Un mes y medio sin fumar

Un mes y medio sin fumar
Por:
  • ari_volovich

DOMINGO 21 DE OCTUBRE DE 2018. 20:12 hrs. “En la puta vida quiero volver a verte, ¿me oyes, hijo de la gran puta?”, le digo a lo que queda de mi cigarrillo, acercándolo a mis ojos para enseguida aplastar la colilla en el cenicero. Una buena descarga de amor propio recorre mi cuerpo dada mi convicción inalterable. “¡En la puta vida, dije!”, y aplasto otra colilla con esa sobrecompensación histriónica de los culpables.

21:10 hrs. Mañana mismo me inscribo al programa del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, le aseguro a mi mujer, quien me había recomendado la clínica del INER. Enseguida prendo un cigarro para celebrar mi decisión y sortear la angustia que me provoca la sola idea de dejar a mi compañero de vida desde que Berlín estaba dividida por un muro.

LUNES 22 DE OCTUBRE. 08:22 hrs. Los puestos ambulantes sobre la Calzada de Tlalpan, justo antes de llegar a la entrada del INER, son iguales a los que pululan en cada centímetro cúbico de cemento capitalino: tacos, tortas, jugos, cigarros sueltos, excepto por un puesto dedicado a la venta y renta de oxígeno para satisfacer la demanda del mercado cautivo que entra y sale, a duras penas, del hospital.

El guardia de seguridad que custodia la entrada intercepta a dos viejos que están delante de mí, entubados a sus respectivos tanques de oxígeno. “¿Cuál es el motivo de su visita?”, pregunta con amabilidad pobremente ejecutada. “Placer”, responde uno de ellos y me uno a sus carcajadas ásperas, al igual que a la inevitable tos que le sigue. El semblante alargado del guardia manifiesta los síntomas más visibles de esa enfermedad incurable denominada antipatía. Extiende su brazo y nos pide que vayamos al módulo donde todos los pacientes deben registrarse.

Se abren las puertas del ascensor y recorro el pasillo hasta llegar a la sala de espera. Tomo asiento en una hilera de sillas, frente a dos pacientes enchufados de la nariz a la toma de oxígeno que sale de la pared: “Mi futuro inminente”, pienso. Sus antebrazos se apoyan en los tanques de oxígeno mientras discuten sobre el panorama nacional, haciendo hincapié en la delicada situación por la que atraviesa la industria del textil mexicano a raíz de la llegada de AMLO al poder.

Un cartel nos muestra una figura humana abatida por todos los males asociados al tabaquismo: el resultado que arroja la imagen es un doble del Gollum de Tolkien, en caso de que éste fuera interrogado por la extinta Policía Judicial a lo largo de un sexenio. Una mujer entrada en sus treinta sale a mi encuentro. “¿Ari?”, pregunta con una sonrisa radiante que combina con su bata blanca, y me pide que la siga a su consultorio.

Las preguntas de la entrevista están diseñadas con el fin de sacar a flote el verdadero motivo por el cual la gente acude a la Clínica de Tabaquismo, para descartar la posibilidad de que sólo obedezcan a presiones externas, a partir del precepto —completamente cierto— de que nadie logra dejar el tabaco a menos de que en verdad lo desee.

Terminada la entrevista, la psicóloga me indica que tengo que acudir a la oficina de la trabajadora social para someterme al estudio socioeconómico y así determinar el monto a pagar por el tratamiento, que incluye diez sesiones grupales, una consulta con un neumólogo y una nutrióloga residentes, un electrocardiograma, estudios de laboratorio, una espirometría, una placa torácica, seguida por una consulta con un neumólogo de renombre.

"Decido poner a prueba la eficacia del medicamento prendiendo un cigarro. La primera calada resbala sin contratiempos. A la tercera se imponen el asco y las náuseas".

La trabajadora social me recibe con amabilidad genuina, muy distinta a esa cortesía impuesta del personal de los hospitales chic. La entrevista marcha viento en popa. No tengo nada que ocultar: ando jodido.

Una vez que calcula tu casta dentro del tenso abanico que conforma a la especie neoliberal, la entrañable señora de ojos castaños te da en mano el recibo con el precio a pagar por el tratamiento.

MARTES 23 DE OCTUBRE. 09:55 hrs. Nuestra terapeuta, Jennifer, me recibe con una sonrisa y me invita a pasar al salón designado para las terapias grupales. Respiro satisfecho ante los contrastes entre cada uno de mis nuevos camaradas de vicio. He aquí, a grandes rasgos, las fichas biográficas, con sus respectivos seudónimos, que alcancé a registrar durante la sesión:

LUIS (35 años): Un nini alcohólico en recuperación que vive de sus rentas, enganchado a la mariguana y dependiente de más grupos de apoyo, como Doble A y Narcóticos Anónimos. Es un vivo homenaje a la obra de Chuck Palahniuk.

