Mexicanos sin patria

Mexicanos sin patria
Por:
  • carlos_velazquez

Conocí a Manuel en San Diego. En un bar. En abril del año pasado. Apenas me escuchó hablar en español me invitó un trago. Lo insté a seguir la peda en Tijuana, pero no puede salir del Chuco. Es ilegal. Nos agregamos a Facebook y hemos mantenido una sólida amistad. Nos hemos vuelto a ver un par de ocasiones.

Como millones de paisanos, Manuel es población fluctuante. Es de Oaxaca. Hace trece años cruzó la frontera. No existe duda. Manuel es mexicano. Pero no puede vivir más en México. Ya no pertenece a este país. Y este país no le pertenece más a él. Con la llegada de Trump a la presidencia, Manuel, y los millones con los que comparte situación migratoria, están en la mira de la migra.

El primer día de su gobierno, Trump eliminó el idioma español de las cuentas oficiales del gobierno. Indicio del endurecimiento que se viene en materia migratoria. En cuanto el triunfo de Trump fue oficial, las personas, de distintas nacionalidades, ilegales en Estados Unidos se movilizaron. Para saber lo que el futuro les deparará. El panorama no es alentador. La deportación. Trump desatará una cacería de brujas contra los mexicanos y los musulmanes. La vieja certeza de que los gringos no pueden deshacerse de la mano de obra tercermundista es ahora insostenible. Estados Unidos está atravesando por una crisis sin precedentes. Y van a imponer la mano dura en el sector migratorio.

Manuel no tiene papeles. Por lo tanto no tiene derechos. Hace unos meses sufrió de dolor de muela. Pero no pudo acudir al dentista. Era un boleto directo a México. No le quedó otra opción que arrancarse

la muela él mismo. No se la extrajo, no

se la sacó, se la arrancó. Pasó un fin de semana encerrado en el pequeño cuarto que alquila, por ochocientos dólares mensuales, con unas pastillas para el dolor, una botella de whiskey y unas pinzas como instrumental.

Como Manuel, millones de indocumentados están sacándose muelas por todo el territorio gabacho. Por temor a ser descubiertos. Se avecina un tiempo bastante oscuro para ellos. Van a estar más escondidos, más agazapados, más paranoicos. Más clandestinos. Y han comenzado a temblar. La gran pregunta es qué

ocurrirá con todos esos mexicanos

que ya no pertenecen a México. Las personas que abandonaron este país por la enorme desigualdad económica que lo rige. Y al cual por supuesto no desean volver. Para quienes no existe salida. Un proceso de ciudadanía o de residencia en Estados Unidos es un calvario. Quienes lo han sufrido pueden dar testimonio.

Mi padre nació en Texas. Pero jamás quiso vivir en Estados Unidos. Para vivir en el otro lado tienes que trabajar. Y a mi padre nunca le gustó el trabajo. Se ganaba la vida jugando a la baraja. Tuvo muchas mujeres en su vida. Y a su última esposa la reclamó. Es decir: pidió que le otorgaran la nacionalidad gringa. Mi padre murió y la respuesta del gobierno gringo sigue sin llegar. Si este largo proceso era complicado con las anteriores políticas estadunidenses, con el arribo de Trump se antojan imposibles. Si tus papeles se tardaban en llegar quince años, probablemente ahora dilatarán treinta años.

Existen dos maneras de cruzar la frontera como ilegal. Por tu cuenta, por el desierto, arriesgándote a una muerte casi segura. O pagarle a un pollero 10 mil dólares para que te cruce. Doscientos veintidós mil pesos por alcanzar el Sueño Americano. Que tantos paisanos consiguieron recuperar trabajando en las sombras. Pero con el refuerzo de ley migratoria que propone Trump ya no va a ser tan fácil recuperar esa suma.

La rabia y el coraje se ha apoderado de las dos naciones. No todos en el gabacho votaron por Trump, y la marcha de las mujeres ocurrida hace unos días lo demuestra. Pero estamos atados de manos. El capitalismo salvaje nos tiene acorralados. Y millones están en este momento llorando en el anonimato. Tanto el emigrado como el que espera aquí la remesa. ¿Se producirá un éxodo masivo de paisanos hacia México? Es cruel, pero este país nunca fue una alternativa para ellos. Y tuvieron el valor de aceptarlo. Y de marcharse. De renunciar a la familia, a la tierra, a la sangre. Y tampoco son gringos. Ni chicanos. Ni pochos. Son mexicanos sin patria. Forman parte de nosotros, aunque de aquí hayan sido arrancados. No existe posible regreso para ellos.

Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos, nunca antes como hoy esta frase nos pesa. Por los gasolinazos, el puto muro, las renegociaciones del TLC que se aproximan y por la sumisión del gobierno mexicano ante Trump. Y porque pronto todos los mexicanos que vivimos en México nos vamos a estar arrancando las muelas.