Poética de Chapultepec

El sino del escorpión

Chapultepec
ChapultepecFoto: mexicoincreible.com
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Al fondo de su grieta en el muro, el alacrán tuvo un sueño prehispánico acerca del Cerro del Chapulín, mientras en su cabeza se repetía la plegaria de Tochihuitzin: “Sólo vinimos a soñar, / no es cierto / que vinimos a vivir sobre la tierra”. El colōtl —como le dice Moctezuma en su sueño al venenoso—, escucha al tlatoani sobre cómo sembraron él mismo y su carnal Nezahualcóyotl los ahuehuetes del Bosque de Chapultepec, y cómo canalizaron sus acuíferos para dotar a la Gran Tenochtitlan de agua y de protección ante las inundaciones.

Este bosque vio pasar a teotihuacanos y toltecas; Hernán Cortés quiso apropiárselo porque “los mexicas teníanlo por cosa deífica” (Torquemada dixit). El virrey Bernardo de Gálvez inició la construcción del Palacio Virreinal, luego Castillo de Chapultepec, donde los representantes de los Habsburgo, Maximiliano el ido y la divagante Carlota, instalaron su corte imperial bufa.

Fue después Colegio Militar, ahí donde cayeron “como renuevos cuyos aliños / un viento helado marchita en flor”, los heroicos infantes de un Nervo cursilón y patriotero. Porfirio Díaz remodeló su alcázar para utilizarlo como residencia presidencial, y fue hasta 1939 cuando Cárdenas lo cedió al pueblo como museo; mientras, en otra área del Bosque se levantaba la Residencia de Los Pinos.

Sus amigos lo saben nacido a un lado del Bosque, donde pasó parte de su infancia

El colōtl se conmueve a estas alturas, pues sus amigos y ¿lectores? lo saben nacido a un lado del Bosque de Chapultepec, donde pasó buena parte de su infancia, en bicicleta, jugando beisbol en la explanada de La Hormiga (donde hoy se levanta el Museo Tamayo), remando al amparo de la Casa del Lago, o yéndose “de pinta” de la secundaria para escalar el cerro hacia el Castillo.

Cuando el escorpión por fin despierta de su ensoñación, se encuentra con el proyecto “Bosque de Chapultepec, Naturaleza y Cultura”, una enésima remodelación y ampliación del gigantesco espacio, al cual se le añadirá una cuarta sección (donde estaba el Campo Militar número 1, de siniestra memoria), además de un museo nuevo y la recuperación de monumentos, fuentes, acuíferos. Todo por unos 9 mil millones de pesos. El arácnido lee opiniones en pro y en contra, del arquitecto Alberto Kalach, el artista plástico Gabriel Orozco, el ambientalista Mario Schjetnan, así como la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, y la jefa de Gobierno, Claudia Scheinbaum, entre otras.

En tanto, el alacrán, nacido a dos calles de ese bosque mágico, evoca la conocida cita de José Emilio Pacheco: “Se acabó esa ciudad. Terminó aquel país. No hay memoria del México de aquellos años. Y a nadie le importa: de ese horror quién puede tener nostalgia”.