RIGOBERTO (48): Director de una escuela secundaria. Su saco, pantalones y calcetines oscilan entre un beige intencional y un involuntario café deslavado. Un peinado sujeto por una extravagante capa de gomina. Acudió a la clínica porque su consumo “escaló de uno a dos cigarros diarios”. No me jodas, Rigoberto.

JOAQUÍN (61): Pintor de renombre, de ojos alegres y semblante simpático. Diagnosticado con EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica), exalcohólico y cocainómano. Su manera de expresarse muestra a un ser educado y bien leído.

ARMANDO (70): Comerciante de telas cuyo negocio quebró de la noche a la mañana y lo hundió en una depresión severa, por lo que empezó a fumar a sus 59 años. Así es.

ALDO (25): Chef de un restaurante en Polanco. Padece un cuadro ansioso agudo y una hipocondría notable para su temprana edad. Fuma tres cajetillas diarias.

GUADALUPE (49): Trabaja en una dependencia gubernamental. Todos sus enunciados incluyen la palabra hipotiroidismo.

MORRIS (53): Doble A en recuperación tras un abuso de cuarenta años. Lo perdió todo por culpa de la gota amarga. A pesar de eso, se mantiene con una actitud jovial y esperanzada y se muestra dispuesto a nadar a contracorriente. Su apariencia está varada en algún punto la década de los ochenta.

MONIQUE (54): Una señora de sociedad venida a menos. Divorciada de un federal quien la golpeó durante treinta años hasta que por fin consideró recurrir al divorcio. Su corte de cabello y vestimenta remiten a Los Ángeles de Charlie.

[caption id="attachment_875814" align="alignnone" width="945"] Fuente: bbc.com[/caption]

Cada una de las presentaciones concluye con un aplauso, a petición de Jennifer, para estimular al ponente en turno.

11:20 hrs. Los labios de la terapeuta se mueven sin emitir palabra alguna. Contemplo su dentadura inmaculada y recuerdo que me urge una limpieza. Noto que sus ojos están anclados en mis pupilas.

—¿Ari, estás con nosotros? —persiste Jennifer.

—Sólo en cuerpo —pienso, pero me limito a asentir con un sí indeciso.

—Cuéntanos qué fue lo que te trajo a nuestro programa.

11:23 hrs. Por más que comprendo el sentido psicológico del aplauso en sesiones de esta naturaleza, cuando concluyo mi rutina y las palmas de mis compañeros se juntan con una mirada empática, mi primer instinto es quemarme a lo bonzo para experimentar un dolor distinto, más llevadero. El alza en el precio de los combustibles me obliga a entrar en razón. Jennifer nos encomienda la monumental tarea de llegar a la próxima sesión en estado de abstinencia.

11:35 hrs. Compro un cigarro suelto en el puesto de periódicos que está a la salida del INER. “Al menos ahora fumo con culpa”, me digo a modo de consuelo.

VIERNES 26 DE OCTUBRE. 10:45 hrs. Guadalupe confiesa que sigue fumando un cigarro antes de dormir, cuando se siente más ansiosa, aunque no sabe si la ansiedad obedece a la falta de nicotina o a su hipotiroidismo. Por otro lado, Rigoberto asegura, no sin cierto dejo de superioridad, haber “dominado el vicio por completo”.

Luis nos cuenta que mandó pedir chicles de nicotina de Estados Unidos (dejaron de venderse en México), pero que va a seguir fumando igual (cajetilla y media al día) hasta que lleguen, porque bastante le ha costado dejar la mariguana y el alcohol. El consumo de Aldo sigue ininterrumpido. Su pie derecho no deja de moverse, de tal modo que parece tener vida propia. Se muerde los pellejos del pulgar entre cada enunciado.

Jennifer le pide a Armando que describa las sensaciones físicas y psicológicas tras su abstinencia interrumpida. La ansiedad sigue como el obstáculo a vencer para sumarnos a la existencia de los no fumadores, esos seres mitológicos que se contentan con el aire fresco y la granola.

Morris nos narra varias anécdotas desgarradoras de cómo perdió a su familia debido a su alcoholismo y a la ausencia inherente a la adicción. La crudeza que contienen sus relatos se ve desdibujada con la vehemente frivolidad de Monique, quien nos comparte remedios homeopáticos para prevenir el cáncer de mama.

11:35 hrs. Jennifer nos pide nuevamente llegar a la sesión en estado de abstinencia.

11:48 hrs. Ojeo las portadas de los periódicos por última vez antes de pisar la colilla con mi suela. La cantidad de narcos que acaparan los titulares tiene un parecido escalofriante con el catálogo de Netflix, ¿o es al revés?

