La subversión Shakespeare

La subversión Shakespeare
Por:
  • victor_manuel_mendiola

Todo ha sido dicho con exactitud y todo ha sido vuelto a decir colmado de dudas y enigmas sobre la vida y la poesía de William Shakespeare. Sin embargo, por encima de todo eso está el hecho primario de la enormidad de la creación de Hamlet, Macbeth, El Rey Lear, Otelo, Ricardo III... y la potencia cósmica de su verso. Ciertamente es significativo que Samuel Johnson, al estudiar los trabajos de Shakespeare, siempre habla de él no como un dramaturgo sino, sobre todo, como poeta. Las tragedias, las comedias y las tragicomedias nunca dejan de estar en el universo de las ecuaciones de la poesía en movimiento bajo su forma más aguda y humana. En este contexto, ¿qué lugar ocupan los 154 sonetos publicados en 1609, siete años antes de su muerte, por el editor Thomas Thorpe? En todas esas piezas observamos la viveza de las pasiones irrefrenables y la conciencia herida; lo que el poeta siente de sí mismo y lo que percibe del otro o la otra, o de los otros dos juntos; la lujuria chispeante y dolorosa y la igualación brutal del deseo con las transacciones económicas (pago, rédito, hipoteca, interés); lo inmediato escondido y lo mediato revelador.

De manera concreta vemos tres amores: el amor platónico, el amor sensual y el amor de estar en el secreto de un pensamiento lírico hecho de oposiciones vitales y, a través de ellas, la diversión de un triángulo erótico. Y todo ocurre en las formas de la gracia —repleta de dobles sentidos, muchos obscenos—, la inteligencia, la libertad moral, y en un individualismo duro y pragmático, aunque al final tan comprensivo de la fragilidad y la desgracia, que Shakespeare también padeció y que lo llevó incluso a exclamar:

Mas yo soy el que soy y los

[que cuentan

Mis faltas en verdad cuentan

[las suyas.

En este espacio, en ese gran escenario de la conciencia llena y vacía, William Shakespeare trata de educar a un joven sobre las ventajas de la reproducción y la herencia. Y mediante esa pedagogía acaba amándolo, por lo menos de manera idealizada. En ese espacio, también, aparece la dama oscura, con su pelo negro cuervo y su tez oscura, que acicatea la intensidad del placer y castiga a quien la ama. A su tiempo, el poeta la describe con dureza:

Te juré hermosa y te pensé

[radiante

Y eras oscuro infierno, negra

[noche.

Los catorce sonetos que enseguida se publican sólo son un acercamiento al mundo remoto de William Shakespeare que, de manera contradictoria y refinada, es tan certero, tan vivo y tan actual en la ominosa y cada vez más vulgar realidad de nuestro tiempo.

I

Queremos siempre exagerar lo hermoso

Y hacer vivir la rosa de lo bello,

Mas como todo lo maduro muere,

Un hijo puede ser tierna memoria.

Mas tú, que estás cautivo de tus ojos,

Criados en una luz de luz perenne,

Engendras hambre en la avidez saciada,

Y enemigo de ti, a ti mismo niegas.

Tú que eres hoy la fresca flor del mundo

Y único heraldo de la primavera,

En tu capullo entierras tu verdad

Y tierno avaro gastas sin gastar.

Del mundo apiádate o si no, glotón,

Te comerás el mundo como tumba.

 

[caption id="attachment_898411" align="alignright" width="319"] Ilustraciones de la época isabelina, del libro de Anthony Burgess, Shakespeare, Penguin Books, Gran Bretaña, 1972.[/caption]

XIV

De las estrellas no hago agobio o máxima,

Mas yo pienso que tengo astronomía,

Y no hablo de mi buena o mala suerte,

De peste, ruina o tiempo de cosecha.

Ni de anunciar fortunas en minutos,

Diciendo truenos, lluvia y fuertes ráfagas,

O hablando que tendrán virtud los príncipes,

Por lo que hallo a menudo sobre el cielo.

Mas de tus ojos mi saber derivo

Y en los constantes astros leo el arte

De cómo incrementar verdad y encanto,

Si los custodias dentro de ti mismo.

