Piedra de soul

Piedra de soul
Por:
  • alain.derbez

Hace décadas, varias ya, entraron a robar a la que fue mi casa unos hijos de su chingada madre con buen gusto. Entre los discos que se carrancearon —viniles ordenados alfabéticamente ya en la H de Humble Pie, la I de It’s a Beautiful Day y Iron Butterfly, la J de Jefferson Airplane y Jethro Tull, la K de King Crimson y los Kinks o la L de Led Zeppelin y Los Lobos— estaba ése de Jimi que hoy acabo de recuperar en un rincón del pasado, este escondite, este escondrijo que la nostalgia amante de buhardillas, de sótanos y de áticos, habita en una ciudad viva aún contra viento, marea, políticos de mierda, sismos, revolvedoras, microbuses, patrullas, genuflexiones y camiones de volteo que es el Distrito Federal de nombre arrebatado. Lo consigno en mi diario con esforzada caligrafía como si quisiera algún lector, una lectora, una lectura más allá de mis ojos: noviembre 10 del 2017 (ya no es octubre no, ni aroman ya gardenias en Perote, lo que huele es el sándalo y tal vez el patchouli)...

Dibujo estupendo tal vez de Nancy Reimer ocupa toda la portada en azul, en blanco y un café casi negro. No hay necesidad de más, ni nombres ni mensajes: ése es Hendrix, Jimi Hendrix que estratégicamente colocado me llama, me habla, se dirige a mi oído:

“Hello my friend, so good to see you again, been all by myself, I don’t think I can make it alone, keep pushing ahead.” [Hola mi amigo, tan bueno verte otra vez, sólo he estado conmigo y no creo hacerla solo, seguir tirando hacia adelante.]

Lo conozco, lo reconozco, inquiero por el precio, lo pago y me marcho agradecido no gracias a usted y regrese cuando quiera ésta es su casa volveré dijo MacArthur que el nombre es Douglas como el del túnel del tiempo y el otro Tony como en Mi bella genio...

Ahora lo coloco en tornamesa sustituta (los miserables cacos querían también tener en dónde oír ¡faltaba más si aquí está su pendejo!), luego de procurarme el enorme placer de abrirlo frotando de izquierda a derecha de derecha a izquierda, viejo truco, la orilla de la capa plástica contra mi pantalón de mezclilla, otro por supuesto y con distinta talla: “The Cry of Love”... Vaya, vaya: de tanto escribir diarios me he olvidado de hacer ejercicio: Querido diario te escribe un mofletudo, eres el diario de un panzón. Soy otro y soy el mismo y me aclaro la garganta aunque no como tic ni vicio ante el micrófono. (Señor Paz, ¿le gusta el rock?, pregunta que nunca formulé al autor porque básicamente nos hablamos una vez y nada más, así que ni el tuteo ni el ustedeo o el intermedio y casi confianzudo mire Octavio permítame.... Si más hilo hubiera tenido aquella conversación tan corta y empedrada estoy seguro que le habría comentado que de gustar él de James Brown o de Tower of Power o de George Clinton y ya muy ancha la manga hasta Ray Charles, el título de aquel largo poema hubiera podido ser Piedra de Soul. Quizás reiríamos aunque él quizás se incline por un no seco, más que formal aunque de todos modos educado).

