FONCA: atolondrados y paranoicos

FONCA: atolondrados y paranoicos
Por:
  • victor_manuel_mendiola

Así como la designación de Paco Ignacio Taibo II como director del Fondo de Cultura Económica suscitó un rechazo entre intelectuales y escritores, la designación de Mario Bellatin como director del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes provocó una expectativa positiva. Si las opiniones extremistas y descalabazadas de Taibo II creaban un ambiente ríspido, por el contrario, la personalidad seria y profesional de Bellatin produjo el sentimiento exactamente opuesto. No obstante, algo no funcionó y de pronto todos, o muchos, miramos con asombro el diagnóstico catastrófico que Bellatin hizo de las actividades del FONCA.

Sabemos que esta institución no carece de problemas y que grupos o individuos de la comunidad artística de México tienen, o tenemos, con ella diferencias e inconformidades. Sin embargo, a pesar de las discrepancias, en la opinión general prevalecía y prevalece la idea de que el desarrollo de la vida artística de nuestro país ha encontrado en el FONCA un auténtico espacio de crecimiento. Desde que se fundó el organismo —si pensamos en lo que sucede en los países del sur de América— México, en términos de programas culturales, está a la vanguardia y puede ser comparado con lo que ocurre en Estados Unidos, Japón o algunos países de Europa. Basta con ver, de manera somera, las obras creadas bajo su cobertura, como por ejemplo libros notables de Fabio Morábito, Antonio Deltoro, Vicente Quirarte y Francisco Hernández, en poesía; o de Juan Villoro, Daniel Sada, Carmen Boullosa, Cristina Rivera Garza y Sabina Berman, en narrativa —entre muchos otros. Lo mismo podríamos decir en lo que toca a la pintura y a las otras artes. Una mirada a la obra de Germán Venegas nos permite darnos cuenta del alto nivel de creación que hay en este momento en las artes plásticas de nuestro país y exactamente sucede lo mismo con Graciela Iturbide. Estos nombres ya justificarían por sí mismos todo el programa cultural del FONCA. Y hay muchos más.

Ya sé que recordar la manera cómo se concibió el FONCA en los tiempos que corren, tan dogmáticos, quizá no sea buena idea, pero es necesario hacerlo porque el meollo del asunto está en esos proyectos originales. A finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta, Octavio Paz pudo escribir algunos de los libros más recordados y excepcionales de la literatura de la segunda mitad del siglo XX con el apoyo de una beca otorgada por El Colegio de México. Otros escritores también gozaron de ese apoyo. Simultáneamente, la generosa ayuda de Margaret Shedd permitió que muchos jóvenes talentosos tuvieran contacto con muy buenos poetas y narradores en el Centro Mexicano de Escritores. Estos dos organismos son la prefiguración del FONCA, no sólo por su buen tino en la selección de quienes se convertirían en los grandes escritores de México (ejemplos clarísimos Juan Rulfo, Juan José Arreola, Carlos Fuentes y Jaime Sabines), sino por el sentido de comprensión de que la vida artística y cultural requiere de apoyos generosos y, valga la consonancia, rigurosos. Así, pues, al plantearse en México, en los años ochenta, la reorganización profunda de la cultura mexicana en su vertiente de creación artística de alto nivel, Paz apoyó sin reservas el establecimiento de un sistema de becas. Él sabía que ese apoyo económico podía ser decisivo para impulsar el talento de los creadores mexicanos. Más por la claridad de Paz que por la atingencia política y servicial de Rafael Tovar y de Teresa, el nuevo organismo surgió bien armado y conforme ha pasado el tiempo ha sido, sin duda alguna, mucho más un beneficio que un perjuicio.

"Prevalece la idea de que el desarrollo de la vida artística de nuestro país ha encontrado en el FONCA un auténtico espacio de crecimiento".

Para mí, mejorar la eficacia del FONCA no es algo muy complicado, pero sí requiere de conocimiento y de un ánimo definitivamente abierto y cabal. ¿Por qué? O mejor dicho, ¿cuál sería el defecto fundamental de esta institución? Básicamente, una ausencia de pluralidad.

Me explico. En general, y sé que también ahí puede haber modificaciones y perfeccionamientos, el lado burocrático de la institución operaba de manera correcta, es decir, los funcionarios realizaban sus actividades de acuerdo con lo esperado. Sin embargo, donde se colaba una ambigüedad era en los creadores convocados para formar las comisiones de selección. En muchos casos la lista de los elegidos estaba francamente cargada hacia un grupo cultural dominante y esto engendraba el tratamiento privilegiado de los autores afiliados a ese grupo. Resulta inconcebible que Luis Miguel Aguilar o Marco Antonio Campos no hayan tenido la beca —no importa que no la hayan pedido, la merecen— o el Premio Nacional que también asigna el FONCA.

Resolver este problema no requiere soluciones complejas. Precisa un arreglo simple: es necesario conocer muy bien el ambiente artístico en todos los planos de la creación y organizar comités de selección verdaderamente diversos y con artistas de alto nivel intelectual. Además, requeriría de la intervención, a través del derecho de voz, de la autoridad del FONCA para hacer notar ausencias o presencias injustificadas.

Desde luego, esta manera de ver las cosas entra en contradicción directa con el otro modo de plantearlas. Si pensamos que el FONCA ha sido benéfico para la cultura mexicana, pero tiene problemas, entonces hay que mejorarlo. Si pensamos que es un desastre, habría que someterlo a una intervención quirúrgica severa.

El diagnóstico catastrófico me parece falso, acomodaticio y servicial. Por el contrario, el planteamiento hecho en la carta enviada por un sinnúmero de organizaciones a la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, me parece mucho mejor definición. Reconoce el valor del programa.

La designación de Marina Núñez es un acierto y podemos esperar de ella una mirada objetiva y sensata. Recibirla con el recuerdo de una vieja discusión es irrelevante. De cualquier manera, discutir el problema bajo los efectos del atolondramiento, la histeria colectiva o la búsqueda del mal, no nos llevará a ningún sitio ni permitirá preservar una institución fruto del enorme talento artístico de nuestro país.