La máquina poética de Ricardo Castillo

La máquina poética de Ricardo Castillo
Por:
  • alejandro_de_la_garza

Hay gozo íntimo al escarbar en nuestra pequeña o gran biblioteca, la fruición fantasiosa de hurgar en los estantes repletos de libros nos estimula a redescubrir los textos donde nos vimos reflejados y a rescatar a quienes fuimos a lo largo de esas lecturas. Por ello, mientras revisa y desempolva sus libros, el alacrán se ríe de Marie Kondo y su obsesión por el orden (alentada desde su programa en Netflix), así como del efecto Konmari y su exigencia de limitar nuestra biblioteca a treinta libros.

Este afán por el orden (en libros, ropa, papeles, objetos) hace a Kondo insensible a la luz del caos y el azar, a los hallazgos imaginativos suscitados por lo accidental, advierte el venenoso. Como prueba, el rastrero ofrece su reencuentro fortuito, en el estante más alto de su librero, con La máquina del instante de formulación poética (UdeG-Conacyt, 2001). Un magnífico juego de imaginación y creación de poemas con base en tableros, dados, guía, un cuaderno de escritura y un libro-relato-glosario. Todo de la autoría de un querido e imbatible amigo del arácnido: Ricardo Castillo (Guadalajara, 1954), poeta innovador desde su primer libro, El pobrecito Señor X (Cefol, 1976) y sus impactantes presentaciones en vivo, hasta hoy en día, cuando destella el espectáculo de su poesía mímica, cantada y contada, sonora y rítmica, compuesta de poemas guturales expresados con el cuerpo, la música, el gemido, el balbuceo, el grito, el movimiento, el gesto.

"Este afán por el orden hace a Kondo insensible a la luz del caos y el azar, a los hallazgos imaginativos suscitados por lo accidental".

La máquina..., a la cual el escorpión se ha sometido un par de veces con resultados insólitos, es también un ejercicio con el doble: un tal X (Ximénez), elige a un narrador (Castillo) y mediante una misiva extraña le encarga poner en marcha “la dinámica de fenómenos de La máquina del instante de formulación poética”.

“El momento de leer esta carta significará que ya tienes en tus manos el paquete que te la hizo llegar, el mismo paquete en el que habrás de saber que yace mi máquina abandonada. Descúbrela ahí dentro. Desmembrada en diversas cajas, documentos y sectores (...) ¿una máquina genera un instante en el que se verifica el acontecimiento de lo que formula otro algo? Sí, ¿qué? Lo que vulgarmente llamamos poesía”.

El rastrero topa con una predestinación del azar, un llamado narcótico emitido por los elementos mismos del libro-juego: la tabla del deseo y la del vacío, el tablero de eventos, el umbral, los rumbos, el libro de la memoria compuesto por versos de sesenta poetas, cuya combinación, producto del lance de dados, resultó en: “Ahora me pierdo de mí y voy a extraviarme / hasta que se arrastre el animal que soy / sobre las cenizas de las mentirosas evidencias”. El escorpión repta a su nido.