Otra biopic que muerde el polvo

Otra biopic que muerde el polvo
Por:
  • carlos_velazquez

El rock y el cine están peleados.

Pocas películas sobre músicos han resultado afortunadas. Por ejemplo, Ray de Taylor Hackford, Bird de Clint Eastwood, The Doors de Oliver Stone o Walk the Line de James Mangold. El resto han sido intentos pobres como Jimi: All Is By My Side de John Ridley, que a pesar de la actuación de André 3000 (o quizá por lo mismo) es un completo desperdicio.

Es en el documental donde la música ha encontrado su esplendor, el estupendo docu sobre Janis Joplin es prueba, entre otros.

Bohemian Rhapsody no escapa a la maldición.

La película nació con el pie izquierdo, por la polémica suscitada en torno a Sacha Baron Cohen y su rechazo del papel principal por estar en desacuerdo con lo que se pretendía filmar, es decir lo que vimos en pantalla estos días.

La película tiene muchísimos, demasiados problemas. Pero su principal pecado es que está mal contada. En principio plantea un supuesto imperdonable. Da por sentado que todo el mundo sabe quién es Freddie Mercury, y aunque la popularidad de Queen sea estratosférica no es así. La cinta empieza a contar la vida del cantante de manera vertiginosa. Los hechos se suceden con una celeridad que desafía las leyes de la narrativa torpemente. De acuerdo, es complicado sintetizar la existencia de un grupo como Queen en dos horas quince minutos, pero cuando malgastas los últimos quince en duplicar absurdamente una parte del concierto de Live Aid estás tirando la historia a la basura.

El pasar revisión de manera rápida a los hechos hace ver que las cosas fueron muy fáciles para la banda y no fue así. Hay conflicto, claro, pero tocado de manera superficial. Como es todo lo relacionado con la homosexualidad de Freddie. No, no se trataba de hacerlo un mártir, pero en menos de dos minutos nos enteramos de cómo afronta él un problema que no me parece menor. Sin la inclinación sexual de Freddie sencillamente Queen no sería lo que fue. Tampoco se trataba de verlo agonizar, pero así como se pasa revista vertiginosa a los comienzos el final es un carpetazo. Lo que el director no supo resolver en pantalla lo finiquitó con unas frases.

La actuación de Rami Malek es sosa y creo que le hago un favor al no decir que francamente el personaje lo rebasó. No hay emoción. En su lugar aflora el histrionismo exagerado. Y ñoño. Qué terribles son las escenas donde lo vemos en el escenario de Wembley. La forma en que los miembros de la banda se dedican miradas de amor es cursi sin miramientos. Basta ver en YouTube los primeros minutos del concierto para percatarnos de que no fue así. Freddie y Queen lucen naturales. No están exacerbados por el close up inmisericorde. Porque no hace falta. Porque lo que importa es la música. Y Queen era una máquina de matar. No necesitaba legitimar su inclinación gay para sonar como una banda de rock.

"La película tiene muchísimos, demasiados problemas. Pero su principal pecado es que está mal contada".

La peor parte es la que corresponde al concierto de Live Aid. No es un sacrilegio, es una tontería. Utilizar al público virtual es una de las cosas de más pésimo gusto de la cinta. Y una falta de respeto. La manera de resolver esto era sencilla. Intercalar parte del concierto original. Pero a cambio lo que tenemos es una maldita computadora. Y por mucho que la realidad virtual sea punta tecnológica jamás pero jamás va a poder suplantar el calor del público real.

La de Queen es una épica oscura, trastocada por la tragedia. Que pese a llevar todo en contra nos regaló momentos de inmensa felicidad como “Crazy Little Thing Call Love”, que por cierto no suena en la peli, una mamada por donde se lo mire. Es la rola del leather, la de los bares que sí aparecen en un parpadeo, para que no ensuciaran demasiado la cinta. Y la manera en la que es abaratada por Bryan Singer es un montaje. No es una elegía. No es una oda. Pretende ser un cuento de hadas. Y como tal está descafeinado, edulcorado y rosa. Freddie Mercury no era eso. Era un tipo fuerte. Vivió como quiso hasta que una de las plagas más letales de finales del siglo pasado le cortó su aspiración. Pobre Freddie, entre el director y el resto de la banda que hace que le pida perdón lo están ninguneando. Y no quiere decir que las cosas no pasaran así, pero recordemos que estamos hablando de una estrella de rock. ¿De verdad era tan importante para el ego de Brian May que Freddie se disculpara? Claro que sin Deacon, May y Taylor la grandeza de la banda no sería la misma, pero no olviden quién es, fue y será la única y auténtica reina: Freddie.

Lo único que ha conseguido esta película es que cada día ame más a Freddie y odie a Queen.