Un monstruo de fantasía hace historia en la Mostra

Un monstruo de fantasía hace historia en la Mostra
Por:
  • sergi_sanchez

Este sábado Guillermo del Toro se convirtió en el primer mexicano y tercer hispano en obtener el León de Oro en el Festival de Cine de Venecia, un galardón al que los cineastas de su generación —a la izquierda, González Inárritu; a la derecha, Alfonsos Cuarón— también han aspirado.

La forma del agua, una magistral y delicada fábula de amor entre una princesa muda y una extraña bestia anfibia, conquistó al jurado de la 74 edición de la Mostra, uno de los tres certámenes del Grand Slam.

“Tengo 52 años, peso 300 libras y he hecho 10 películas. Hay un momento en la vida de un narrador, de un contador de historias, en el que lo arriesgas todo para hacer algo distinto”, dijo Del Toro tras recoger el premio de manos del presidente de la biennale, Paolo Barata.

Que esta parábola sobre el poder del amor en la diferencia, que Del Toro viste con las galas líquidas de la metáfora política sobre estos tiempos tan intolerantes, haya ganado el máximo  premio es una gran noticia: por fin una película de género demuestra —El laberinto del fauno lo podría haber hecho en el Festival de Cannes— que puede competir con la cabeza bien alta contra el cine de línea dura.

El dato

Su largometraje debut fue Cronos (1993), una película mexicana sobre vampiros protagonizada por Federico Luppi y Ron Perlman.

“Es una película del 62 pero es de hoy. Cuando ahora América habla de ser una América grande de nuevo es como regresar al 62. El racismo, el sexismo o el clasismo, muchos problemas a los que nos enfrentamos hoy, eran los mismos hasta que Kennedy fue disparado y Camelot acabó”, reconoció Del Toro.

En la cinta, el mexicano vuelve a dar rienda suelta a la creación de personajes fantasmagóricos mediante un llamativo universo visual. Ambientada en plena Guerra Fría el filme es una  oda a la diferencia, pues la historia incluye a una mujer afroestadounidense y un vecino gay.  Se trata del “antídoto perfecto contra el cinismo”, declaró el director.

“Si uno se mantiene fiel a lo que cree, en lo que realmente cree — en mi caso los monstruos—  se puede hacer todo”, dijo el productor al dedicar a los jóvenes cineastas el preciado reconocimiento.

Del Toro recibe un premio que lo destaca de una generación de cineastas mexicanos cuyos logros han sido comparado, con la influencia que tuvo la Nouvelle vogue.

Por otra parta el Gran Premio del Jurado, Foxtrot, del israelí Samuel Maoz, representa precisamente ese cine de autor, también con aliento de alegoría política, que acata las exigencias — pedantes, pretenciosas, pomposas—  de la filosofía de los premios festivaleros. Maoz también parecía hablar con la voz temblorosa, pero nada comparado con el llanto de Xavier Legrand, que ganó el Oso de Plata al mejor director y el premio a la mejor ópera prima por su notable Jusqu’à a la garde, sensible acercamiento al espinoso tema de la violencia doméstica.

Justos y previsibles. Inesperado, no obstante, fue el premio al mejor actor para Kamel el Basha, uno de los protagonistas de la libanesa The Insult, aunque su discurso fue entrañablemente honesto. Admitió que era actor de teatro, que era su primera película como protagonista, y que buena parte del mérito se lo debía a la dirección de Ziad Doueiri.

Los demás galardones fueron tan justos como previsibles: el dramaturgo Martin McDonagh había escrito el mejor guion (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri); Charlotte Rampling, que destacó que su carrera no sería nada sin Italia (cito a Visconti y Cavani, con los que se hizo famosa en los años setenta), fue la mejor actriz por la magnífica Hannah; y el joven Charlie Plummer, que está espléndido en Lean on Pete, fue el mejor actor emergente.

Celebramos también que el notable western australiano Sweet Country, que parecía predestinado a pasar desapercibido, se llevara el Premio Especial del Jurado. Y unas palabras para el de la sección Orizzonti, capaz de lo peor y lo mejor, o, lo que es lo mismo, de premiar a un filme tan convencional como Nico, 1988.