Videodanza: coreografías de la luz y la materia

Videodanza: coreografías de la luz y la materia
Por:
  • naief_yehya

Pensar en danza es invocar a la liviandad, al desafío a la gravedad, al cuerpo torbellino, látigo y brisa que flota, se desliza, cae, imita a la cascada y al trueno. Es la disciplina sin disciplina, el esfuerzo físico, intensamente pasional y cerebral que usamos para expresar el deseo, el miedo, la felicidad, la ansiedad y la belleza. La danza en vivo ofrece una experiencia irrepetible, directa y efímera, una complicidad sin retorno.

Ahora, cuando gran parte de nuestra experiencia está mediatizada y nos rodeamos en modo permanente de lentes y pantallas, la danza se ha reinventado como videodanza, un arte híbrido, cercano al cine, el performance y la coreografía filmada. Danza para la cámara como una oportuna y vital exploración del lenguaje corporal, del movimiento de seres y objetos, así como su relación con locaciones, escenografías, su interacción con la música, el silencio y el ruido. Es un género que echa mano de la larga tradición de la cultura e historia de la danza y sus recursos, pero también emplea la sintaxis cinematográfica y las tecnologías de reproducción, edición y transformación de la imagen.

Es decir que, al contrario de la idea común, no sólo se trata de registrar o documentar cuerpos en movimiento, sino también de valerse de la forma en que estos son capturados. Así la danza en pantalla incorpora una diversidad de elementos culturales para construir un discurso que en esencia tan sólo puede o debe existir en forma de video o cine. La fusión de ritmo y narrativa, teatralidad y poética, establece auténticas coreografías entre lo filmado y la cámara, entre el espacio expansivo y el espacio negativo, para esculpir con formas en movimiento. La cámara aquí no es un medio neutro sino un actor más.

[caption id="attachment_1038344" align="alignnone" width="696"] Uphold (from below), Cherie Sampson, EUA, 2019, 16:02 minutos.[/caption]

Desde un punto de vista, la fusión de video y danza beneficia y enriquece a ambos géneros, aunque por supuesto haya quienes consideren que esta relación pervierte la esencia del baile, que le roba su espontaneidad, pureza, calor e intimidad. Obviamente, esta perspectiva reaccionaria pierde de vista que se trata de un género independiente y que si las artes no representan su tiempo pierden cualquier relevancia y se convierten en monumentos a la melancolía.

La danza para la pantalla ha ganado interés y reconocimiento en el mundo. En México, su apuesta más vital, brillante y consistente ha sido el Festival Internacional Movimiento en Movimiento, creado en 2013 por Yolanda Guadarrama, una de las fundadoras de la revista y la editorial Moho, a fin de programar y difundir videodanza en toda su diversidad, con producciones audiovisuales concentradas de alguna manera en la reflexión sobre temas filosóficos, sociales o literarios. En la octava edición de Movimiento en Movimiento participan artistas internacionales y mexicanos en competencia con más de una veintena de obras. Asimismo, incluye un homenaje a Merce Cunningham en su centenario. Gran parte de las obras que han participado en todas las ediciones de este festival se encuentran disponibles en una galería permanente en línea. De manera que se trata de un evento presencial y virtual.

"La danza en pantalla incorpora una diversidad de elementos culturales para construir un discurso que en esencia tan sólo puede existir en forma de video o cine".

La danza en la pantalla se volvió popular gracias a Hollywood, al género musical y en particular a las delirantes y complejas extravagancias de Busby Berkeley, así como la destreza de Gene Kelly y Fred Astaire, entre muchos otros bailarines actores. Estas películas crearon una epidemia planetaria que se reflejó, entre otros fenómenos, en la apabullante producción de Bollywood y sus siempre ambiciosas coreografías. Y en obras de culto como Rocky Horror Picture Show, la fastuosa —sin bien un tanto cursi— Les uns et les autres, de Claude Lelouch, la incómoda Joker, de Todd Phillips, y la fascinante estridencia brutal de Clímax, de Gaspar Noé. Las composiciones coreográficas de estos filmes quizá no sean consideradas como videodanza, sin embargo son parte de la evolución de una forma artística que pasa por el videoclip y las series musicales televisivas, para llegar a expresiones de búsqueda dedicadas a la construcción de emociones a través del movimiento. Y semejante objetivo no es cosa fácil, ya que pocas cosas son más difíciles de filmar que la danza, debido a su caprichoso y “voraz uso del espacio”, como dice Valerie Gladstone.

La videodanza ha sido considerada elitista y esnob, en especial cuando existe en (y recrea) universos cerrados en sí mismos y obras dirigidas a públicos superespecializados. Pero es claro que en la actualidad difícilmente se le puede encasillar en un estilo o intención. Es una estrategia para recomponer el espacio, transgredir la dictadura del tiempo y crear nuevas geometrías para la expresión corporal, emocional e intelectual. En estas obras se debaten y encaran problemas actuales, como cuestiones de género e identidad, la protesta y denuncia por la misoginia, o incluso la amenaza deshumanizadora de las tecnologías de vigilancia. Y esto se hace evocando al ballet clásico, pero valiéndose también de la estética circense, las técnicas de danza, toda clase de formas de expresión física, siempre en el terreno de lo experimental, donde casi todo es riesgo.

La muestra de obras presentadas en esta octava edición de Movimiento en Movimiento —del 8 al 27 de octubre— ofrece un atisbo de lo que la proliferación salvaje de cámaras de video y discursos visuales ha provocado en la cultura.

[caption id="attachment_1038345" align="alignnone" width="696"] Naked Eye, Reka Szucs, Hungría, 2017, 3:10 minutos.[/caption]

El retrato de los ritmos de lo cotidiano, la transformación de la banalidad de la vida en destellos celebratorios, la ironía y la mecanización del movimiento —representada para poner en evidencia la frialdad del anonimato— son algunos elementos que destacan en estos cortometrajes. Hay ejercicios que ni siquiera involucran al cuerpo humano o simplemente emplean representaciones de éste; otros recurren a la animación, como en el video Bookanima, la estética de videojuegos en Disembodied Beings y Clear-Genesis, las tecnologías de realidad aumentada y los videos encontrados como en Coreografías de la información. Hay también estrategias como interpretaciones en vivo, a través de videollamadas. Todo esto da lugar a una auténtica explosión cámbrica de visiones, subgéneros y propuestas en que los dispositivos y los cuerpos entablan relaciones tensas e inquietantes, lo cual es una oportunidad única para extender el horizonte de nuestras percepciones.