La zorra en el gallinero

La zorra en el gallinero
Por:
  • alejandro_de_la_garza

El alacrán vuelve a la añeja confrontación entre poesía culta y poesía de la calle, el arte por el arte o el arte comprometido, discusión revisitada cíclicamente para oponer la literatura independiente —expresión de una inconformidad artística radical y disidente— a la literatura comercial o del mainstream, regida por los cánones estéticos imperantes (oficiales), en cuanto a temática (vendible), estilo (muy legible) y narrativa (realista).

Pero ¿existe hoy una literatura independiente y rebelde? ¿Implica la disidencia de las concepciones estéticas vigentes, el rechazo de la institucionalidad literaria, de su andamiaje de premios, reconocimientos, ediciones, becas, financiamiento, y también de sus autores oficiales?

El venenoso indaga en estas ideas tras revisar el quinto número de La zorra vuelve al gallinero, editada por Mario Raúl Guzmán y dirigida por José Kiyochi y Yenuén Renard, revista tan independiente que sólo ha editado cinco números en veinticinco años. Se inició en 1992, ajena a los ámbitos del coctel y la complacencia editorial. Ahí figuran los infrarrealistas y su rescate de voces marginales a lo largo de los números siguientes (2002, 2009, 2014 y 2018).

Esta entrega recupera al poeta michoacano Ramón Martínez Ocaranza (1915-1982), de “visión apocalíptica, enigmática, pujante, desesperada” (Enrique González Rojo) y “amalditadamente romántico” (Efraín Huerta). En la portada esplende la dedicatoria de Revueltas a Ocaranza en la novela Los errores: “Para uno de los pocos monstruos que quedan en la superficie de este ancho y deshabitado universo, con el alma encabronada de José Revueltas”.

"¿Existe hoy una literatura independiente y rebelde? ¿Implica la disidencia de las concepciones estéticas vigentes, el rechazo de la institucionalidad?".

La Zorra compila un dossier de Mario Santiago (1953-1998), tanto con las apreciaciones valorativas del personaje y su obra, como con las opiniones despreciativas y a veces clasistas de sus detractores. Las doscientas páginas de papel cuché incluyen ilustraciones y fotografías, pero sobresale un anexo con una muestra de críticas a Gabriel Zaid en las plumas de Carlos Pereyra, Adolfo Gilly, Héctor Manjarrez, Juan Ramón de la Fuente y José Joaquín Blanco.

Insiste el arácnido: ¿cuál es la literatura rebelde hoy? ¿Las novelas sobre el narco, los desaparecidos, la trata de personas, las víctimas, la corrupción política, la narración del consumo de drogas por los escritores?

El rastrero acude a Pierre Bourdieu: “A muchos les cuesta entender que ciertas obras políticamente progresistas puedan ser estéticamente conservadoras, y que la transgresión (o denuncia política de una obra) pueda ser una forma de conformismo artístico”. Para rematar, un aguijonazo de Jean Cocteau: “No hay que rechazar las recompensas oficiales, lo que se debe hacer es no merecerlas”.