dávila no ha perdido contacto con el lector.

Lo primero que publicó fueron salmos y poesía mística, en la revista Estilo, de San Luis Potosí, que dirigía el poeta Joaquín Antonio Peñaloza. Luego, atendiendo a una invitación de Emmanuel Carballo, Carlos Valdés y el fotógrafo Ricardo Salazar, entregó textos para la revista Ariel. Cuando tenía veinte años, imprimó una plaqueta de poesía, Salmos bajo la luna. Le siguieron títulos como Perfil de soledades, Meditaciones a la orilla del sueño; y los libros de relatos Tiempo destrozado, Muerte en el bosque, Música concreta y Árboles petrificados.

A continuación algunos temas y declaraciones.

> [Su relación con la literatura:] “He sido una amante inconstante, mas no infiel. Yo me hubiera pasado la vida sentada, escribiendo, pero la vida no me deja.”

> “Han pasado muchos años y no he podido terminar de corregir un libro de cuentos. Da la casualidad de que siempre que me siento a escribir ocurre algo. Tengo una hija con graves problemas de salud; y cuando vuelvo a intentar avanzar en el libro, surge un nuevo contratiempo. Han pasado muchos años y no vivo con prisa por publicar; cuando buenamente se puede, bien, y de lo contrario me resigno a mi suerte.”

> [De la crítica literaria:] “Agradezco mucho a los críticos, me siento honrada y me satisface que les agrade mi narrativa. Pero cuando escribo no me afecta si les gusta o les disgusta, me tiene sin cuidado porque realizo lo que necesito hacer, lo que quiero hacer. Si lo disfrutan, me congratulo.”

> [Su relación con Pedro Coronel:] “Nos integrábamos muy bien. Siempre me ha interesado mucho la pintura y vivir con alguien como él fue maravilloso. Y él, en cambio, amaba la literatura, la filosofía y la música. Entonces nos complementábamos. Si yo escribía un cuento, se lo leía y él opinaba, y luego yo veía si hacía caso a sus observaciones que por lo general eran muy atinadas. Y viceversa, cuando él pintaba yo lo criticaba, le enojaba, y luego veía que corregía como le había dicho.”

> “Cuando escribo soy muy sensorial, por ejemplo un color, un sabor, un olor, un atardecer, un árbol o un determinado paisaje, me conmueven. La sensación epidérmica me puede traer a la memoria algo, una situación que he padecido, y entonces surge la idea del cuento.”

> “Cuando escribía salmos me sentía muy bien. Después con el verso libre tuve otra grata experiencia. Luego pasé al cuento y ahí me he quedado porque es inagotable, ofrece muchos retos y misterios como una caja de Pandora.”

> [Su narrativa y la literatura fantástica:] “Lo que hago es manejar la realidad, mas para mí esa realidad tiene dos caras: la externa —que es lo que sucede cotidianamente y tiene una razón de ser, una lógica—, y la interna —que suele ser oscura. Abundo en esta última cara y paso de una a la otra, muy cómodamente: de la lógica al absurdo. Muchos creen que es literatura fantástica y no: describo parte de la realidad porque son situaciones que en verdad ocurren.”