La vanguardia por adelantado

La vanguardia por adelantado
Por:
  • carlos miranda

1. LAURENCE STERNE nació en Irlanda el 24 de noviembre de 1713. Hijo de un militar inglés en activo, Roger, creció al cuidado de su tío Richard en Halifax. Enfermó de tuberculosis en la infancia y a los 25 años, con apoyo de su tío Jaques, un clérigo y político poderoso, se ordenó como sacerdote anglicano y se le asignó la vicaría de Sutton-in-the-Forest, cerca de York.

En el colegio hizo amistad con el literato John Hall-Stevenson, en cuya biblioteca Sterne leyó varias de las obras que lo marcaron: las de Swift (cincuenta años mayor, a su vez eclesiástico anglicano), Cervantes, Rabelais, Voltaire y otros humoristas y satíricos.

Se casó con Elizabeth Lumley en 1741, con quien tuvo a su única hija, Lydia, y un matrimonio de 17 años muy tormentosos a causa de varias infidelidades. Una vez separado comenzó a escribir, con 45 años encima, y desde sus primeros textos hizo alarde de su dominio de la lengua inglesa mediante juegos de palabras, dobles sentidos y, muy importante, el habla popular, donde se hace evidente la calidad de su lectura del Quijote.

2. TODAVÍA SE DEBATE si Shakespeare leyó y homenajeó a Cervantes: se habla de una obra perdida que habría escrito hacia 1607 con base en la historia de Cardenio, cosa impensable porque la primera traducción del Quijote al inglés se publicó en 1612, en los últimos años del poeta. El punto es que, a la muerte de Cervantes, la trascendencia de su obra se apagó en España, pero su lectura cundió en las islas británicas y, un siglo después, hubo una especie de boom que acusó la influencia del ingenioso hidalgo. Henry Fielding escribió primero la obra de teatro Don Quijote en Inglaterra (1734) y luego La historia de las aventuras de Joseph Andrews y su amigo, el señor Abraham Abrams (1742), que se subtitula “escrita en imitación a la manera de Cervantes, autor de don Quijote”. Hubo también una insólita Quijota, escrita por Charlotte Lennox en 1752, que fue muy exitosa, y todavía detectamos el peso del manchego en la primera novela de Charles Dickens, Los documentos de Pickwick, ya en el siglo XIX, y otras tan eminentes como Madame Bovary, El idiota y las historias de Sherlock Holmes y Watson, claro, y del siglo XX incluyo La conspiración de los necios (¿y por qué no a Batman y Robin?).

En Tristram Shandy recobran vida en los personajes del tío Toby (hombre de armas retirado, hermano del padre) y el cabo Trim. Muchos consideramos esta novela el mayor homenaje de todos al Quijote, tanto que casi está a la par (la de Cervantes sería la madre de todas las novelas, la de Sterne es mi novela favorita, la mejor novela de todas es En busca del tiempo perdido y la más bonita, tal como me lo inculcó David Huerta, La cartuja de Parma.)

[caption id="attachment_831046" align="alignnone" width="696"] William Hogarth: El progreso del libertino III: La escena de la taberna o La orgía (detalle). Óleo sobre tela, 1735. Fuente: Fideicomiso del Museo de Sir John Soane[/caption]

3. LA FAMA DE STERNE se originó en sus sermones, que atrajeron a incontables creyentes y no creyentes por la gracia con que abordaba cualquier tema de interés comunitario. Los tituló Los sermones de Mr. Yorick, su seudónimo y otro homenaje, contenido en Tristram Shandy, al mayor escritor inglés, de cuyo Hamlet tomó el nombre y la figura del bufón, y hasta donde sé, no existen en español (en inglés comprenden dos tomos). Toda proporción guardada respecto al mundo del espectáculo de la segunda mitad del siglo XX, tuvo una multitud de adoradores, algo parecido a las estrellas de rock.

En aquel mismo 1759 escribió Un romance político (su primer libro, llamado más tarde La historia de un buen capote abrigador), una sátira —al estilo del Gulliver de Swift— contra unos clérigos que consiguieron que la edición fuera incinerada. Hasta ahí llegó la carrera eclesiástica de Sterne, pero descubrió su verdadero talento. Así comenzó a escribir La vida y opiniones de Tristram Shandy, caballero, que acabaría constando de nueve libros. Se propuso redactar un libro al año pero empezó con dos, que envió a Londres al reputado impresor Robert Dodsley, quien los rechazó justo cuando la madre de Sterne y su tío Richard murieron, mientras que su mujer sufrió un colapso nervioso en el que intentó suicidarse.

