Foot fetish

Ojos de perra azul

Foot fetish
Foot fetishCortesía de la autora
Por:

Hace unas semanas me hice novia de tus pies. Les declaré mi amor, me dieron el sí. Esa tarde, para festejar el romance, salimos a dar un paseo. Era verano. Me puse una blusa blanca de algodón, falda corta estampada de flores rojas, sandalias doradas de hilo trenzado. Sombrilla oriental para cubrirnos los tres. Ellos iban desnudos, descalzos, las uñas recién cortadas; de huesos planos, anchos y firmes, parecían manos, no pies. Yo quise ir en medio de los dos, con un brazo rodeé el arco de uno, como si fuera cintura, y lo atraje hacia mí. Abracé el talón del otro y avanzamos juntos, coordinando zancadas y dando brinquitos de cuando en cuando. Les propuse hacer un recorrido por mi cuerpo y mi memoria, los contornos de la mente, la ruta de la piel y del pasado.

Fuimos al parque al que iba de niña. Jugamos a las traes y a escondernos, conté hasta diez recargando la frente en el tronco de un árbol, cerrando los ojos. Los encontré detrás de unos arbustos, cubiertos de pasto y de tierra. Los lavé con ternura con el agua de la fuente. A la sombra, hicimos un picnic con vino tinto y sandía dulce.

Los llevé a un hotel. En la habitación, a la luz de las velas, los amarré y olfateé. Después les di su primer beso. Chupé las yemas de los diez dedos, las succioné una por una; con los labios acaricié las falanges, mi lengua resbaló por los suaves empeines. Sintieron cosquillas, se retorcieron, los hice reír. Dormimos un rato.

Me hice novia de tus pies. Les declaré mi amor, me dieron
el sí. Era verano

Visitamos mis mares internos para nadar juntos entre corrientes profundas. Se echaron clavados y patalearon con fuerza. Al salir, sus huellas quedaron marcadas en la arena, y yo las seguí. Mis enamorados y yo continuamos andando, el pie derecho pateaba conchas y piedras. Sin hacer ruido, entramos a un campo minado, de puntitas, para que ningún mal recuerdo estallara. Tomamos un atajo lleno de plantas secas y hojas crujientes, el izquierdo empezaba a cojear, tenía una astilla incrustada. Por dar un mal paso caímos en el pantano de mis más oscuras pasiones, pero logramos salir de los terribles fangales. Llegamos al salón de mi escuela primaria, donde aprendí a defenderme con citas de libros. En el patio sonó "Je t’aime… moi non plus". Deberíamos aprender a bailar.

Se hizo de noche y llevé a casa a mis novios pedestres, ya cansados. De regreso pensé en los senderos inciertos que he transitado. Truncados, en direcciones contrarias, he dado vueltas prohibidas. Tropiezos, rodeos errantes, calles y rutas, soy peregrina extraviada y no busco un destino sino seguir adelante.

Te invito a ti y a tus pies a perder el rumbo conmigo.

*** Así las prosas.