MARTES 30 DE OCTUBRE. 10:00 hrs. Hay desertores en nuestras filas. Rigoberto, Luis y Aldo no llegan a la sesión. La ronda testimonial varía muy poco: Monique usa su turno para intentar enmendar la relación con su madre, y Guadalupe es la única que llega en estado de abstinencia. Dice sentirse sumamente irritable, pero se lo atribuye al hipotiroidismo. Jennifer nos extiende un cuestionario que busca determinar qué tanto de nuestra adicción responde a una cuestión psicológica y qué otro tanto obedece a una dependencia física, con el objetivo de decidir el tratamiento a seguir para cada caso.

11:20 hrs. Resulta que en mí predomina la dependencia física.

MARTES 6 DE NOVIEMBRE. 10:45 hrs. Jennifer nos da una hoja con nuestro tratamiento. A algunos les recetan el Wellbutrin (un antidepresivo muy eficaz para disminuir el deseo de fumar), a otros, los parches de nicotina. A mí me recomiendan el Champix (sustancia que ocupa los receptores de nicotina en el cerebro), lo mismo que a Armando. Tengo mi historial con dicho medicamento. Gracias a éste dejé de fumar seis años. Sé que es caro, pero supongo que las enfermeras a domicilio cobran más.

13:30 hrs. La cola de la farmacia resulta más larga que la del banco, lo cual me parece una alegoría dolorosa y atinada de la salud nacional. Me meto a Facebook para ponerme al tanto de las batallas políticas, sociales e ideológicas que se libran en los muros de mis amigos.

MIÉRCOLES 7 DE NOVIEMBRE. 07:50 hrs. Engullo la primera pastilla de Champix.

VIERNES 9 DE NOVIEMBRE. 02:02 hrs. Despierto de golpe, con la espalda y frente sudadas. Mis sueños se han tornado más vívidos a causa del medicamento, igual que la primera vez que lo tomé. No sólo recuerdo que AMLO le lavaba los pies al Papa en un escenario central de Burning Man, sino que podría hacer un retrato hablado de los poros exfoliados en los empeines de Su Santidad, al igual que rescatar buena parte de los diálogos y la atmósfera, entre otros elementos.

10:25 hrs. Disfrazo a AMLO y al Papa con pseudónimos durante mi relato para no herir susceptibilidades. Armando narra efectos secundarios similares a los míos.

SÁBADO 10 DE NOVIEMBRE. 07:30 hrs. Despierto sin la necesidad inmediata de saciar mi dependencia a la nicotina.

11:06 hrs. Decido poner a prueba la eficacia del medicamento prendiendo un cigarro. La primera calada resbala sin contratiempos. A la tercera se imponen el asco y las náuseas que me obligan a apagarlo inmediatamente, con el repudio de un supremacista blanco.

MARTES 13 DE NOVIEMBRE. Consulta grupal con un neumólogo residente del INER.

VIERNES 16 DE NOVIEMBRE. Consulta grupal con una nutrióloga, también residente del INER. Cumplo casi una semana en abstinencia.

MARTES 20 DE NOVIEMBRE. 08:30 hrs. Abordo el Metrobús. Mi olfato decide recuperarse en el momento en que el pasajero parado a mi lado, cuyo esfínter se ubica justo a la altura de mis fosas nasales, decide ventilar un pedo que, a juzgar por el buqué, lleva atorado desde cuando los mayas dominaban la astrología.

10:00-11:30 HRS. Los seis sobrevivientes del grupo somos ovacionados por nuestros logros, a pesar de que Joaquín no ha conseguido dejar la planta maldita.

VIERNES 23 DE NOVIEMBRE. Jennifer nos entrega las formas de los análisis y las consultas que incluye el programa antitabaco para que agendemos nuestras citas.

MARTES 27 DE NOVIEMBRE. Las ovaciones continúan, seguidas de las inevitables despedidas y los buenos deseos de los compañeros durante la sesión de cierre.

MIÉRCOLES 28 DE NOVIEMBRE. 08:00 hrs. Me presento en el laboratorio del INER para la muestra de sangre y orina.

08:40 hrs. Voy a mi espirometría. A la señal del médico, vacío el contenido de mi alma dentro de un aparato que mide la capacidad pulmonar.

08:50 hrs. El buen doctor me pide que inhale el broncodilatador que tiene en la mano y vuelvo a realizar la prueba.

09:15 hrs. “Una de dos: o siempre has tenido asma y nadie lo detectó, o bien tienes principios de EPOC. Vamos a pasarle tus resultados al neumólogo”, me asegura el buen doctor, y por un instante la luz institucional se torna negra. En cuanto recupero la vista y un ritmo cardiaco deseable, le agradezco y me apresuro a salir del INER.

Decido postergar el resto de consultas y estudios hasta después del Día de Reyes. Quedan pendientes la placa torácica y el veredicto del neumólogo. La ignorancia es la esencia de la dicha, dicen.

VIERNES 30 DE DICIEMBRE DE 2018. 21:08 hrs. En un ejercicio retrospectivo, mi naturaleza crítica busca las flaquezas de la Clínica de Tabaquismo, hasta que caigo en cuenta de que llevo mes y medio sin fumar.