Soy otro, ya les digo, y soy el mismo que compró ese disco de larga duración hace décadas y que acaba de pagar por él en un día frío de tatemantes rayos como de inversión térmica y boquetes celestes por donde ozono y hosannas ya se fugan. Revivo. Dirían los gringos: me revisito a treinta y tres revoluciones por minuto. Suena “Freedom”, la palabra es libertad, libertad bajo palabra, libertad sobre las palabras, libertad y sobran las palabras como quien dice en plan muy medieval alebrestado “Santiago y cierra España”. ¿Qué viernes es éste? Hendrix ha muerto un 18 de septiembre londinense y yo soy adolescente. Barros tal vez pueblan nuestra cara. Algún día, mis carnales, vamos a tener novia, acaso alguien que guste como estos unos que somos, estos hunos, de “las galerías de sonidos”, “las presencias resonantes” de la lira del druida de Seattle en disco póstumo de larga duración. Ahora suena “Drifting” porque continúa el Lado A. Vamos a la deriva, navegamos por “los corredores de un otoño diáfano”. Son dos las caras y Hendrix hace claro que lo que aprendió a tocar desde el principio fue el blues. A Efraín Huerta le gustaba el blues y nació en 1914, justo cuando empezaba a sonar para el mundo el “St. Louis Blues” de W. C. Handy. Ya vendrá “Ezy Ryder” para el clímax y nos sobrarán surcos para recuperar aliento y ganas. Aquí toca el piano Stephen Stills o hace coros Steve Winwood y a la batalla vuelve Buddy Miles el de “Cambios”. Afuera no hay adultos y si hay no importan: toca Hendrix y el decibel es rey. ¡Bájale! grita nuestra madre ya muerta. Es noviembre. Mi madre no murió en noviembre, mi padre sí. Mi padre murió en el mismo mes que nació Hendrix y mi madre en el mes que nació Paz donde Mixcoac fue barrio y yo asistí al colegio que Madrid se llamaba como en el Madrid republicano donde en el 37 “en la Plaza del Ángel las mujeres cosían y cantaban con sus hijos, después sonó la alarma y hubo gritos, casas arrodilladas en el polvo...”

He recuperado este momento suma de momentos, redondo y negro, en el penúltimo mes del año. Si mal no recuerdo Jimi nació en noviembre también, como José Revueltas que nació en el año 14 como Octavio y como Huerta y como Bioy Casares y como la Gran Guerra y como Cortázar que en Rayuela... sí ya, ya lo sabemos.

Fenece el año, se desintegra la cuenta de los días, mendrugos festivos son los pocos que quedan por venir: aquí nació sor Juana y es día del libro, allá Concha se ha vuelto luto por John Lennon, acullá se apareció la virgen, acá el niño del pesebre, san Esteban el de los canelones y san Silvestre de las uvas y las doce campanadas y los abrazos de champán descorchado. En efecto, desde hace años en esta tierra baldía y a estas alturas todo parece buen fin. En este 2017 el poema de largo aliento —quinientos casi seiscientos son los versos— cumple sesenta. En el acetato el pájaro nocturno levanta el vuelo y luego toca tierra. Ahora suena “My Friend” y canta Jaime. Si su segundo nombre tradujéramos se llamaría alguacil. Termina el Lado A... ¿Sabías o sabía usted Octavio que George Friedrich Handel y Jimi Hendrix vivieron en el 25 de la Brook Street, la calle del arroyo, “el alto surtidor”? ¿Y si nos damos Octavio un toque de la que no acaba de ser legalizada y recitamos mientras toca Hendrix y también mientras canta? “Yo dije ¡salte de tu tumba!, todo el mundo está danzando en las calles... I said get out of your grave, everybody is dancing in the street... Forget about the past baby, things ain’t what they used to be. [“Olvídate del pasado nene, las cosas ya no son como antes”.]

[caption id="attachment_664236" align="alignleft" width="202"] Foto: Especial[/caption]

Y dígame Octavio: ¿qué música le hacía ojitos? Yo ya le dije y ya se lee. Pongo el Lado B. Comienza “Straight Ahead” y terminará todo con “Belly Button Window”, “una oquedad que ya nadie recorre”, ese ombligo torbellino escrito en “Temporal”, el volumen se llama Salamandra.

Los amantes de lo ajeno dejaron mi libro, la edición del sesenta que el Fondo de Cultura le sacó, así que lo cito y lo recito dando fe y todo entre comillas: Libertad bajo palabra... Conversamos y oímos. Vuelvo a Jimi también. Siempre se vuelve. Frente a nosotros hay otro calendario. “Sólo es real la niebla”, la neblina morada.