Sterne acabó pagando la edición de sus dos volúmenes, que empezaron a circular a finales de aquel año agitado. Muy hábil, le mandó la mitad del tiraje al hermano del impresor Dodsley para que lo vendiera en Londres, a donde viajó en marzo de 1760. Se encontró con que Tristram Shandy causaba furor y él se había hecho famoso, así que le vendió una segunda edición de la novela y dos tomos de sermones. El ingenioso y chingativo Parson Yorick, como fue apodado Sterne, se volvió la persona más buscada de la ciudad. Un vecino de Yorkshire, lord Fauconberg, le ofreció la parroquia de Coxwold, donde se estableció en su amada casa Shandy Hall, que hoy es un museo. Ahí empezó a escribir en los veranos y, en los inviernos, iba a Londres a publicar. James Dodsley costeó dos nuevos libros de Tristram Shandy y, en adelante, Sterne se volvió su propio editor.

Sus noches londinenses se tornaron salvajes y, en 1762, las hemorragias pulmonares casi lo mataron y huyó a Francia, un viaje que describió como la salvación de Tristram. Esta y otra salida posterior le reportaron mucho material para su Viaje sentimental por Francia e Italia, su segunda obra maestra, casi póstuma. Su esposa se recuperó y lo alcanzó en Francia, donde se quedó a vivir con su hija Lydia, de modo que Sterne regresó en calidad de soltero.

4. ESTE NO ES un ensayo sobre la novela “más libre de la historia”, como selló Nietzsche a Tristram Shandy. Se requiere mucho espacio y largo tiempo para intentar tal desafío.

La leí a los 23 años. Supe de ella por María Elvira Bermúdez, la crítica especializada en las variedades policiacas. Quise hacerme de la traducción de Javier Marías en Alfaguara, que siempre estuvo fuera del alcance, y debí conformarme con una edición de Océano traducida con decencia mínima. En 2011, en vísperas del tricentenario de Sterne, Marías revisó su traducción y lo hizo de nuevo este año. Ya no me urge su versión porque accedí en internet a una edición facsimilar en inglés. Pienso todavía que hace falta una traducción mexicana, lo que amerita un ensayo específico.

5. STERNE PUBLICÓ el último libro de Tristram Shandy en 1767. Se enamoró de otra Eliza (Draper) un par de años antes, dedicataria de Diario para Eliza, a quien doblaba la edad y quien era infeliz en su matrimonio con un oficial de la East India Company. Se embarcaron en una relación abierta retratada en sus últimas cartas.

6. STERNE FUE AMIGO personal de John Locke, el mayor de los ilustrados británicos. Se basó en sus teorías filosóficas para animar a un ser que, desde la forma determinada por el recurso literario de conferirle la narración desde antes de su nacimiento, se asume como testigo de la conformación/integración de la Revolución Industrial en ciernes desde su núcleo: el capitalismo protestante, en paralelo con los cuadros de la serie de William Hogarth, El progreso del libertino [The Rake’s Progress], me atrevo a decir.

Tristram Shandy relata no una sino varias historias interconectadas desde la óptica y con la voz de un ser que no ha nacido y desde esa posición describe y analiza el entorno en el que ha de aterrizar. Sterne/Tristram ridiculizan a la iglesia católica por sostener que un ser humano empieza en el universo como un homúnculo, es decir, una personita minúscula contenida en el esperma que es un adultito que se desanforiza.

Tristram nace en el segundo libro. El primero está dedicado a la construcción de un mapa del lugar en el que se iba “a tomar la molestia de nacer” como caído del cielo. En el intervalo hay muchas páginas dedicadas al padre Yorick, el malogrado compadre del papá de Tristram. Al morir el sacerdote, adorado por toda su feligresía, Sterne arroja los dados de su primera gran apuesta que lo lleva a adelantarse no a la modernidad de la novela, crédito exclusivo del Quijote, sino a la vanguardia del siglo XX enfocada en Joyce, sobre todo por la famosa página negra de duelo y la lápida al pie de su tumba que reza Alas! Poor Yorick! Esta leyenda asegurará que quien pase frente a ella, en el acto de leerla, exprese una lamentación por la muerte del párroco. Y no quiero omitir la página de tinta con agua que simboliza el turbio sueño que tuvo Tristram tras una cena pesada. Son mucho más que ocurrencias tipográficas.

