La danza o el camino de la vida

La danza o el camino de la vida
Por:
  • alicia_quinones

Paul Valéry escribió que la danza es un arte que se deduce de la vida misma; Nietzsche decía que es una de las formas privilegiadas del arte, la manifestación plena y nunca desinteresada de la poiesis o creatividad humana. Esas formas sutiles y vivas de poesía, dramaturgia, estética y música pocas veces son reunidas con maestría en un espectáculo. En México lo ha logrado la compañía Nemian Danza Escénica, que este 2018 cumple veinticinco años de trabajo ininterrumpido. Su directora es la bailarina Isabel Beteta, una de las figuras centrales en la danza actual, también historiadora del arte y graduada en literatura francesa y artes pláticas.

Además de los múltiples festivales donde ha participado en una decena de países, Beteta ha ejercido como crítica de la danza. En 1981 fundó el Centro Cultural Los Talleres, que dirige hasta la fecha, donde imparte cursos de danza contemporánea. Es integrante de la Sociedad Mexicana de Coreógrafos (SOMEC) y del Colegio de Coreógrafos. En el año 2016 recibió la Medalla Bellas Artes.

Para celebrar sus veinticinco años de existencia, la compañía Nemian ha creado una serie de espectáculos dancísticos titulada El camino de la vida, que se presenta en el Palacio de Bellas Artes el próximo 17 de julio y confirma esa cualidad de la danza como forma privilegiada de la expresión artística.

¿Cómo lograr una diferencia en la danza contemporánea en México?

A lo largo de mi carrera siempre supe que no haría algo convencional. En este sentido, he incorporado elementos externos a la danza, como papel de china, abanicos, telas, muñecos, entre otros. Alguna vez encargué que me hicieran unos muñecos al estilo de Chirico, para una obra-homenaje al pintor, y encontré que los muñecos nos inspiran. Es decir, uso objetos que nos obligan a movimientos distintos a los de siempre, objetos que nos permiten darle la vuelta a las rutinas. Y también hago mucha investigación.

¿Qué se necesita para hacer una buena coreografía?

Yo acudo a la improvisación, pero además estudio a fondo el tema y busco una imagen clave que sea el punto de partida para la coreografía, y que tenga también una función simbólica dentro de la obra. Muchas veces uso referencias a pinturas famosas como La tentación de San Antonio de Dalí; en aquella oportunidad usamos zancos y prácticamente se reprodujo esa obra y se le dio movimiento.

Me interesa crear algo que resulte agradable para el público. No trabajo cosas agresivas; lo hacen otros y se vale. Cuando abordo la violencia lo hago de manera sutil. Creo que esta manera de pensar en el cuerpo como el centro de la obra, con imágenes fuertes y lejos de las modas del movimiento en la danza es lo que ha permitido que el grupo tenga un estilo propio. Hay algo en la compañía Nemian Danza Escénica que me parece muy importante: la obra se hace para los miembros que están en el grupo. Tiene que ser una obra que realmente nazca de las entrañas, porque más allá de la técnica o del aspecto formal, la presencia y la veracidad con la que se realiza es fundamental.

¿Cuál es el punto más importante en la danza?

El cuerpo es el centro: la obra está en ti. Todo lo que se ve en el escenario y todo lo que se usa pasa a través del cuerpo. Somos un cuerpo con emoción, sentimiento, músculos... Por ejemplo, hay ideas fantásticas que sólo pueden expresarse con el lenguaje. Algo así ocurre con la danza y el cuerpo. A partir de esa idea, yo digo que la danza es el arte más completo, porque toma elementos de otras disciplinas, pero se concentra en el individuo como tal.

¿Cómo encuentras la danza en la literatura, por ejemplo, a propósito de la obra basada en García Lorca que forma parte del espectáculo El camino de la vida y presentarán el martes próximo en Bellas Artes?

En el caso de La casa de Bernarda Alba, Javier Amado usó una idea muy interesante: una falda cubre todo el escenario, y bajo esa falda se encuentran los personajes, hombres y mujeres, con la idea de hablar de que, finalmente, la represión social afecta a los dos sexos. Creo que la literatura ofrece muchas imágenes para la danza. La obra de Lorca es representable en movimiento. En el caso de la pieza que voy a estrenar, Llenar el vacío, he estado trabajando con el maestro Wolfgang Scholz en el concepto del vacío como el quinto elemento budista.

"Todo el tiempo luchas contra muchas cosas, inclusive contra tu propio cuerpo. La única forma es creer en lo que haces”.

¿Cómo es esto?

El vacío es muchas cosas. Puede ser el vacío escénico, el de la vida o el que te lanza a una escena en la que no sabes qué va a pasar. A partir de esa idea, hicimos una especie de encuesta con bailarines y llegamos a una conclusión. Horacio Salinas decía que el espacio escénico es el vacío: entras en él, sucede y termina. Y eso es un símil de la vida y de con qué llenas la vida. De eso se trata, de una especie de nacimiento, un espacio donde naces.

¿Qué lección dejan veinticinco años de trabajo?

Creo que lo primero es la disciplina y la tolerancia a la frustración. Todo el tiempo luchas contra muchas cosas, inclusive contra tu propio cuerpo. La única forma es creer en lo que haces. Y eso incluye muchos aprendizajes: cómo trabajar en equipo, cómo generar un lenguaje estético en grupo, cómo dirigir y, por qué no decirlo, cómo yo misma aprendí a hacer coreografía. Si pienso en la primera obra que hicimos, quien realmente se hizo cargo de la dramaturgia fue Bruno Bert: él nos ayudó a salir adelante como grupo. Después de eso tuvimos un periodo en el que trabajamos con diversos coreógrafos, cosa que nos dio la oportunidad de conocer diversas maneras de moverse. Poco a poco fuimos avanzamos, hasta que hace algunos años tomé las riendas de la compañía, pero al mismo tiempo los chicos del grupo, sobre todo los que llevan más años conmigo —Rosario Verea y Javier Amado—, han aportado su estilo; por cierto, cada uno de nosotros presentará una pieza en Bellas Artes, además de la versión de La casa de Bernarda Alba. La pieza que yo presento es muy visual, por mi formación en historia del arte y en las artes plásticas; y la otra obra es Kafkiana, de Rosario Verea, una pieza muy física. Digamos que estas obras de alguna forma resumen lo que hemos hecho en estos años.

¿Qué sucede hoy en la danza contemporánea en nuestro país?

Veo dos cosas: grupos que se multiplican, con propuestas diferentes, con más técnicas y elementos que los chavos usan, y que empezamos a organizarnos mejor.