Estridencia en San Felipe

Estridencia en San Felipe
Por:
  • eduardo-hg

A primera vista parece un escenario postapocalíptico. Ciberpunk. La orilla de la gran urbe se diluye en una postal de manteca y óxido. Hay carnitas, quesadillas, tlacoyos, mariscos, micheladas, extrañas chácharas (un semáforo de avenida o maquinaria industrial pesada), ropa usada avant-garde, pintura, tazas de baño, piratería y un sinfín de fayuca kitsch. He llegado al tianguis de la colonia San Felipe de Jesús al nororiente de la Ciudad de México. A La San Fe, capital de la estridencia.

Cada semana, La San Fe es el tianguis predilecto de alrededor de medio millón de feligreses. Se dice que es el más grande de América Latina. Ocupa una tripa de casi ocho kilómetros entre la avenida Villa de Ayala y calles aledañas. El Big Bang de este universo ocurrió un domingo de 1962, cuando un pequeño grupo de colonos instaló sus chácharas. El puesterío ganaría su lugar en el Olimpo tianguero de la Ciudad de México: Tepito, Santa Cruz Meyehualco, El Salado, Las Torres y La Lagunilla.

La San Fe es un espejo de la vida chilanga: permisividad, paradoja, desmadre, disparates y ritos advenedizos. Camino sobre Ejido, enfilo hacia el sur, a Cuah-témoc, donde comienza “la paca”. “¡Páseeeleee damita, caballerooo! ¡Ropa de hombre a 20, de mujer a 10, levántaaaaleee genteee! ¡Qué espera para meterle la mano señoraaa! ¡Métale la mano señoraaaaa! ¡Métale la mano señoraaaaa!”.

Cúmulos de brasieres, shorts, suéteres, playeras XXXL, chamarras y pantalones son manoseados, ajenos a las recomendaciones de salubridad sobre esta redituable práctica tianguera. Según el IMSS, entrar en contacto con la ropa de paca antes de lavarla con jabón y agua, o de envolverla en bolsas de plástico por algunos días, puede provocar tiña, sarna, dermatitis de contacto y gonorrea. La ropa de paca puede contener ácaros, piojos, algún tipo de químico o bacterias, debido a su procedencia: tiraderos, asilos, morgues y (llega a ocurrir) panteones.

Estas recomendaciones en La San Fe valen madre. En la paca puedes conectar ropa chida para todo tipo de estilos. Con Héctor Lavoe de fondo se arremolinan mujeres cuarentonas, señoras con niño de brazo, treintones panzones y jóvenes con brillantes sonrisas. Preguntan por las piezas colgadas con gancho en cadenas de plástico. Lo mejorcito arriba; lo más barato abajo, revuelto en jaulas.

Ahora bajo sobre 20 de Noviembre. Huele a marihuana y a manteca de cerdo para fritanga. Unos cholos rapados y tatuados hasta el tuétano atienden adelante. Escuchan a Kid Frost y beben caguamas como bebés sus biberones. Son ñeros, rufianes en su aspecto, pero asumen su papel y atienden con parsimonia.

Llego a Morelos, donde Shar Pei tiene su puesto. Usa lentes de fondo de botella, rebasa los 110 kilogramos de peso, usa la barba crecida y estudia Sistemas. Parece maloso cadenero de bar, pero es afable. Su familia es de estirpe tianguista. Vende tenis importados en La San Fe y en otros mercados del Estado de México. Shar Pei me dice que la mayoría de los tianguistas de La San Fe están afiliados a dos grupos liderados por el PRI y el PRD: “La misma caca”.

También me cuenta que hace un par de años, el cártel de La Familia Michoacana, con gran poder en el Estado de México, intentó penetrar en La San Fe para ejercer su maquinaria de extorsión. “Los de La Familia pasaban por cada puesto y te grababan. Luego regresaban y te pedían cierta cantidad por caja que abrieras de tenis, de ropa”. Pero algo en las altas y medianas cúpulas lo impidió.

En Independencia La San Fe se convierte en un mercado de frutas, verduras y enseres domésticos menores. Un local que dice “Papelería” opera como tiendita. Afuera hay varias mesas de metal cuadradas, de esas de pulquería o cervecería. Diesel destapa, prepara y sirve a ocho cuarentones que juegan dominó. Es ingeniero, tiene 28 años y los fines de semana ayuda en la tienda familiar. Me cuenta que la permisividad en el tianguis sobre la venta de alcohol tiene sus temporadas. “Hace unos meses mataron a un chico acá atrás, a tiros”.

Las autoridades encendieron las alarmas y se prohibió la venta de alcohol. Luego el río de embriaguez volvió a su cauce. San Felipe de Jesús, junto con las colonias Providencia, Casas Alemán, 25 de Julio, Campestre y La Esmeralda pertenecen a la tercera zona territorial más peligrosa de la ciudad (GAM-5), de acuerdo con un informe de la Procuraduría local. Pero el domingo la lógica de la colonia se supedita a las normas del tianguis. El asalto no es común y en general uno se puede meter a los recovecos dangerous.

Es el caso de Gran Canal y su serpiente de cuartuchos y bodegas de lámina que se apilan como muéganos. Ahí uno puede conseguir todo tipo de herramientas, nuevas y usadas, electrodomésticos y chácharas. En Gran Canal compré mi primera lavadora cuando me junté por primera vez. En otra ocasión compré un tanque de gas y he estado a punto de mercar una Vespa oldie y un asador de carnes importado.

Los especialistas en música punk afirman que en México el género brotó en La San Fe, con grupos como Polo Pepo y Sociedad Corrupta, Rebel’d y Síndrome del Punk. La historia le da a la colonia cierto aire de misticismo. En 1988 el seminal grupo Polo Pepo y Sociedad Corrupta grabaron el disco San Felipe es Punk. Incluye el himno “San Felipe de Jesús”, que dice: “En una orilla del norte hay una gran tradición / donde el tiempo se detiene a ritmo de rock y punk / Es en esa San Felipe / donde nació el movimiento punk / abanderados aún por el Polo Pepo / San Felipe es punk y sus alrededores / San Felipe es punk y sus alrededores”.

“En el inmenso tianguis que es la ciudad —escribió Carlos Monsiváis en Los rituales del caos—, el Chopo es un territorio donde la solemnidad toma forma de lo que, fuera, aún se considera provocación”. Pienso que lo mismo ocurre con La San Fe, donde, siguiendo a Monsiváis, “algo de la contracultura clásica permanece, la de quienes no se enteran del sueño de la modernidad”.

El sol comienza a caer en el poniente y yo emprendo la retirada por la 306. Me pierdo entre el barullo. San Felipe se guarda para regresar en ochos días, cuando, de nueva cuenta, a primera vista parecerá un escenario postapocalíptico.