Si no fuera así, te hago este pronóstico:

Verdad y encanto acabarán contigo.

 

XX

Un rostro de mujer te dio Natura,

Tú, señora-señor de mi pasión;

Amujerado en corazón gentil

Sin cambio brusco en nueva moda vana;

Tus ojos tienen más luz que los de ellas,

Menos falsos animan lo que ven;

Un hombre a gusto en el control del gusto,

Los roba a ellos, y las turba a ellas.

Fuiste creado para ser mujer,

Mas natura te amó mientras te hacía

Y me agregó a mí para ser vencido

Y me aumentó con algo que era nada.

Y aunque creado para las mujeres

Tu amor es mío y los placeres de ellas.

 

XL

Toma todo mi amor, amor, sí, tómalo.

¿Qué más tienes que no tuvieras antes?

No amor, mi amor, que sea amor auténtico,

Lo mío ya era tuyo desde siempre.

Así, si por amor mi amor recibes,

Yo no te culpo por usar mi afecto;

Mas sí porque a ti mismo te has mentido

Al rechazar por gusto lo que gozas.

Perdono tu hurto, mi gentil ladrón,

Aunque te robes toda mi pobreza;

Y sabe amor que es una gran angustia

El mal de amor que deja el abandono.

Gracia lasciva, en quien el mal deslumbra,

Mátame de odio, mas no sin amor.

[caption id="attachment_898410" align="alignright" width="322"] Ilustraciones de la época isabelina, del libro de Anthony Burgess, Shakespeare, Penguin Books, Gran Bretaña, 1972.[/caption]

XLI

Las faltas bellas que tu gusto inventa

Cuando me ausento de tu corazón,

Tu hermosura y tu edad colman de réditos,

Porque el deseo aún va a donde vas.

Eres noble y por ello un ser querido,

Eres bello y por tanto ansiada presa,

Hijo de una mujer, ¿rechazarías

La amable seducción de una mujer?

Aunque no debes, déjala por mí,

Riñe a tu juventud y a tu hermosura,

Que son quienes te llevan al disturbio

Y te hacen violentar mis dos verdades:

A la bella la tienta el joven bello,

Y a ti, tu encanto que es falso conmigo.

 

XLII

Que tú la tengas a ella no me angustia,

Aunque tal vez yo la ame con cariño;

Pero si ella te atrapa es mi disgusto,

Una muda de amor que me lastima.

Excusaré a los pérfidos amantes:

Tú la amas porque sabes que yo la amo,

Y por mi amor, ella abusa de mí,

Y sufriendo por mí, él goza de ella,

Si la pierdo, mi pérdida es ganancia

Porque mi amigo encuentra lo perdido;

Los dos ganan y yo pierdo a los dos

Y ambos me imponen por mi bien un cargo.

Mas gozo porque yo y él somos uno;

Entonces, ella sólo me ama a mí.

 

XLVII

Mi corazón y mi ojo están en paz,

Y se hacen buen servicio el uno al otro:

Cuando el hambre de ver domina a mi ojo,

O el corazón se ahoga entre suspiros,

Mi ojo con tu retrato monta fiesta

Y con tu estampa invita al corazón;

O el corazón resuelto hospeda al ojo

Y la extrañeza del amor comparte.

Así por el retrato o la pasión

Tú que estás lejos, en mí estás presente;

Por ti mis pensamientos no se mueven,

Yo estoy con ellos y ellos en ti inmóviles;

O, si ellos duermen, tu pintura en mí

Saca del sueño al corazón y al ojo.

 

CXXI

Mejor ser vil que sólo parecerlo,

Cuando no existe causa de reproche,

Y el perdido placer así es valuado

No por mí mismo sino por la gente.

¿Por qué los falsos ojos corrompidos

saludan a mi sangre juguetona?

¿U otros peores que yo me hacen pérfido

Y cuentan como malo lo que es bueno?

Mas yo soy el que soy y los que cuentan

Mis faltas en verdad cuentan las suyas.

Puedo ser recto y ellos ser torcidos,

Mas nada otorga revelar mis actos;

Y si ellos nutren este mal común,

El hombre es malo y en el vicio impera.

