Midsommar, de Ari Aster

Midsommar, de Ari Aster
Por:
  • naief_yehya

Christian (Jack Reynor) pierde la paciencia con las insistentes y desesperadas llamadas telefónicas de su novia, Dani (Florence Pugh). Él y sus amigos, Mark (Will Poulter) y Josh (William Jackson Harper), estudiantes de posgrado de antropología, creen que Dani es una mujer histérica y manipuladora, a la que ni siquiera le gusta el sexo. Los planes de Christian para dejar a Dani se ven obstaculizados cuando ella vive una espantosa tragedia familiar que confirma que su desesperación y angustia estaban justificadas. Si bien Christian intenta mostrarse solidario y ella necesita su compañía desesperadamente, él no la ama y su inmadurez emocional la empuja a un predicamento de desoladora dependencia. La catástrofe que afecta a Dani no sólo hace que Christian se quede con ella por compasión sino que también lo lleva a traicionar a sus amigos, al invitarla al viaje que han planeado al pueblo de Suecia del cual es originario otro de sus compañeros, Pelle (Vilhelm Blomgren). Mark desea que este viaje sea una escapada erótica y Josh piensa escribir su tesis sobre las fiestas de mayo de esa y otras comunidades. Christian no le ha mencionado a Dani nada de ese viaje veraniego para presenciar un intrincado ritual pagano de nueve días que ocurre sólo cada noventa años en el pueblo de Hårga, que conserva sus tradiciones, entre ellas una vida comunal en la que la privacidad no tiene lugar y tanto

el dolor como el placer se experimentan en grupo.

Dani acepta, en su desesperación, a sabiendas de que no es bienvenida.

Las escenas iniciales de Midsommar, el segundo largometraje de Ari Aster, tienen lugar en la penumbra y bajo una nevada. Parecería una continuación de los ambientes, temas y sensaciones de su debut, Hereditary (El legado del diablo, 2018). Sin embargo, de esa atmósfera enrarecida, agónica y claustrofóbica la cinta da un giro luminoso cuando Dani, Christian y sus amigos llegan a Hälsingland. Si bien Hereditary es una mezcla tensa y delirante de elementos del horror que van del virtuosismo al vértigo, Midsommar fluye pausadamente entre largas tomas deslumbrantes del fabuloso director de fotografía, Pawel Pogorzelski, que establecen contrapuntos entre comunidad e individualismo. Las referencias de Aster son numerosas pero la más evidente es la clásica The Wicker Man (Robin Hardy, 1973) y su remake de Neil LaBute (2006), así como se siente la influencia de Stanley Kubrick. La historia que cuenta Aster está centrada en una relación amorosa disfuncional, en el aislamiento de Dani, la torpeza de Christian y en la imposibilidad de restablecer el vínculo perdido. Aunque casi no vemos nada de la intimidad de Dani y Christian, esa ausencia dibuja por sí misma la muerte del afecto y la supervivencia de una mal entendida responsabilidad y un pesado compromiso.

En sus dos largometrajes, Aster presenta la vida después de una tragedia familiar devastadora; en ambos el dolor coloca a las protagonistas en una situación de vulnerabilidad que las vuelve presas de un culto religioso y siniestro que se presenta como una familia alternativa. En ambos un protagonista, es decir, el hijo mayor de los Graham y Dani, culminan coronados como reyes de una cruel cofradía de devotos. Dani estudia psicología, probablemente porque sabe, como Annie Graham (Toni Colette), que sus genes cargan con una amenaza interna que ve reflejada en su hermana bipolar. En ambas cintas las enfermedades mentales juegan un papel fundamental y son la herencia que lleva a la desintegración de la familia en beneficio de otra estructura social con “conocimiento de lo que en realidad sucede”.

Aster no emplea elementos sobrenaturales sino que pone en entredicho las percepciones de sus personajes. Podemos interpretar como alucinaciones que seres caminen por las paredes o que las flores palpiten animadas. En Hälsingland los alucinógenos son parte de la celebración. Quizá pocas cosas parecen menos recomendables que tomar hongos psicotrópicos en un lugar desconocido, con extraños, tras haber sufrido una pérdida familiar devastadora, pero Dani se siente obligada a participar por complacer a los demás. A partir de entonces la realidad comienza a distorsionarse. Pugh hace un trabajo formidable al mostrar apenas su temor, inseguridad y una intuición de que la experiencia aterradora que vivió es la introducción a un nuevo orden.

"Aunque casi no vemos nada de la intimidad de Dani y Christian, esa ausencia dibuja por sí misma la muerte del afecto y la supervivencia de un pesado compromiso”.

El director juega con la idea de la corrección política al insinuar que los viajeros estadunidenses no pueden ver las ominosas señales de depravación social por su ceguera cultural. Asimismo, hay una crítica a la bancarrota de ciertas prácticas académicas que van de la incompetencia a la ilegalidad. Por otro lado, el paganismo de Hårga evoca deliberada e insistentemente el simbolismo de los grupos neonazis que buscan una identidad y justificaciones históricas a su racismo en cultos sajones y escandinavos. Las runas que decoran la aldea son comunes en los tatuajes y decoraciones en escudos, armas y parafernalia de los nacionalistas blancos. Aster parodia la ideología de la extrema derecha en una comunidad que en vez de luchar por deportar extranjeros o impedir la inmigración los invitan para reproducirse (si son blancos) y sacrificarlos.

Entre los Hårga existe la creencia de que quienes nacen con deformidades tienen la mente diáfana y por tanto son artistas y videntes. Aunque “respetan el tabú del incesto”, producen seres especiales por endogamia. Pelle, quien es un buen dibujante y a pesar de no tener deformidades físicas, es el iluminado que recluta y seduce a Dani al mostrarle que su relación es un fracaso. Christian había creído encontrar en esa aldea un escape a Dani, por lo que sin pudor también decide hacer su tesis ahí, a pesar de que es una jugada sucia contra su colega. Josh y Christian querían estudiar y documentar los sacrificios y rituales de los cuales primero son testigos y más tarde, participantes. Sin embargo, se convierten en símbolos dentro del mito debido a sus propias debilidades, bajezas, traiciones e inseguridades. Los acontecimientos en las cintas de Aster operan como si todo estuviera programado, como si las piezas cayeran de forma inevitable para cumplir una profecía. Aquí ésta aparece plasmada en la pintura mural con la que inicia el filme y describe la historia desde la agónica noche inicial de Dani hasta el ritual de mayo. Aster hizo evidente su talento en su filme anterior, al construir una obra única, quizá fallida pero impactante, propositiva e influyente, donde las ambiciosas decisiones estéticas son la esencia de la propuesta narrativa. En Midsommar lleva al extremo ese estilo, tomando mayores riesgos y desafiando tanto las convenciones genéricas como el lenguaje fílmico, para ofrecer una obra que definitivamente es de lo más inquietante del cine del siglo XXI.