La sociedad crackerizada

La sociedad crackerizada
Por:
  • carlos_velazquez

Mientras que la generación de los escritores nacidos en los ochenta no termina de afianzarse, la de los nacidos en los noventas acaba de imponer a su primera gran figura: Luciano Concheiro. Quien con Contra el tiempo (finalista del Premio Anagrama de Ensayo 2016) acaba de asestar un golpe más fuerte que todos los logros juntos de los nacidos en la década anterior a él. Lo que supone una gran esperanza para nuestra literatura.

En una época en la que se publica demasiado pero escasean los autores de calidad, Concheiro sobresale porque ante la pereza mental que nos rodea, él alumbra el panorama con su pensamiento. Se dice que la literatura es una carrera de resistencia, pues ya Concheiro lleva la delantera. No importa que detrás vengamos algunos con más tiempo dedicado al oficio. Porque lo que Contra el tiempo sostiene, entre otros tópicos, es que

de aquí en adelante la manera en

que vivimos ya ha sido superada. En todos los sentidos, pero sobre todo

el literario. Algunos se quedarán en el pasado y muy pocos podrán encajar en la nueva era. Suena duro, pero se ha rebasado la manera en la que comprendemos el aparato literario.

Resulta interesante que el primer producto sólido de la generación nacida en los años noventa no es una novela, sino un ensayo que ofrece una lectura del tiempo tal y como la propuso Kerouac en la versión cruda de On the road.

Kerouac es el primer escritor acelerado de

la historia. Por la utilización que hizo

de la benzedrina como herramienta escritural y porque escupió la versión original de la novela en un scroll. Ya a finales de los cuarenta, Kerouac tenía la concepción temporal a la que se refiere Concheiro: “una página web de scroll infinito (es decir, como funcionan Facebook, Instagram y Twitter)”. Todo pertenece ahora a los terrenos de la neomemoria.

El tiempo es una maldición. Y el culpable de que las sociedades occidentales se vuelquen sobre prácticas orientales para contrarrestarlo. Pero no existe escapatoria. Para una cultura netamente capitalista, la búsqueda del zen es improcedente. Y este mismo afán forma parte del fenómeno del aceleramiento. Meditar, hacer yoga, etcétera, producen la ilusión de que existe una alternativa a la esclavitud capitalista. Pero es un espejismo.

Apenas se introdujeron estas disciplinas, si así podemos llamarlas, en nuestro entorno el sistema las mercantilizó. La industria vegana es un ejemplo. Alimentarte con productos artesanales pretende combatir el proceso de aceleramiento, retardar la muerte, pero el costo excesivo de este modo de vida no hace otra cosa que nutrir al capitalismo.

Contra el tiempo es una obra sólida creada por un autor precoz. Con sólo 24 años, Concheiro ha conseguido algo extraordinario. La buena literatura propone problemas. Contra el tiempo plantea una problemática. En un panorama como el de la literatura mexicana, en el que cada vez más la mcnovela y la falta de rigor son la oferta editorial, el libro de Concheiro nos recuerda que las aspiraciones del arte no han cambiado: cuestionar es una de sus funciones primordiales. La experiencia estética per se no debe estar exenta de cuestionamientos. El culto a la velocidad, del que nos advertía Paul Virilio, se ha apoderado de nuestro pensamiento.

Al problema que plantea Contra el tiempo, Concheiro propone una solución. La contemplación del instante. Es posible escapar al tiempo y a la aceleración, no definitivamente, pero sí evadirse a través del instante. Y para ejemplificarlo recurre a unas fotografías del artista Gabriel Orozco. Pero más que la pausa que se intelectualiza, la manera más eficaz de ponerse en contacto con el instante o hacerse consciente de él tal vez sea a través del orgasmo.

Inconscientemente anhelamos escapar a la velocidad. Cuando una persona confiesa que desea un orgasmo de dos horas no es por la prolongación del placer, es por la evasión del tiempo que

esto supone. El cansancio metafísico

que nos aqueja sólo es liberado a través de la cristalización del instante.

En la sociedad acelerada en la que vivimos cada vez es más difícil experimentar el orgasmo. Y esa bisagra (el instante) que propone Concheiro como respiro, es cada vez más difícil de alcanzar. Y la necesidad que tenemos de él se convierte en un ruido ontológico. Que el mismo aceleramiento nos impide distinguir. Contra el tiempo trata sobre la angustia anticipatoria que ejerce sobre nosotros el aceleramiento. Establece que somos una sociedad que vive permanentemente bajo los efectos del crack.