La palabra clave para leer y apreciar la genial novela de Laurence Sterne es digresión. Para escanciar Tristram Shandy, Javier Marías sugiere entender

la complejidad de su estructura y su excéntrica ambición, su carácter innovador e irrespetuoso, la dificultad de su lenguaje, sus endiablados juegos de palabras y su disparatada erudición, sus atrevimientos sintácticos, tipográficos y de puntuación, su incesante humor para muchos “intraducible”.

Es difícil elaborar una sinopsis mejor, pero la novela es complicada porque su historia central se somete a prueba por medio de las digresiones que la narración no puede resistir, como cuando se cuenta un relato cualquiera que traduce la pulsión de relatar como fundamento esencial de la comunicación humana. No es exagerado decir que Sterne prácticamente inventó un género literario. Por desgracia, dejó su obra mayor inconclusa.

7. EL VIAJE SENTIMENTAL, tan fácil y entrañable por su tono de confidencia constante e incondicional, tiene lectores que lo adoran, pero despierta la noción de que es más leído y no es así. Obedece al viaje que realizó con la segunda Eliza por Francia e Italia en su

penúltimo año de vida. Esta delicacy no rebasa las 130 páginas, en contraste con las 800 de Shandy, y puede calificarse como la destilación de la sensibilidad de Sterne, con su humor y ternura en perfecto equilibrio.

8. ENTERRANDO JUNTO a la londinense iglesia de San Jorge, a dos semanas de morir tras la publicación del Viaje sentimental —no desevocaré a David Bowie, celebridad del siglo XX/XXI fallecida dos días después de sacar su última obra magistral—, el cadáver de Sterne, la primera estrella pop de la cultura inglesa, muy conspicuo por sus casi dos metros de estatura, fue robado, vendido en su alma mater, Cambridge, y disecado en clase de anatomía. Horrorizado, uno de los alumnos lo reconoció y lo devolvieron al cementerio en sigilo total. No sé bien por qué esta anécdota me remite a la circuncisión de Tristram, realizada de la manera más estrambótica imaginable: mediante una ventana de su casa.

9. ORSON WELLES MURIÓ con sólo quince minutos filmados de su adaptación del Quijote que, dice el mito, pudo resolver con genio.

Llevar Tristram Shandy a la pantalla resultaba más impensable que la aventura con el Quijote, cuyas adaptaciones son infectas, pero a principios de siglo trascendió que se filmaba una adaptación en Inglaterra. Hablamos de una cinta inconcebible, absurda, para cualquier shandiano avezado: Tristram Shandy: A Cock and Bull Story. Se estrenó en 2005; mi escepticismo no me movió a verla y cuando la encontré por accidente en streaming, hace unos cuatro años, me llevé una sorpresa enorme. No es buena, es casi genial, gracias a un recurso de alta complejidad: narra la filmación de una adaptación de Tristram Shandy, es decir, es una película dentro de otra, en la que los personajes centrales son los actores asumiendo las características de los protagonistas de la novela. Evoca a Truffaut y vale mucho la pena.

10. NO HE LOGRADO entender del todo quién es un autor de culto. También lo asocio con su Viaje sentimental (1768), en la que da cátedra de la afectación inglesa que hace contrastar con la vulgaridad francesa por medio de la gracia más sutil y cruel imaginable; es una noveleta que encanta, que enamora con la delicadeza obvia con la que amó a Eliza y, me gusta ilusionarme, formuló una receta para neutralizar la venenosa y muy vulgar ambición de poder de la cultura posmoderna.

No podremos decir nunca Alas! Poor Tristram! sino, como hace un cuarto de milenio, Alas, poor Laurence!, quien se tomó la molestia de expirar, podemos suponer que feliz, hace doscientos cincuenta años, el 18 de marzo de 1768.

Carlos Miranda (Ciudad de México, 1962), narrador, ensayista y traductor, ha publicado dos ediciones distintas de un libro de cuento: Noches de paz y Siempre es peor en noches de paz.