Idles

La canción #6

Idles
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El miércoles 23 de marzo me levanté con el dolor de cabeza. Así que mate + mota + monchis y unas cafiaspirinas antes de ir a la prueba de antígeno. El día me cayó pesado como tonelada de ansiedad en espera del resultado. Tenía que llegar a los Idles, aunque fuera hecho pedazos como Joe Talbot en el video de “Crawl!”. El mame en redes y medios apenas fue merecido para el calibre del concierto que la banda sensación del rock estaba a punto de dar. Llegó el resultado, nunca la palabra negativo me había causado euforia.

Disparados en la línea 9 del Metro discutíamos la naturaleza de los Idles y las canciones que nos asestarían después de abrir con “Colossus” y “Car Crash”. Lástima que nos perdimos a Margaritas Podridas, entramos casi directo al quinteto británico-irlandés que tocó implacable más de dos horas. Nos explotaron como boiler en la cara y detonaron el pogo desde “Mr. Motivator” hasta la cola de “Rottweiller”, veinticuatro canciones sin concesión salidas de sus cuatro discos: Brutalism, dedicado a la mamá del vocalista Talbot; Joy As An Act of Resistance, quizá su disco más punk; el sensacional Ultra Mono, que los insertó en la rockola global; y el más canijo hasta ahora, Crawler.

Tenía que llegar a los Idles, aunque fuera hecho pedazos como Talbot en el video de Crawl!

Cimbraron el pabellón lateral del Palacio de los Deportes unos cinco grados en escala de Richter con un cargamento post-punk, hardcore y krautrock bajo las faldas de sus guitarristas, Mark Bowen y Lee Kierman: “The New Sensation”, “The Wheel”, “The Beachland Ballroom”, “Mother”, “Television”, “I’m Scum”, “Danny Nedelko”... una banda obrera de hardcore orgullosamente gay que armó un puto desmadre para que el suicidio del atormentado Darby Crash no fuera en vano. Lo que nos retumbaba en el pecho eran el bajo rosa-matón de Adam Devonshire y su engranaje Jon Beavis en la batería, juntos son una máquina de motorik hipnótico y coros punketos que ponen los acentos en las puntas. El pistón es el cantante aeróbico Joe Talbot, bautizando el escenario con escupitajos tras cada rola. Su voz de perro enrabiado tuerce el significado de las palabras con ironía al cantar furioso: “I’m alright!, I’m alright!” en “Crawl!”, o “In spite of it all / life is beautiful” en “The End”, dos temas primos de “I Feel Alright!” de Iggy Pop. Por lo que a mí respecta, los Idles son la estamina del rock actual, no pain, no gain, y los presenciamos en su momento más salvaje.

La prueba es que salí con Liz del pabellón afónico, empapado de sudor, con dos mil calorías menos, sin dolor de cabeza y sin ansiedad. A mi edad es un deporte de alto riesgo.