Temporada de ferias

Temporada de ferias
Por:
  • francisco_hinojosa

Las ferias del libro suelen dedicarse a un país, a un estado o a un concepto. Es sabido que la más grande de México, y también del mundo de habla hispana, es la FIL Guadalajara. A lo largo de 31 años ha invitado en dos ocasiones a Colombia, Chile y Argentina, y a España cuatro veces, aunque bajo distinta denominación: Cataluña, Castilla y León, Andalucía y España. Extrañamente, los Estados Unidos —el país que tiene una de las mayores industrias editoriales del mundo— sólo una vez y bajo el rubro Nuevo México. ¿Dedicarle una emisión a Lituania, Bangladesh o Uganda? La del Zócalo, por ejemplo, en su emisión número dieciocho, estuvo dedicada a las letras del Caribe. La de Oaxaca en el 2015, a la libertad de expresión, mientras que ese mismo año México fungió como país invitado en el Reino Unido, Guatemala y Buenos Aires.

Algunas las conozco desde que nacieron (Guadalajara, Los Mochis, Mazatlán, Monterrey, Los Angeles). A otras las he visto desaparecer, como la organizada por María Luisa Armendáriz en el Centro Banamex, luego de que trató de hacer propia la FIL Guadalajara. La tendencia es que van en aumento, especialmente las realizadas en escuelas, tanto públicas como privadas. En algunas, el púbico asistente a las presentaciones es escaso o nulo. En otras, rebasa la capacidad de las salas. Hace unos años fui a la de Quito, cuando Colombia era el país invitado. Tenía que dar una charla sobre mi obra. Tres o cuatro personas que pasaban por allí se sentaron a escucharme, o quizás solo a descansar. Los colombianos intercambiaban sus lugares: ahora arriba, participando en una mesa redonda sobre el español de Bogotá, por ejemplo, ahora abajo como público.

"Algunas las conozco desde que nacieron (Guadalajara, Los Mochis, Mazatlán, Monterrey, Los Angeles). A otras las he visto desaparecer".

Fui a la primera FIL Guadalajara en 1987 para moderar una mesa redonda sobre Salvador Elizondo. Por supuesto que era una feria modesta y con una organización precaria. Para recibir a los invitados se armó un equipo de voluntarios que se encargarían de llevarlos, traerlos, pasearlos. Recuerdo que a Guillermo Sheridan lo recibieron en el aeropuerto y lo atendieron de principio a fin. Otros quisimos irnos con él para aprovechar el aventón del aeropuerto al hotel, pero no nos lo permitieron. Al final nos presumió la artesanía de Tlaquepaque que sus señoras edecanes le regalaron. Los que no tuvimos la misma suerte, ya que nuestros voluntarios renunciaron antes de empezar a hacer su trabajo, nos quedamos a la deriva. Me ha tocado ir y volver el mismo día y también quedarme todo el tiempo que dura la feria, del último sábado de noviembre al primer domingo de diciembre. He llegado a estar anunciado para participar en dos eventos que se llevaban a cabo simultáneamente. Alguna vez estuve una semana para tener tres actividades, nunguna de las cuales se llevó a cabo por distintas razones. En otra ocasión no llegué a presentar un libro mío, El tiempo apremia (Almadía, 2009), porque estaba hospedado en un hotel del centro y ese domingo hubo un desfile de marionetas gigantes que obligó a cerrar muchas calles a la redonda. Hice lo imposible por sortear los mares de gente que esperaban el espectáculo —por cierto, organizado por el gobierno para sabotear a la FIL—, pero no lo logré. A través del celular participé a distancia en la presentación ante la risa de quienes le daban la bienvenida al libro: Jis y Trino, quienes al ver que no llegaba y que no llegaría sólo me preguntaron si de verdad para mí el tiempo apremiaba.

En el 2015 fui nombrado embajador de la FILIJ (Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil), lo que me llevó a asistir a diecinueve ferias nacionales e internacionales, sin tomar en cuenta las instaladas en escuelas. Fui con mi esposa a Bolonia y Londres, la primera como la más importante del mundo de literatura infantil y juvenil, y la segunda dedicada a México, aunque, dado el carácter profesional y de negocios que la caracteriza, la presencia del país invitado no tiene el peso que se le da, por ejemplo, en las de Oaxaca o Guadalajara. Más bien son frías y dedicadas a los negocios. La fiesta no existe.