[caption id="attachment_898409" align="alignright" width="351"] Ilustraciones de la época isabelina, del libro de Anthony Burgess, Shakespeare, Penguin Books, Gran Bretaña, 1972.[/caption]

CXXVII

Antes el color negro no era bello

o no tenía el nombre de lo hermoso;

Pero hoy el negro es noble mayorazgo

Y hermosura a costa de la infamia:

Desde que el mundo dio a las manos fuerza,

El bien por mal del arte expió el defecto,

La hermosura no tiene nombre y santo

Y carece de gracia sin desgracia.

El pelo de mi amante es negro cuervo

En rima con los ojos; ellos lloran

Como quien sin nobleza porta encanto,

Obra soez con una falsa estima:

Lloran tanto que son ya su lamento

Y el mundo dice: lo bello es lo negro.

 

CXXX

Los ojos de mi amor no son el sol;

Sus rojos labios no son coral rojo;

Si alba es la nieve, por qué el busto es pardo;

Si el pelo es púas, negras púas tiene.

Vi rosas de damasco —rojas, blancas—,

Pero esas rosas no vi en sus mejillas;

Y en algunos perfumes hay más gozo

Que en el aliento que mi amante exhala.

Amé escuchar su lengua, mas sé bien

Que la música es mucho más afable;

Concedo que jamás vi a una diosa,

Mi amada cuando pisa, pisa fuerte.

Mas, por el cielo, yo sé que ella es única

Y desmiente cualquier tramposo símil.

 

CXXXVI

Si tu alma siente que yo estoy muy cerca,

Di a tu alma ciega que yo soy quien te harta,

Ella sabe muy bien que estuve ahí;

Así, amor por amor te ruega amor.

Y tomaré el tesoro que tú guardas,

Lo llenaré llenándote conmigo.

En cosas grandes nos probamos fáciles

Porque entre números uno es ninguno.

Así en cifras permite que no cuente,

Aunque en tu tienda deba darte mi uno;

Porque nada me tiene, tú sostenme

Que siendo nada, en ti soy todo dulce.

Haz mi nombre tu amor, y ama que dure,

Pues así me amarás, ya que soy tu uno.

 

CXXXVIII

Si ella me jura hablar con la verdad

Le creo, pero yo sé que es mentira,

Ella me piensa como un mozo ingenuo,

Omiso de las trampas de la vida.

Pensando que ella piensa que soy joven,

Sé que ella sabe que ya no lo soy

Y acepto fácil su engañosa lengua.

Ambos borramos la verdad tan simple.

¿Mas ella por qué insiste en que es auténtica?

¿Y por qué no le digo que soy viejo?

Porque el amor gusta fingir verdad,

Y el amor ama no contar los años.

Así le miento mientras ella miente,

Y en culpas por mentiras nos mimamos.

 

CXLIV

Dos ángeles yo tengo, en bien y en mal,

Que como dos espíritus me inspiran:

El ángel bueno es un muchacho rubio,

El malo, una mujer de tez oscura.

Para atraparme la mujer maligna

Seduce a mi ángel lejos de mi lado,

Ella haría de un santo un ser perverso

Tentando su pudor con sucio orgullo.

Así, si mi ángel se hace sospechoso,

Puedo decirlo, pero oblicuamente;

Ambos me siguen y ambos son amigos.

Pueden ser juntos ángel con infierno.

Mas esto no será, aunque viva en duda,

Hasta que el ángel malo incendie al bueno.

 

CLII

Al amarte juré una vez por ti

Y tú dos veces por mí y en la cama

Rompiste nuestro trato; y la fe nueva

Es, tras el nuevo amor, un odio nuevo.

¿Por qué te acuso de violar dos votos

si yo he violado veinte? Soy más pérfido,

mis pactos son pactos para engañarte

y mi confianza por ti está perdida.

Ya que juré por tu honda gentileza,

Por tus votos de amor, verdad, constancia

Y porque a la ceguera abrí los ojos

O hice que estos odiaran lo que miran:

Juré tu encanto, con ojo perjuro,

Y contra la verdad juré mentira.